“—No es lo que me daba, es lo que no me quitaba.” Vivian Gornick La mujer singular y la ciudad
“Déjame que descanse un rato al sol déjame vivir con alegría he pescado bastante para hoy mañana será otro día no faltará un caracol” Vainica Doble
Tenía pendiente contestarte a tu mail sobre el artículo escrito por ese chico criado en una familia poliamorosa que compartí en Facebook, con el que me dijiste que no estabas de acuerdo, aunque lo respetaras. No tenías por qué saberlo, pero además de etiquetar a la mamá de Jaime, a nuestras hermanas, a Rocío y a Jaime, también etiqueté a la mamá de Rocío. Mi idea era naturalizar el asunto, acercarnos. La razón principal es que Roci está esperando un bebé de Jaime, un bebé buscado y deseado por los cuatro (incluyo a Lena), un bebé que también es mío en todo sentido. Y que, por lo tanto, si tú lo quieres, podría ser tuyo también y de nuestra familia, aunque ni siquiera vivamos en el mismo país. Ahora tiene cuatro meses y medio de embarazo. He esperado algún tiempo para decírtelo porque Elisa acababa de parir, porque estabas frágil y cansada de tanto cuidar a papá, porque él está aún convaleciente… pero ya no podía postergarlo.
Madre mía, tú dices que puedes “comprender el amor homosexual sin compartirlo”. Tú dices: “puedo respetar, aunque sin entender el amor múltiple”, yo te digo: mejor no le pongamos más categorías a los afectos, mejor no nos tratemos como cosas raras y lejanas. Ni siquiera la etiqueta de poliamorosos es algo que sienta que nos defina por completo. Yo entiendo lo que quieres decirme, pero mi corazón no espera comprensión y respeto, no espera tu opinión o tu punto de vista sobre mi vida; sólo espera que todo siga como siempre, que me quieras incondicionalmente, como yo te quiero a ti, como siempre nos hemos querido, desde el mismo lugar. Yo no quiero que me respetes, yo quiero que confíes, que compartas y valores mis elecciones de vida. No que vivas como yo, sólo que no te muevas de donde estás y formes parte de mi aventura.
¿Alguna vez te conté cómo conocí a Jaime? Nunca me preguntaste los detalles. Nos conocimos y nos besamos por primera vez en noviembre de 1998 en una comisión periodística: yo era la practicante de Cultura y él el fotógrafo que quería ser escritor. Me enamoré de él la primera vez que fui a su casa y vi que todavía tenía a la vista la foto de su exnovia que lo había dejado hacía dos años enmarcada. Me pareció de un romanticismo doloroso. Tenía cara de poeta triste, se parecía a César Vallejo, con esa frente amplia, aunque con unos ojos llenos de pequeños brillitos tintineantes como los de Candy Candy. Luego, para mi sorpresa, tenía una cosa vehemente dentro, como una vida interior tremenda, oscura, rabiosamente secreta, suya, que me propuse desentrañar sin éxito. Sus poemas inéditos me dieron envidia, ganas de escribir y hacer todo juntos, lo que en efecto hicimos los siguientes 20 años.
Si sigo siendo compañera de Jaime después de tantos años es porque nos sostiene el amor y nuestro proyecto de vida, no por el tiempo, ni el hogar, ni por Lena, ni ningún tipo de imperativo. Si eso se acabara, pensaríamos en dejarnos, pero, ¿sabes?, quiero a Jaime con la misma fuerza. ¿Por qué si nos enamoramos de otra persona debemos condenarnos a ser infieles o a ser víctimas de una infidelidad? ¿O por qué tenemos que ser forzados a elegir entre uno y otro amor, tan iguales como distintos, y a dejar atrás? ¿Por qué renunciar, si es una sola la vida, a experiencias nuevas, emocionantes y enriquecedoras? Llevo un buen tiempo haciéndome esas preguntas. ¿Es demasiado pedir quererlo todo? ¿Es injusto? ¿Para quién? Aun cuando más ha tambaleado nuestro acuerdo de tres, al día siguiente más seguros hemos estado de que debemos seguir intentándolo, de que estamos mejor los tres juntos que separados. ¿Qué pareja no se cuestiona? ¿Quién no siente celos? Nosotros los sentimos, pero asumiendo que son inevitables, legítimos, aunque haya que seguir trabajándolos de por vida. Nunca se dejan de sentir, lo único que me gustaría es seguir luchando para no blandirlos nunca como un arma para el control del otro o la manipulación, tan típica de ese amor de telenovela mexicana con el que todos aprendimos supuestamente a “amar”. Lo que algunos llaman lo “natural”, lo “normal”, no son más que cosas impuestas, aprendidas culturalmente. ¿Exclusividad? Una farsa. ¿Por qué no reformularlo y firmar nuestra propia historia?
Aquí nadie “comparte” a su pareja como se comparte una mesa. Por favor, no lo leas así. No somos cosas sino personas, como dices en tu mail, en eso estamos de acuerdo, pero como nadie es dueño de nadie, tampoco podemos prohibirnos amar. Antes pensaba que éramos tres parejas en una: Jaime y yo, Roci y yo, Jaime y Roci, pero ahora pienso que nos hemos quitado del concepto “pareja”. Nos hemos ido de eso, mamá. Somos una comunidad, una familia rara, algo así como un núcleo, valoramos cada una de las relaciones distintas que acontecen en ese núcleo. Ni siquiera nosotros nos preocupamos por lo que va a pasar después, no lo hagas tú. Y, sin embargo, entre nosotros solemos decir que tenemos un compromiso de por vida, ésas son nuestras intenciones. No obstante que sepamos que nada que tenga que ver con el amor dura para siempre, sí sabemos que mientras estemos juntos somos una red, somos amorosamente interdependientes. Estamos rodeados de parejas de heterosexuales monógamos que, tras cincuenta años de sólida relación, ponte, un día todo se hace trizas, porque, qué se yo, un día él —suele ser él— se enamora de una celebrity y chau, a pasar tu vejez sola, mamá. Sí, claro que como sospechas los amores múltiples también pueden ser amores efímeros, desechables. Ese individualismo, ese consumismo, ese liberalismo a ultranza en los afectos, ese consumir un cuerpo para luego ir detrás de otro, existe en relaciones monógamas y no monógamas. El poliamor no es el paraíso comunista que tú y papá soñaron en lo social, me temo. Por eso, no es nuestra “situación sentimental” o “estado civil” lo que nos hace particulares sino lo que hacemos con ese tipo de vínculo elegido.
Sabes bien que fue difícil seguir haciendo nuestra vida lejos de todo lo que queríamos en Perú. Primero en Barcelona, después en Madrid. Te mandé el otro día ese documental sobre el movimiento de los indignados españoles para que vieras de qué hemos estado rodeados los últimos años en esta ciudad. El colectivo del que sale Rocío se formó después de la acampada del 15M, manteniéndose de forma autogestionaria, fuera del sistema, a través de redes colaborativas, un huerto comunal y dentro de una economía compartida y social. El contacto con ellos revolucionó nuestra vida. Dejamos de estar solos, aunque Jaime y yo sigamos siendo un poco egoístas, un poco escritores, habitualmente también somos parte de algo más grande. Y aunque todo eso se ha transformado y son tiempos muy distintos, soy muy feliz de que hayamos absorbido la política en la propia vida, sobre todo Lena. Crece hermosa, fuerte, libre, interesante. Hasta se inventó un término para explicarnos ante sus amigos del cole, “tripareja”. Ahora ya no da explicaciones.
Padres, saben bien lo que significamos Jaime y yo el uno para el otro, saben que nos hemos hecho juntos, como escritores, como padres, conocen de sobra la fuerza y resistencia de nuestro amor. Pero de Rocío quizá no saben aún que solía escribir proclamas incendiarias y poemas, y preciosas cartas a mano, que canta y compone. Que tiene una voz cavernosa, profunda, que estudió filosofía, que es música muy punk y escritora. Cuando la conocimos vivía en una casa okupa en la que colgaba un cartel que decía “abajo el trabajo”, nos llevaba a sus fiestas under. Una mujer bellísima, divertida, inalienable, apasionada, de ideas brillantes, que lee libros sobre anarquistas y revolucionarios, dormilona, friolenta, rusófila. Es suave y a la vez insumisa como las mujeres que siempre me han gustado. Su padre es general y su madre psicóloga. No le gustan los médicos, ni los medicamentos, ni la policía, ni los machistas, ni los fascistas.
Padres, estoy enamorada de Rocío, completa y absolutamente. Es mi mujer. Y yo soy suya. La amo y me veo a su lado, como me veo al lado de Jaime. Nos desenredamos el pelo juntas, cambiamos los muebles de lugar cada dos por tres, intentamos cuidar las plantas del jardín, dormimos abrazadas, nos amamos a nuestra manera. Me vuelve loca que no cuestione las cosas que más aprecio de mí misma, porque son las que ella también aprecia.
Jaime y Roci fuman un cigarrito al atardecer en nuestro patio mirando las nubes, hacen agujeros en las paredes para colgar cosas mientras hablan de sus asuntos o cortan madera para hacer una puerta, se ríen de mí, se aman a su manera.
El pavazo de Slavoj Žižek dice que, así como el universo surge del vacío, y luego de una catástrofe cósmica, que las cosas existen por error, hay que asumir ese error y cometerlo hasta el final. El amor es la ruptura del equilibrio, la vuelta al desequilibrio. El amor es el mal, dice. Este nuevo amor de tres para mí lo es. Yo creo que se puede hacer la revolución desde la cama, que se puede intentar cambiar las cosas desde el amor.
Sé que lo que más te intriga es cómo se hace para pasar del dos al tres con el conocimiento de todas las partes, para ir a contracorriente. Desde hace mucho tiempo Jaime y yo pensábamos en ello. Teníamos la sensación de que allí afuera había algo más, que no estábamos completos. La noción de “ampliar la familia” para nosotros siempre tuvo otro sentido. Yo me he enamorado de mujeres platónicamente toda mi vida y he tenido rollos con chicas; mientras que ambos hemos intentado hasta tres veces hacer que el vínculo primero físico con otra mujer creciera, pero fracasamos. Cuando conocimos a Roci supimos que era eso lo que estábamos buscando. Coincidimos los tres en que la idea de “pareja” y de “pareja estable” hace tiempo que nos parecía rancia. Ella tampoco quería eso para sí misma. Y no, no es poligamia. Sé que tienes un lío en la cabeza. Esto no va, como tantos creen por machismo, de un gran hombre que tiene dos mujeres. De que Jaime es el feliz aprovechado de esta historia. Somos tres personas en una relación horizontal, feminista, abierta al menos en teoría, con ganas de estar juntos, de asumir lo complejo y desigual que son siempre las relaciones afectivas, de dos, de tres, de cuatro, etcétera.
Mamá, yo creo que casi siempre somos como mínimo tres en una relación. Por lo general hay otra persona más deambulando en tu vida, en la casa de al lado, en tu bandeja de correo, en Meetic, al otro lado del mundo, en tus sueños o fantasías, en tu pasado, en tu futuro, pero existe. Lo que pasa es que no a todos les funciona hacer eso visible e incorporarlo libremente en la dinámica de sus vidas. Hay a quienes la infidelidad les funciona mejor. Yo he probado ya varias cosas y esto me gusta porque, aunque no es fácil, me divierte, me hace feliz, me conmueve, me desafía, me radicaliza, me hace crecer. Nos amamos, convivimos, criamos.
Mamá, el amor, aunque tenga formas raras o diferentes, siempre genera más amor. Lo acabamos de ver con la familia de Rocío. Y sé que será igual con la nuestra y la de Jaime. ¡Será un bebé con tres abuelas y tres abuelos! Sé que no es fácil de entender, que provoca miedos y dudas en quienes nos quieren. Debes saber que nuestro mayor esfuerzo desde el principio ha sido cuidarnos y cuidar de quienes nos rodean. Procuramos que nuestro amor tienda a crecer y a incluir y nunca a encerrarse en sí mismo. De ese esfuerzo y ese amor nacerá esta criatura, a quien quizá puedas esperar con tanta ilusión como nosotros.
Nos hemos comprado una cama enorme, entramos cinco cómodos. Jajajaja. No te angusties, no tenemos pensado invitar a nadie más. Pero queremos que el bebé duerma en los primeros meses con nosotros y si un día Lena quiere venirse a dormir también. Trabajamos en casa. Nos turnamos para cocinar. En cuanto a logísticas varias y cuidados, es mejor ser tres que dos. Nos organizamos para llevar y recoger a Lena del colegio. Nos wasapeamos entre todos. Vemos películas, vamos al parque, hacemos algún picnic, salimos de fiesta si conseguimos dejar a Lena con alguien. Apoyamos los eventos del colectivo. Vamos a manifestaciones.
No juzgo a ninguna familia, menos si es una familia que se asume como feliz hacia dentro y no hacia afuera. Qué concha enorme tendría que tener para ponerme a juzgar cómo conviven los demás. Coincido con el chico de la familia poliamorosa en que todas las familias son disfuncionales, siempre lo he pensado y basta echar un vistazo a la nuestra o a la de Jaime para concluir que no tienen nada de normal. Y claro que infinidad de veces la falta de honestidad, la mentira, la violencia, la duda, la doble vida en general en nuestras familias, nos han enfermado también a los hijos, como dices, en cuerpo y alma. Lo otro no enferma mamá, la confianza, la sinceridad, la transparencia, el diálogo real entre padres e hijos no enferma, más bien fortalece, cuida, cura. ¿Qué es lo normal, por otro lado?
Por eso quiero que estés tranquila, porque sé que te preocupa Lena. Pero no subestimemos a los niños. La gente habla porque no conoce de cerca la vida de la gente. Si viviéramos en la misma ciudad podrías ver lo natural que es todo para ella, cómo la rodeamos de la seguridad, la alegría y el amor que necesita en nuestro núcleo tan especial y en nuestro hogar ampliado. Esto es innegociable. Si no fuera así, entonces sí sería una locura, sí sería un fracaso. Creo, espero, deseo que estemos dándole las armas para formar, como bien dices, su propia conciencia crítica y tomar sus decisiones. Es lo que ustedes hicieron por mí, mi mayor tesoro. Lo mismo esperamos hacer con nuestro nuevo bebito. Le vamos a llamar Amaru. Lena está ilusionadísima. Todos los días besa la panza de Rocío y salta de alegría. No te imaginas nuestra emoción.
Gabriela, tu poíta.
Me ha tomado un par de horas asimilar tu carta. Ha sido motivo de una conversación con tu padre sobre nuestras ideas y sentimientos. Ahora sólo puedo volver a sentir lo que siempre me haces sentir desde que eras niña, tu capacidad de sorprenderme, de cómo estiras la vida a tus modos, a tus búsquedas, a tus sueños, a tu imaginación, asumiendo riesgos con su costo/beneficio, producto de tu modo de entender la felicidad. Ayer el poliamor, hoy un embarazo de a tres, mañana una maternidad de a dos y un padre de una criatura deseada. Me pintas la felicidad que te da tu vida forjada con mucho valor.
Hija mía, sólo puedo seguir rogando, como hace toda madre, que estés siempre protegida en los caminos que tomes, que no sufras, que no hagas sufrir a otros, que siempre seas de buen corazón y que tu desarrollo personal que ha descubierto el lugar que ocupa una comunidad amical y política, te haga crecer como ser humano, miembro de una tribu en la que es menos probable la soledad —aunque pensando a estas alturas de la vida, pienso que la soledad es un estado necesario para encontrarnos a nosotras mismas—. No olvides la lección de tu abuelo, nunca se quejó de la pobreza, pero nos sacó de ella con su esfuerzo e inteligencia, con su amor a la vida y su buen humor, que hizo mil oficios y se inventó mil cuentos chinos.
No debiste esperar tanto tiempo para contarnos, al final ya sabes que soy sacerdotisa mochica, y cuando hay muchos silencios tuyos, me preocupo no en vano, y bueno, vuestras decisiones parece que han sido muy pensadas y muy conversadas, entre ustedes y con la participación de Lena. Yo sólo puedo decir que soy tu madre, que te quiero, que ruego para que puedas sostener tus sueños. Hablo por ti, no puedo hablar por Jaime y por Rocío, a quienes he aprendido a querer porque tú los quieres.
Los esperamos, que ésta es tu casa también. A Jaime y Rocío que serán padres de un nuevo miembro de tu familia, diles que arreglaré el cuarto para que los tres estén cómodos, pondré plantas y flores para que acerquemos la naturaleza a la nueva personita que vendrá.
Será bueno tener más hijos que nos cuiden y nietos que cuidar. Por ejemplo, podremos ir a caminar juntos tempranito, y dar por lo menos cuatro vueltas al parque, y haremos juntos el menú para comer sano, con recetas que lleven verduras ricas y carnes y pescados evitando grasas. Eso no será sólo bueno para nosotros, sino en especial para tu hernia, Gabriela, y para Rocío, que es super cuidadosa con su alimentación. Hasta Jaime tendrá que comer verduras y no tanto arroz para seguir la línea de la dieta sana. Y claro, Lena incorporará más verduras a su dieta, contagiada por nosotros.
Conversé con mi amiga Rosa Dominga, la monja Maryknoll, feminista y de mente abierta a todo lo nuevo, sobre vuestro modo de llevar el poliamor, y, como siempre, fue comprensiva y abierta, pues lo que más enfatizó es que las búsquedas en materia de uniones trascienden la noción de naturaleza que tenemos, pues mucho de lo que llamamos natural, en realidad es cultural. Lo bueno es que ella nos conoce y nos ama.
Un abrazo grande y prolongado, hija mía, acaricio tus cabellos y coloco tu cabeza en mi pecho para que el latido de mi corazón, rítmico y sereno, te diga que mi amor no es negociable.
Elsi.
Imagen de portada: Omar Gámez, Euri y Nacho, 2010