Lo único que hace posible la vida es una incertidumbre permanente e intolerable: no saber lo que viene a continuación. Ursula K. Le Guin
¿De qué estará hecho el futuro? ¿De árboles, de lagos y flores, de composta? ¿O será, por el contrario, un insaciable cementerio, un planeta desierto? ¿Será más respetuoso, más autosustentable, más cercano a la tierra, más colectivo o más rapaz e individualista? ¿Qué especies seguirán poblando el planeta y cuáles se habrán extinguido? ¿Cómo será la relación entre hombres y mujeres? ¿Seguirá existiendo el género? ¿Cómo andará nuestra salud? ¿Y nuestro tablero político? ¿Qué pasará con las distintas civilizaciones después de la pandemia? ¿Cómo será la realidad? ¿Virtual o analógica? ¿El futuro será un robot implantando órganos impresos en 3D en un solitario quirófano o una diminuta cámara de video surcando el universo a la velocidad de la luz? ¿Conseguiremos por fin hacer viajes en el tiempo? ¿Cómo serán las máquinas que habremos inventado? ¿Para qué nos serviremos de ellas? ¿Qué humanos o qué sistemas se servirán, a su vez, de nosotros? ¿Qué podemos hacer mal y qué podemos hacer bien? ¿Qué eventos decidiremos registrar y cuáles olvidar? ¿Qué relación tendremos con la memoria, con el almacenamiento de recuerdos? ¿Alguien puede, a través de los sueños o de las artes adivinatorias, predecir el porvenir, evitarlo, modificarlo? ¿Existe realmente el futuro o es verdad, como aseguran los místicos de todas las tradiciones, que sólo tenemos el ahora? ¿Se puede hablar de ese tiempo o siquiera pensar en él si no es con interrogantes?
Imagen de portada: Fotografía de Thanos Pal. Unsplash. CC.