Una foto siempre es invisible, afirmaba Roland Barthes. En ella sólo vemos al referente fotográfico que, repetido ad infinitum, se libera de sí mismo; el referente alcanza en la imagen un tiempo que ya no le es propio. La cámara no es una extensión del ojo, sino una suplantación de éste, y las fotografías son evocaciones, ideas, embustes para la mirada cuya percepción del mundo transforman las imágenes. La experiencia fotográfica se vive como un luto porque revive lo que nunca más podrá repetirse existencialmente; y al final una fotografía no le pertenece ni al que la toma ni al que la mira, ni al que es retratado. Welcome to Paradise es un proyecto fotográfico que Oswaldo Ruiz realizó a lo largo de cuatro años en varias partes del país. Su intención era crear, a partir de espacios urbanos y ruinas, imágenes con un registro de ciencia ficción para retratar el tiempo como un elemento perceptible en el espacio. Oswaldo Ruiz (Monterrey, 1977) se graduó como arquitecto en la Universidad Autónoma de Nuevo León y al empezar a estudiar fotografía le fue interesando menos construir el espacio que observarlo y retratarlo; el paso de una disciplina a la otra fue una transición natural. Este proyecto nació en la Ciudad de México, donde Oswaldo Ruiz buscó fábricas abandonadas o ya casi obsoletas, en zonas como la Industrial Vallejo, donde el término “modernidad” constituye una fractura histórica que proyecta simultáneamente la ciudad hacia el pasado y hacia un futuro que ya está en ruinas desde ahora. Ruiz exacerbó esta conjunción de anacronismos y la trasladó a edificios nuevos, estacionamientos vacíos, salas de espera todavía no inauguradas, a superestructuras de concreto como el segundo piso del Periférico, los cuales caducan tan pronto como empiezan a operar, y a los que él llama antimonumentos. También trabajó en áreas rurales como San Gabriel, Jalisco —el llano en llamas de Rulfo—, donde fotografió la transformación brutal del paisaje por la industria agroalimentaria, y en la Bahía de Boca de Iguanas, también en Jalisco, donde exploró un hotel destruido en un entorno paradisiaco bajo condiciones muy diversas de luz. Oswaldo me contó que “la fábrica que aparece aquí es la fábrica original de Cementos Mexicanos, en la ciudad de Monterrey, de donde soy originario; si bien parece abandonada, la fábrica está en completo funcionamiento, pero el punto de vista, al situarme en un terreno baldío, permite esta ficción sobre el posible abandono futuro. Me interesaba mucho retratar el origen de las construcciones, la fuente misma del concreto, y mostrarla rodeada de una naturaleza de aspecto apocalíptico le daba también un sentido especial”. Así, al ver estas fotografías no sabemos si los espacios están abandonados, en qué país se encuentran, a qué época pertenecen. Oswaldo Ruiz construye con sus imágenes una narrativa generadora de tensión y suspenso, claramente vinculada al cine y a las promesas que la modernidad incumplió. Estas fotografías son escenas muy lentas, planos secuencia que interrogan a sus posibles testigos sobrevivientes: ¿cómo llegaron a ser inoperantes estos sitios construidos para satisfacer las masas? ¿Cómo pudo acabar con la humanidad el progreso que debía emanciparla? ¿Cómo es que nadie pudo impedirlo? Ante el silencio, nuestra desaparición exige volver a la imagen. Barthes estaría de acuerdo en que la fotografía sólo adquiere valor pleno con el paso del tiempo, con la desaparición irreversible del referente, con la muerte del sujeto fotografiado.