Las obras de Giovanni Fabián Guerrero (Cherán, Michoacán, 1993) están influidas por su contexto, la vida cotidiana de su comunidad cheraní, en donde el bosque es el escenario místico y simbólico del universo. En lengua p’urhepecha bosque significa “lugar de sustos”, en ese sitio las ancianas sabias crean los ritos mágicos de sanación y otras prácticas más oscuras; allí se encuentran los secretos, lo sagrado y lo más poderoso que guarda el territorio. En su obra se despliegan escenas sobrenaturales con múltiples personajes que se encuentran en un estado de alteridad entre el universo mágico y el mundo real. La obra propone una perspectiva atemporal para crear una conexión espiritual a través de identidades extra humanas: deidades, aliados, ancestros, animales, plantas medicinales, la milpa, los hongos, figuras prehispánicas que vienen del pasado para hacerse presentes. En el trabajo visual de Giovanni, la magia reorganiza un universo desordenado en donde representa a las Sikuames (también conocidas como brujas), mujeres que entran en contacto con fuerzas sobrenaturales, que tienen el poder de ejercer y dotar de propiedades mágicas a objetos y amuletos para las ceremonias más personales y misteriosas; a las Xurhiskis, “sanadoras del cuerpo y alma” que se enfocan en curaciones tradicionales por medio de plantas y animales; y asimismo, están presentes los ancianos, personas sabias que simbolizan la transmisión de conocimiento a las nuevas generaciones y forman parte de las estrategias cosmopolíticas de las sociedades indígenas contemporáneas para la conservación de la memoria. La pintura, el performance, la instalación y las esculturas de Giovanni emergen de una crónica visual y cosmológica que cuestiona el poder de la palabra como camino único para traer al presente propiedades mágicas, y propone una dimensión estética, una alegoría de la vida y la muerte que habitan este mundo.
Imagen de portada: T´arhe Chupíri en la cueva de Kukundikata, 2019. Talla de madera de aguacate quemada, esmalte y mecha