El DMT se ha usado durante siglos en distintas culturas indígenas sudamericanas para preparaciones chamánicas, como la ayahuasca, y se encuentra presente en ciertos snuffs (preparados que se inhalan por la nariz). Sin embargo, en los últimos años ha comenzado a aumentar el interés público por esta sustancia, pues a pesar de que existe en la naturaleza, también es un compuesto endógeno cuyas funciones estudiamos y estamos comenzando a comprender. Aunque el químico alemán Richard Manske sintetizó en 1931 DMT a partir del triptófano y en 1946 el microbiólogo brasileño Oswaldo Gonçalves de Lima descubrió que es un alcaloide natural en diversas plantas, sus propiedades psicoactivas se ignoraron en occidente hasta que en 1953 el doctor Stephen Szára, físico y químico húngaro interesado en la investigación de la bioquímica de la esquizofrenia, comenzó a estudiar el efecto del DMT en voluntarios humanos —y en sí mismo— y redescubrió sus propiedades psicoactivas. Así se abrió una puerta para que durante las décadas siguientes se investigara y publicara sobre la molécula y se dilucidara su papel en las enfermedades mentales, los metabolismos de las enzimas que generan su biosíntesis en el cerebro, su profunda relación con la serotonina, las fases de los sueños, las funciones “normales” y “extraordinarias” del cerebro y sus efectos sobre la conciencia. El estudio del DMT coincidió con el auge del movimiento hippie y psicodélico-psiconáutico. Personajes como Timothy Leary y Terence McKenna contribuyeron a su popularización, de la mano del LSD y los hongos psilocibes, y fueron un elemento clave de futuras ideologías e hibridaciones espirituales de carácter new age y neoesotérico. Un par de décadas después, con la explosión del turismo de ayahuasca en países como Brasil, Perú y Colombia, se diseminaron por el mundo saberes y conocimientos en torno a las preparaciones chamánicas como el yagé o ayahuasca, un producto que combina plantas ricas en DMT como chacruna (Psychotria viridis) con plantas como la Banisteriopsis caapi, que es rica en alcaloides de harmalina, inhibidora de la enzima monoamino oxidasa (IMAO), la cual se encarga de catalizar la oxidación de monoaminas y la degradación de los neurotransmisores, por lo que al combinarlas el DMT se hace activo oralmente e incrementa la duración de la poderosa experiencia psicoactiva. La popularización de esta combinación botánica y la publicación en línea de manuales de extracción casera de DMT a partir de plantas como la Acacia acuminata y la Mimosa hostilis llevó a que en todo el mundo —en particular en contextos urbanos y occidentales— se desarrollaran nuevos métodos de extracción, combinación y uso. Hay quien lo aspira en vaporizaciones del cristal puro de DMT o infusionado en plantas IMAO, lo que popularmente se conoce como “changa”, y hay quien lo ingiere en “pharmahuasca” (cápsulas de sales orgánicas que se elaboran con base en DMT y alguna de estas combinaciones de plantas) o “anahuasca” (como se llama genéricamente a los brebajes elaborados con diferentes plantas que no se reconocen tradicionalmente como “plantas maestras” pero que contienen DMT y se mezclan con otras plantas ricas en IMAO). De acuerdo con el libro del etnofarmacólogo Jonathan Ott Análogos de la ayahuasca, estas combinaciones podrían considerarse infinitas puesto que son propiedades que se encuentran presentes en un inmenso arsenal botánico por todo el mundo.
La mística del DMT adquirió una nueva dimensión con la publicación, en 2001, de DMT: The Spirit Molecule: A Doctor’s Revolutionary Research into the Biology of Near-Death and Mystical Experiences (DMT: La molécula del espíritu. Las revolucionarias investigaciones de un médico sobre la biología de las experiencias místicas y cercanas a la muerte) del doctor Rick Strassman, producto de cinco años de investigación en la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos. Inspirado en la metafísica budista de El libro tibetano de los muertos, propone que el DMT es producido y contenido por la glándula pineal y se activa en el día 49 de gestación del embrión, debido a que es el tiempo que le toma al alma reencarnar. Strassman, que bautizó el DMT como la “molécula espiritual”, lo considera el conducto entre la vida y la muerte y le atribuye la capacidad para entrar en contacto con entidades y otras experiencias místicas. Así creó una narrativa que articula lo científico y lo espiritual y a su vez crea nuevos mitos, discursos e interpretaciones que vincularon el DMT con diversas prácticas de la industria cultural y del entretenimiento. El nodo que hoy articula las diferentes vertientes y proyectos que se entreveran en el uso del DMT, tanto en ámbitos científicos como psiconáuticos y new age, es el impacto de su experiencia subjetiva. Desde los primeros estudios realizados por Szára en la década de los años cincuenta hasta los más actuales que pasan por los de Strassman y el doctor Steven Barker coinciden en que el DMT puede considerarse una gran herramienta para conocer las posibilidades de la mente y la conciencia. El consumo de DMT vaporizado produce poderosas experiencias subjetivas comparables a las de los sueños y el éxtasis, que todos estos estudios registran en forma de experiencias fuera del cuerpo y cercanas a la muerte; viajes a otras realidades y mundos; contacto con entidades inorgánicas descritas como espíritus, “animales de poder”, seres elementales de la naturaleza, alienígenas, dioses y ancestros; profundas referencias a la clarividencia y telepatía, y visiones de característicos patrones y formas geométricas. Estas experiencias, que dependen de un set and setting (un estado de ánimo y un contexto físico determinados) y varían de persona a persona, suelen ser impredecibles y no pueden colocarse en categorías fijas. Y sin embargo, siempre hay un rasgo común: la adquisición de conocimiento a través de la experiencia directa. El siguiente testimonio da un ejemplo de esto:
Tenía la predispuesta idea de que el DMT me llevaría a conocer otras entidades gracias a la síntesis de experiencias leídas en el libro del doctor Strassman, pero me encontré bien recibida por mí misma. Millones de ojos me envolvieron girando en círculos concéntricos, mientras mi cuerpo se desintegraba y tomaba ritmo con mi respiración, que era palpable como un toroide por todo mi cuerpo. Sin perder el sentido de la unidad, entré en un dodecaedro que me reveló una caja de conocimiento. Infinidad de símbolos enormes, flotantes y cambiantes me fueron mostrados a una velocidad acelerada; me encontraba intentando comprender el origen del todo, pero sólo podía disfrutar y agradecer que me hubieran sido siquiera revelados o bien activados (G. R., 34 años, comunicación personal, febrero de 2020).
Las posibilidades del DMT para la experiencia humana son amplias y muy profundas, ya que no sólo se limitan a catalizar una experiencia religiosa, terapéutica o psicodélica sino que a menudo son vistas como una combinación de todas éstas. Para ilustrarlo retomo un testimonio que da cuenta del proceso de sanación de un trauma por violación sexual mediante la intervención de “seres extraterrestres” durante una sesión de inhalación de changa:
Fui víctima de una violación cuando era niña, y ese daño siempre estuvo presente en mi vida y era algo que no me dejaba disfrutar la vida […] cuando probé la changa por primera vez tuve una experiencia increíble con unos seres extraterrestres muy altos que llegaron a sanarme, eran seres de luz con dedos y extremidades muy largas. Ellos se acercaron a mí y empezaron como a mandarme su energía hacia mi cuerpo y yo sabía que me estaban curando […] al regresar del viaje me sentía muy tranquila y contenta de haberlo experimentado, pero la experiencia no se quedó allí, sino que al otro día pude notar cómo salió algo muy extraño de mi vagina, algo que jamás había visto, y en ese momento sentí que se había desprendido ese mal que se había materializado en mi sexualidad, y que gracias al proceso de sanación con la changa pude expulsarlo (E., 29 años, comunicación personal, septiembre de 2019).
A pesar de que el DMT ha aparecido en contextos no rituales ni tradicionales, no podemos catalogarlo como una droga recreativa, porque la potencia de la experiencia que produce y su impacto en quienes la consumen es incomparable con el de drogas estimulantes como la cocaína o el éxtasis. Estudios como el de “Cambios en el perfil de valores tras una experiencia con ayahuasca”, realizados en poblaciones heterodoxas por el antropólogo Josep Ma. Fericgla, han comprobado la eficacia de la ayahuasca en condiciones bien controladas, como la presencia de un mediador, “guía” o chamán dentro de un contexto ritual que ayude a vehicular y enfocar la experiencia, para aumentar la empatía, la responsabilidad, la dilución del sentimiento de culpa y la disminución de la inadaptación social. Al igual que otras sustancias serotoninérgicas, el DMT tiene un gran potencial para convertirse en una herramienta terapéutica para tratar la depresión, el síndrome de estrés postraumático, la ansiedad e incluso, argumentan algunos autores, ayudar a controlar el consumo problemático de otras sustancias psicoactivas. Como ocurre con muchas sustancias que comenzaron a investigarse a lo largo del siglo XX y se volvieron populares como drogas recreativas durante la época de esplendor de los psicodélicos, la Convención Única sobre Estupefacientes de 1971 considera la N,N-dimetiltriptamina (DMT) una sustancia prohibida sin valor terapéutico y hace que resulte muy difícil obtenerla y conseguir autorización para usarla en investigaciones científicas. Pero, ¿cómo considerar prohibida una sustancia química que ya existe en el cerebro humano? Está claro que la prohibición se aplica a la versión sintética y no a la endógena, pero como ocurre con esta clase de sustancias, su poder para abrir lo que Aldous Huxley bien bautizó “las puertas de la percepción” puede ser una posibilidad única en la farmacopea humana y natural, y por lo tanto es un recurso invaluable para la investigación científica y, más ampliamente, para la empresa humana del conocimiento. Así, quizá sea necesario voltear y aprender del chamanismo, que lo ha usado históricamente sin interpretaciones cerradas. Ya sea que lo entendamos como un alcaloide o como la “planta-espíritu”, seguirá siendo, como siempre, un oráculo y un misterio.
Imagen de portada: Eugenia Loli, Duochrome Vinyl, 2017.