En tiempos recientes se han encontrado tablillas de bambú con fragmentos de lo que hoy se conoce como el Tao Te Ching, que han reavivado la polémica sobre su origen y dan cuenta de lo poco que sabemos sobre una de las obras fundadoras de la doctrina taoísta. Su influencia se extiende al budismo y al confucionismo. El texto reúne un conjunto de reglas, con un tono poético, que dictan el modo de vivir en virtud de acuerdo con el Tao, un símbolo intraducible a nuestro contexto y al que sólo nos podemos aproximar para darnos una idea de a qué se refiere; de ahí que interpretaciones del símbolo como “el Uno”, “el Camino”, “el Origen” o “la Divinidad” no terminen por reflejar la amplitud de su significado.
Capítulo I
El Camino que puede expresarse no es un Camino Invariable; los nombres que pueden nombrarse no son nombres invariables. Fue de lo Innominado que el Cielo y la Tierra surgieron;
lo nombrado es la madre que cría a las diez mil criaturas, cada una según su género.
Verdaderamente: “Sólo quien se libera eternamente del deseo podrá ver las Esencias Secretas”;
quien jamás se liberó del deseo podrá ver solamente los Resultados.
Estas dos cosas salieron del mismo molde, pero no obstante son diferentes en nombre.
A este “mismo molde” sólo podemos llamarlo el Misterio,
o más bien lo Más Oscuro que cualquier Misterio,
la Puerta de donde salieron todas las Esencias Secretas.
Capítulo VI
El Espíritu del Valle nunca muere.
Se llama la Mujer Misteriosa.
Y la Puerta de la Mujer Misteriosa
es la base de la que el Cielo y la Tierra surgieron.
Está allí, dentro de nosotros, todo el tiempo;
saca de él cuanto quieras, jamás se seca.
Capítulo XI
Ponemos veinte rayos juntos y a eso lo llamamos rueda;
pero es del espacio donde no hay nada que
depende la utilidad de la rueda.
Revolvemos la arcilla para hacer un vaso;
pero es del espacio donde no hay nada que
depende la utilidad del vaso.
Perforamos puertas y ventanas para hacer una casa;
y es de estos espacios donde no hay nada que
depende la utilidad de la casa.
Por tanto, así como nos beneficiamos con lo que es,
hemos de reconocer la utilidad de lo que no es.
Capítulo IV
El Camino es como un vaso vacío que empero puede ser trasegado desde fuera necesitando ser llenado siempre. Es sin fondo; el progenitor mismo de todas las cosas en el mundo. En él toda agudeza se embota, todos los enredos se desatan, todo resplandor se mitiga, todo polvo se suaviza. Es como una alberca profunda que jamás se seca. ¿Es también el hijo de algo más? No podemos decirlo. Pero como una imagen insustancial existió antes del Antepasado.
Fuente: Arthur Waley, El camino y su poder. El Tao Te Ching y su lugar en el pensamiento chino, Héctor Morel (trad.), Kier, Buenos Aires, 1979. Traducción de Héctor V. Morel sobre la versión en inglés de Arthur Waley
Imagen de portada: Lao Tse. Ilustración de Widodo distribuida por Wikimedia Commons bajo licencia CC BY-SA 3.0