Libro bomba
El libro Apegos feroces de Vivian Gornick aparece en español con una brillante traducción de Daniel Ramos Sánchez en 2017, treinta años después de su publicación en inglés (Fierce Attachments: A Memoir, 1987), y a pesar de los años transcurridos en ese puente de tiempo, entre los dos idiomas, es una bomba hoy. Vivian Gornick nació y creció en el Bronx en 1935. Es escritora, periodista y una de las feministas clave en Estados Unidos; en los años setenta escribía crónicas sobre el movimiento para The Village Voice. En una entrevista cuenta que escribirlas cambió su vida cotidiana; además, entendió que su activismo no estaba en las calles y no se unió a grupos o a protestas: su activismo era la escritura. Ésta es la perspectiva de su obra. Por otro lado, la experiencia personal cruza sus numerosos ensayos, textos periodísticos y sus catorce libros, entre los cuales hay dos explícitamente autobiográficos, Apegos feroces y The Odd Woman and the City (2015, sin traducción al español). El primero ocurre en los paseos con su madre por las calles de Nueva York, y el segundo en los paseos solitarios de una mujer sin par que imagina las vidas de los demás, también en esa ciudad. En ambos libros hay líneas de tiempo paralelas a los paseos, las historias que ocurren en la memoria y en la imaginación (tal vez toca fingir por ahora que imaginación y memoria no son palabras sinónimas). En todo caso, los paseos dan pauta a ese otro transcurrir interno, el de imaginar otras vidas y recordar otros tiempos. El paseo tiene un camino caprichoso, irrepetible, que toma las desviaciones y distracciones del que pasea. La estructura de un libro puede compartir ese mismo deambular. Robert Walser y W. G. Sebald en el siglo XX llevaron el paseo y la narrativa autobiográfica a un nuevo espacio. Por ejemplo, me gusta mucho el momento en El paseo de Walser cuando alguien le recrimina al protagonista que siempre le ve paseando: “Pasear —respondí yo— me es imprescindible, para animarme y para mantener contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada”. Esta respuesta hermosa y que a la vez es el ADN del libro, tiene un pasado en el paseante de Walter Benjamin, el flâneur, el hombre que deambula por las calles de la metrópolis y en el acto va revelando las diferentes capas de una ciudad moderna y viva. W. G. Sebald, por otro lado, extrema al paseante con la narrativa autobiográfica. Vivian Gornick escribió un libro en el que está explícita su admiración por él, llamado The Situation and the Story (2001, sin traducción al español), cuyo título es el grueso de la idea del paseo y la narrativa autobiográfica. En Apegos feroces la situación es sencilla: una madre de 77 años y su hija de 45 pasean por las calles de Manhattan y durante las caminatas recuerdan su pasado. La historia del libro también es sencilla: la relación antagónica entre la madre y su hija, su pasado remoto en un edificio en el Bronx, la relación con sus vecinas. El padre de la protagonista muere, la madre se sume en un hondo luto, en una depresión densa que apenas le permite ver más allá de su dolor. La protagonista cuenta sobre sus matrimonios, sus divorcios y sus derrotas amorosas. Ése es el nuevo espacio al que llega Gornick en la caminata al lado de Benjamin, Walser y Sebald, la perspectiva feminista, ese foco, esa voz. La protagonista en este caso, por obvio que suene a nivel anecdótico, es una mujer independiente, no es la esposa de, la hija de, no es un personaje pasivo, no está a la espera de una llamada telefónica ni su vida gira en torno a ser deseada por los hombres. Hace unos días, deambulando entre las opciones de Netflix, un tanto más que por sus películas como leyendo lomos de libros más que leyendo uno, descubrí la categoría “Mujer fuerte en papel protagónico”. Aunque mi traducción no es muy buena, en mensajes de Whatsapp con una amiga, como pasa con los cubos de Rubik, vimos que es difícil poner todos los cuadros del mismo color con las palabras Strong Female Lead. ¿Strong es empoderada, fuerte o predominante? ¿Y si es un subgénero, cuál es el principal? Netflix ha hecho público que se vale de la información de los usuarios para definir sus categorías, sus series y películas más vistas y más populares del momento. Esas categorías evidencian otras, como las películas que nadie ve o por qué no podemos escoger entre “Un hombre con papel protagónico en un drama” o “Un hombre (otro) se liga a una serie de mujeres” o “Un hombre (otro, no el anterior) protagoniza una comedia”. Dejando de lado que este tipo de categorías normalizan el papel protagónico masculino, a la vez resaltan las historias con protagonistas fuertes; en ese sentido podríamos decir que Apegos feroces es en sí una categoría más extrema, más oportuna. En este libro los hombres pasean por los márgenes, el hermano de la protagonista apenas se menciona, el padre muere, los novios, los esposos figuran, pero no son el centro del libro. La protagonista, que es personaje y narradora, es también la escritora y son sus paseos (exteriores e interiores) los que llevan el curso de la historia. La protagonista pasea con su madre, discute, platica, se pelea tanto en el presente como en el pasado. Aparecen las referencias de las calles por las que caminan, como una sombra que desaparece por estar tan cerca del objeto que se apega a la realidad. El pasado al que van en el Bronx suele situarse en un edificio de 20 departamentos, cuatro por piso, en el que vivían sobre todo mujeres. Y la historia se centra puntualmente en este triángulo: la narradora Vivian, su madre y la vecina Nettie, que juega un papel central en el despertar sexual de la protagonista, una mujer que queda embarazada y enviuda al poco tiempo. Y este triángulo tiene tres verbos estelares: “Nettie quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer.” El luto de la madre hace que esté al centro de un escenario, su dolor la hace protagonista. El control que tiene Nettie sobre su cuerpo, la libertad de su vida sexual, la pone al centro de otro escenario. Y el despertar intelectual de la protagonista la pone en el centro de un tercero. En el libro, los tres escenarios son parte de un espacio más grande. Cuando la protagonista entra a la universidad, la madre deja de tener poder sobre ella, pero tiene un lazo emocional, a veces tenso, a veces cariñoso, a veces tierno, a veces explosivo. La protagonista conoce a Stefan, un pintor callado, mientras que ella es toda palabras, toda libros, y se casan en la fantasía común del arte pero no encajan ni química ni románticamente. Tiene un matrimonio infeliz que no dura mucho. Más adelante inicia una relación que dura seis años con Joe Durbin, un sindicalista casado, con hijos. En los paseos, la madre le recrimina que es divorciada y que no puede tener una relación con un hombre cuerdo. A lo largo del libro hay un continuo análisis de sus relaciones con su madre, con los demás, es decir, con el mundo y, sobre todo, consigo misma. Madre e hija están en constante contrapunto, aunque en el presente ambas son solitarias y pasean con ese sentimiento de aislamiento, y por más cerca que estén la una de la otra, por mucho que se conozcan, hay un punto que se ignora: “Mi madre no parece joven ni vieja, sólo profundamente absorta por lo terrible de lo que ve ante sí y yo no sé qué soy a sus ojos”. Esa incertidumbre, ese espacio inaccesible que apenas se puede bordear con palabras es tal vez uno de los puntos altos de la literatura. Este libro es capaz de hacer eso treinta años después, sumado a que estamos en tiempos turbulentos en los que hay un promedio de doce feminicidios diarios en Latinoamérica, siete de los cuales ocurren en México, en los que en todo momento surgen abusos sexuales contra mujeres en distintos sectores (este año se cancela, por ejemplo, el Nobel de literatura porque su jurado ha estado involucrado en escándalos), hablamos un idioma que todavía distingue entre señora y señorita en función de un matrimonio heterosexual, en un medio en el que se publican obras sin literatura con perspectivas misóginas. Este libro, además de su brillo literario, llega cuando estamos cansadas de otra historia, otra noticia en la que un hombre en papel protagónico dirige el rumbo a su favor.
Imagen de portada: Vivian Gornik, 2015. Fotografía de Mitch Bach.