En 1578 llegó Juan de Yepes al convento del Calvario, en Beas de Segura, luego de haberse fugado de la prisión de Toledo, donde había sido confinado debido a las disputas entre carmelitas calzados y descalzos. Si bien ya desde el cautiverio había comenzado a prefigurar algunos de sus mejores poemas, fue en este tiempo cuando pudo entregarse a la contemplación y a la soledad —las cuales permiten “sacar al espíritu que hay encerrado en las criaturas”—, y comenzó entonces su más fértil etapa creadora, que se prolongó diez años más, entre idas y venidas por diversos conventos enclavados en los paisajes naturales de Andalucía
Noche oscura
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.
A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!,
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedeme, y olvideme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Versillos del Monte de Perfección
Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada. Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas. Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees, has de ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres. Cuando reparas en algo dejas de arrojarte al todo. Para venir del todo al todo, has de dejarte del todo en todo. Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer. Cuando ya no lo quería, téngolo todo sin querer. Cuanto más tenerlo quise, con tanto menos me hallo. Cuanto más buscarlo quise, con tanto menos me hallo. Cuanto menos lo quería, téngolo todo sin querer. Ya por aquí no hay camino, porque para el justo no hay ley; él para sí se es ley.
Fuente: San Juan De la Cruz, Poesías, Ma. Jesús Mancho Duque (ed.), consultado en “Clásicos hispánicos”, Centro Virtual Cervantes, el 23 de noviembre de 2018.