Cuarteto de Pompeya

Sexo / dossier / Julio de 2020

Fabio Morábito

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I

Nos desnudamos tanto hasta perder el sexo debajo de la cama,
nos desnudamos tanto que las moscas juraban que habíamos muerto.
Te desnudé por dentro, te desquicié tan hondo que se extravió mi orgasmo.
Nos desnudamos tanto que olíamos a quemado, que cien veces la lava volvió para escondernos.

II

Me hiciste tanto daño con tu boca, tus dedos, me hacías saltar tan alto
que yo era tu estandarte aunque no hubiera viento. Me desnudaste tanto que pronuncié mi nombre y me dolió la lengua, los años me dolieron.
Nos desnudamos tanto que los dioses temblaron, que cien veces mandaron las lavas a escondernos.

III

Te frotabas tan rápido los senos que dos veces caí en sus remolinos,
movías el culo lento, en alto, para arrearme a su negra emboscada,
su mediodía perenne. Abrías tanto su historia, gritaba su naufragio…
Nos desnudamos tanto que no nos conocíamos, que los dioses mandaron la lava a reinventarnos.

IV

Te desmentí de cabo a rabo devolviéndote a tus primeros actos,
te escudriñé profundo hasta escuchar la historia amarga de tu cuerpo,
pues sólo el amor sabe cómo llegar tan hondo sin molestar la sangre.
Esa noche la lava mudó el paisaje en piedra. Tú y yo fuimos lo único que se murió de veras.

En Pompeya, entre otros cuerpos petrificados por las lavas y cenizas de la erupción del Vesubio (año 79), se conservan los de un hombre y una mujer en el acto amoroso.

Tomado de La ola que regresa (poesía reunida), FCE, Ciudad de México, 2006.

Imagen de portada: Fragmento de pintura en la casa de L. Caecilius Jucundus en Pompeya, ca. 50-79 d. n. e. Fotografía de Carole Raddato