Manifiesto cíborg

Selección

Robots / dossier / Febrero de 2023

Donna J. Haraway

Traducción de: Kaótica Libros

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Cíborgs: un mito de identidad política

[…] El yo es Aquel que no puede ser dominado, que sabe que mediante el servicio del otro es el otro quien controla el futuro; cosa que sabe a través de la experiencia de la dominación, que proporciona la autonomía del yo. Ser Uno es ser autónomo, ser poderoso, ser Dios; pero ser Uno es ser una ilusión y, por lo tanto, verse envuelto en una dialéctica de apocalipsis con el otro. Más aún, ser otro es ser múltiple, sin límites claros, deshilachado, insubstancial. Uno es muy poco, pero dos son demasiados.

​ La cultura de la alta tecnología desafía esos dualismos de manera curiosa. No está claro quién hace y quién se hace en la relación entre el humano y la máquina. No está claro qué es la mente y qué el cuerpo en máquinas que se adentran en prácticas codificadas. En tanto que nos conocemos a nosotras mismas en el discurso formal (por ejemplo, la biología) y en la vida diaria (por ejemplo, la economía doméstica en el circuito integrado), encontramos que somos cíborgs, híbridos, mosaicos, quimeras. Los organismos biológicos se han convertido en sistemas bióticos, en máquinas de comunicación como las otras. No existe separación ontológica, fundamental en nuestro conocimiento formal de máquina y organismo, de lo técnico y de lo orgánico. La copia exacta de Rachel en el filme Blade Runner de Ridley Scott es la imagen del miedo, del amor y de una confusión ante la cultura cíborg.

©Nicole Chaput, *Insoportablemente bella*, de la serie *Swollen Paintings/Pinturas hinchadas*, 2021. Cortesía de la artista©Nicole Chaput, Insoportablemente bella, de la serie Swollen Paintings/Pinturas hinchadas, 2021. Cortesía de la artista

​ Una consecuencia es que nuestro sentido de conexión con nuestras herramientas se halla realzado. El estado de trance experimentado por muchos usuarios de ordenadores se ha convertido en un elemento esencial de las películas de ciencia ficción y de chistes culturales. Quizás los parapléjicos y otras personas con discapacidad grave puedan (y a veces lo hacen) tener las experiencias más intensas de compleja hibridación con otros artefactos para la comunicación.1 La obra prefeminista The Ship Who Sang (“El barco que se hundió”, 1969) de Anne McCaffrey exploraba la conciencia de un cíborg híbrido del cerebro de una muchacha y de una complicada maquinaria formada tras el nacimiento de una niña con una discapacidad física grave. El género, la sexualidad, la encarnación, las capacidades, todo estaba reconstituido en esta historia. ¿Por qué nuestros cuerpos deberían terminarse en la piel o incluir, como mucho, otros seres encapsulados por esta? A partir del siglo XVII, las máquinas podían ser animadas: recibir almas fantasmales que las hicieran hablar o moverse o ser responsables de sus movimientos ordenados y de sus capacidades mentales. También los organismos podían ser mecanizados: reducidos al cuerpo entendido como un recurso de la mente.

​ Estas relaciones entre máquina y organismo son anticuadas, innecesarias. Para nosotras, en la imaginación y en otras prácticas, las máquinas pueden ser artefactos protésicos, componentes íntimos, partes amigables de nosotras mismas. No necesitamos un holismo orgánico que nos dé una totalidad impermeable, la mujer total y sus variantes feministas (¿mutantes?). […]


Los monstruos han definido siempre los límites de la comunidad en las imaginaciones occidentales. Los centauros y las amazonas de la Grecia antigua establecieron los límites de la polis central del ser humano masculino griego mediante su disrupción del matrimonio y las contaminaciones fronterizas del guerrero con animales y mujeres. Gemelos no separados y hermafroditas eran el confuso material humano en la temprana Francia moderna que basaba el discurso en lo natural y en lo sobrenatural, en lo médico y en lo legal, en portentos y en enfermedades, todo ello de suma importancia para el establecimiento de la identidad moderna.2 Las ciencias evolucionistas y del comportamiento de los monos y simios han marcado las múltiples fronteras de las identidades industriales de finales del siglo XX. En la ciencia ficción feminista, los monstruos cíborgs definen posibilidades políticas y límites bastante diferentes de los propuestos por la ficción mundana del Hombre y de la Mujer.

​ Considerar seriamente la imaginería de los cíborgs como algo más que nuestros enemigos tiene sus consecuencias. Los cuerpos son mapas de poder e identidad y los cíborgs no son una excepción. Un cuerpo cíborg no es inocente, no nació en un jardín; no busca una identidad unitaria y, por lo tanto, genera dualismos antagónicos sin fin (o hasta que se acabe el mundo), se toma en serio la ironía. Uno es poco y dos es solo una posibilidad. El placer intenso que se siente al manejar las máquinas deja de ser un pecado para convertirse en un aspecto de la encarnación. La máquina no es una cosa que deba ser animada, trabajada y dominada, pues la máquina somos nosotros, y nuestros procesos son un aspecto de nuestra encarnación. Podemos ser responsables de las máquinas, ellas no nos dominan, no nos amenazan. Somos responsables de los límites, somos ellas. Hasta ahora (érase una vez), la encarnación femenina parecía ser dada, orgánica, necesaria, y parecía significar las capacidades de la maternidad y sus extensiones metafóricas. Solo estando fuera de lugar podíamos sacar un placer intenso de las máquinas con la excusa de que se trataba de una actividad orgánica apropiada para las mujeres. Los cíborgs pueden considerar más seriamente el aspecto parcial, fluido del sexo y de la encarnación sexual. El género, después de todo, podría no ser la identidad global, incluso si tiene amplitud y profundidad histórica.

©Nicole Chaput, *A wound with 9 holes*, 2022. Cortesía de la artista©Nicole Chaput, A wound with 9 holes, 2022. Cortesía de la artista

​ La pregunta, profundamente ideológica, de qué es lo que cuenta como experiencia en la actividad diaria, puede ser abordada mediante la explotación de la imagen del cíborg. Las feministas han proclamado que las mujeres viven el día a día, que soportan la vida diaria más que los hombres y que, por lo tanto y potencialmente, están en una posición epistemológica privilegiada. Existe un aspecto convincente en esta posición que hace visible la actividad no valorada de las mujeres y que se caracteriza por ser la base de la vida. Pero, ¿la base de la vida? ¿Qué hacemos con la ignorancia de las mujeres, con todas las exclusiones y fallos en el conocimiento y en la habilidad? ¿Qué del acceso masculino a la competición diaria, de saber cómo construir cosas, cómo desmontarlas, cómo jugar? ¿Qué pasa con otras realizaciones? El género cíborg es una posibilidad local que cumple una venganza global. No existe impulso en los cíborgs para producir una teoría total, pero sí una experiencia íntima de las fronteras, de su construcción y de su deconstrucción. Existe un sistema de mitos a la espera de ser un lenguaje político que sirva de semilla a una forma de mirar la ciencia y la tecnología y que amenaza a la informática de la dominación, para actuar poderosamente.

​ Una última imagen: la política holística organísmica y de organismos depende de las metáforas del renacimiento e, invariablemente, se basa en los recursos del sexo reproductivo. Quisiera sugerir que los cíborgs tienen más que ver con la regeneración y desconfían de la matriz reproductora y de la mayoría de las natalidades. Para las salamandras la regeneración tras la pérdida de un miembro requiere el nuevo crecimiento de la estructura y la restauración de la función con la constante posibilidad de hermanamiento o de cualquier otra extraña producción topográfica en el sitio de la herida. El miembro crecido de nuevo puede ser monstruoso, duplicado, poderoso. Todas nosotras hemos sido profundamente heridas. Necesitamos regeneración, no renacimiento, y las posibilidades que tenemos para nuestra reconstitución incluyen el sueño utópico de un mundo monstruoso sin géneros.

©Nicole Chaput, *Siamesas subcutáneas*, de la serie *Swollen Paintings/Pinturas hinchadas*, 2022. Cortesía de la artista©Nicole Chaput, Siamesas subcutáneas, de la serie Swollen Paintings/Pinturas hinchadas, 2022. Cortesía de la artista

​ La imaginería cíborg puede ayudar a expresar dos argumentos cruciales en este trabajo: primero, la producción de teorías universales y totalizadoras es un grave error que se sale probablemente siempre de la realidad, pero sobre todo ahora. Segundo, aceptar responsabilidades en las relaciones entre ciencia y tecnología significa rechazar una metafísica anticientífica, una demonología de la tecnología y también asumir la difícil tarea de reconstruir los límites de la vida diaria en conexión parcial con otros, en comunicación con todas nuestras partes. No es solo que la ciencia y la tecnología son medios posibles para una gran satisfacción humana, así como una matriz de complejas dominaciones, sino que la imaginería del cíborg puede sugerir una salida del laberinto de dualismos en el que hemos explicado nuestros cuerpos y nuestras herramientas a nosotras mismas. No se trata del sueño de un lenguaje común, sino de una poderosa e infiel heteroglosia. Es el sueño de un lenguaje feminista que infunda miedo en los circuitos de los “supersalvadores” de la nueva derecha. Significa al mismo tiempo construir y destruir máquinas, identidades, categorías, relaciones, historias del espacio. A pesar de que ambos están atados en este baile en espiral, prefiero ser un cíborg que una diosa.

Donna J. Haraway, Manifiesto cíborg, Kaótica Libros (trad.), Kaótica Libros, Madrid, 2020. Se reproduce con el permiso de la editorial.

Imagen de portada: ©Nicole Chaput, A wound with 9 holes, 2022. Cortesía de la artista

  1. James Clifford hace un canto a favor del reconocimiento de una continua reinvención cultural, la tozuda no-desaparición de los “marcados” por las prácticas imperializantes occidentales. 

  2. Page DuBois (Centaurs and Amazons, 1982), Lorraine Daston y Katherine Park, “Hermaphrodites in Renaissance Trancé”, Critical Matrix, 1985, vol. 1, núm. 5 y “Unnatural conceptions…”, Past and Present, 1981, núm. 92.