La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) lanzó una campanada de alerta para Honduras: en un informe elaborado en conjunto con el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) se advierte que en 2023 el impacto del fenómeno El Niño en el país centroamericano puede llegar a ser catastrófico.1 Es probable que la falta de lluvias y las altas temperaturas golpeen la producción de granos importantes como el maíz, que es parte esencial de la dieta de los hondureños y constituye el 26 por ciento de las calorías consumidas en las principales ciudades del país, y el 48 por ciento en las poblaciones rurales. Esta escasez de alimentos, en consecuencia, generaría hambre, sobre todo en las zonas secas del occidente hondureño.
Esta alerta agrava la ya complicada situación de la pequeña nación enclavada en el corazón de América Latina, que aún no se recupera de la destrucción causada en 2020 por los huracanes Iota y Eta:2 Honduras es uno de los países del continente que más sufre el impacto del calentamiento global, lo que se traduce en sequías extremas, inundaciones por lluvias destructivas y un considerable aumento en los niveles del mar que amenaza a las poblaciones costeras. Lo que para los científicos son temores es ya una realidad para la población hondureña.
En las costas del golfo de Fonseca, que Honduras comparte con El Salvador y Nicaragua, los estragos del calentamiento global están a la vista. En la pequeña localidad de Cedeño, otrora paraíso tropical que atraía a turistas locales y extranjeros, el aumento en los niveles del mar ha arrasado con restaurantes, locales de fiesta, hoteles, y amenaza hasta con afectar a la escuela pública. Los vecinos ven, cual si fuera una película de terror, cómo el mar “se traga” a su pueblo, lo que ha empujado a muchos a emigrar a otras regiones del país o a buscarse la vida en la peligrosa ruta hacia Estados Unidos.
Portal de la Ciencia, revista de estudiantes e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), advierte en un informe de 2017 sobre la región que:
La aldea de Cedeño es altamente vulnerable al embate de los fenómenos hidrometeorológicos que periódicamente ocurren en sus playas (marejadas), a esto se le debe sumar los efectos que producirá el cambio climático. Todo lo anterior ocasionará daños irreversibles, como el retroceso de la línea de costa, inundaciones debido al aumento del océano, pérdida de humedales, intrusión de agua salina y desplazamiento de personas.3
Localizada a 167 kilómetros de Tegucigalpa —la capital administrativa de Honduras—, la población cedeña ha visto con el pasar de los años cómo el turismo ha disminuido a un ritmo alarmante debido al aumento del mar, que ha sepultado instalaciones enteras. El estudio publicado por la UNAH muestra que el área urbana inundada corresponde a 4 hectáreas del pueblo y dibuja un escenario bastante pesimista: para el periodo 2046-2065 el ascenso del mar superará los 38 centímetros.
Los impactos negativos en el sistema territorial y, por ende, en la calidad de vida de sus pobladores serán grandes. […] La magnitud de la pérdida de playa es sumamente preocupante. La última marejada, ocurrida en mayo de 2015, causó una intensa erosión costera, modificando la línea de costa, dañando infraestructuras y ocasionando un desplazamiento de personas hacia sitios más seguros.
La situación también es alarmante en el resto del país. En el llamado “corredor seco”, que comprende la franja de costa del Pacífico, el nivel de vulnerabilidad es alto porque se trata de una zona que sufre el impacto de largas sequías y de lluvias intensas sobre los cultivos. Al respecto, la FAO y el WFP advierten:
Es probable que las condiciones secas en este periodo afecten la cosecha principal de maíz en etapas críticas para el rendimiento de los cultivos, con efectos adversos en la producción.
El estudio estima que aproximadamente 2.6 millones de hondureños (el 28 por ciento de la población total) sufrieron inseguridad alimentaria aguda entre junio y agosto de 2022. Y para 2023 vaticina que, aunque las lluvias serán menores que en años anteriores, las altas temperaturas dominarán durante el verano en esta región que muchos conocen como “el horno” de Honduras. El panorama previsible para la temporada de junio a noviembre de 2023 en cuanto a la producción y el consumo de alimentos sugiere una situación similar a la del pasado año.
La disminución en las cosechas de granos básicos en 2023 podría reducir las reservas de alimentos para el consumo y la venta, aumentando la dependencia del mercado de 1.9 millones de pequeños agricultores en Centroamérica, después de que ya se han visto comprometidos por los efectos de la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania.
Según Enoc Reyes, uno de los principales expertos sobre calentamiento global en el país centroamericano,
en Honduras tenemos los efectos del cambio climático palpables día a día […]. En mayo comienzan las lluvias necesarias para los cultivos, pero este año fue uno de los meses más secos. Al ser Honduras un país en vías de desarrollo, el campesino cuenta con las lluvias en tiempos exactos para cumplir con el ciclo de las cosechas, pero al tener estos desajustes climáticos que afectan los procesos de producción, las cosechas bajan y se genera escasez de alimentos. Muchas personas se quedan sin trabajo en el campo y vienen las migraciones internas a las ciudades porque el campesino pierde su estabilidad. La migración externa debido al cambio climático en Honduras también es tangible.4
Honduras es uno de los países más pobres del continente. Según datos recabados por la ONU, el 59 por ciento de la población total del país —estimada en 10 millones de personas— vive en la pobreza y el 32 por ciento en extrema pobreza. El Banco Mundial (BM) revela que, en 2019, alrededor de la mitad de la población vivía con menos de 6.85 dólares al día, una proporción mucho más alta que el promedio de América Latina. Debido a la falta de una alimentación adecuada, al menos el 20 por ciento de la niñez hondureña no logra una altura adecuada, y el BM ha advertido que
un niño que nace en Honduras será casi la mitad (48 por ciento) de productivo cuando crezca de lo que podría ser si se le garantizara una educación completa y una salud plena.5
Además de la pobreza y las consecuencias del cambio climático, que se ha convertido en un fuerte dolor de cabeza para la población hondureña, el país sufre altos índices de violencia que generan organizaciones criminales como las maras y el aumento del narcotráfico. Honduras es también una de las naciones más peligrosas del mundo para los defensores del medio ambiente: entre 2010 y 2021, el país registró el asesinato de más de 120 ecologistas, entre ellos el de la activista Berta Cáceres, asesinada en 2016 por oponerse a la construcción de una represa en el país.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestra que en años recientes se ha incrementado la temperatura promedio anual en Honduras y que esta tendencia se mantendrá.6 Según la CEPAL, el aumento podría ser de entre 2 °C y 5 °C para 2100, mientras que las precipitaciones podrían reducirse entre un 15 y un 50 por ciento. El escenario que presenta este organismo es negativo para la economía hondureña:
Las ganancias agrícolas en Honduras son sensibles al clima; un incremento en 1°C de la temperatura media implicaría una reducción aproximada de alrededor de 2.14 dólares mensuales en las ganancias agrícolas. Así, cuando la temperatura se eleve en 2°C las ganancias agrícolas mensuales promedio se reducirían en alrededor del 9 por ciento, lo que representa para los hogares rurales hondureños cerca del 3 por ciento de su ingreso mensual total. […] Una evaluación de los impactos económicos acumulados que conllevará el cambio climático sobre el sector agropecuario hacia el año 2100 muestra que las pérdidas podrían ser de entre el 4 y el 19 por ciento del PIB, dependiendo de la severidad de las variaciones climatológicas.
María Rabuñal, directora regional adjunta de Acción contra el Hambre, una organización no gubernamental que apoya a poblaciones vulnerables de Centroamérica, asegura que la situación de esta región ante las consecuencias del cambio climático es preocupante. Rabuñal advierte que, en el caso de Honduras, un tercio de la población está en riesgo de sufrir una crisis alimentaria. Junto con sus colegas, que desarrollan proyectos en el Valle de Sula, al norte del país, ha visto cómo ha aumentado la migración debido a los estragos en los cultivos y otras fuentes de empleo generados por fenómenos naturales devastadores como Iota y Eta, que golpearon con fuerza esa zona hondureña. En entrevista telefónica desde Guatemala, Rabuñal explica:
Hay un gran flujo de migrantes. Honduras es el país de origen de muchos migrantes que salen hacia Estados Unidos por motivos económicos que vienen dados por esta dificultad de autosubsistencia. […] Estamos viendo que desde la pandemia la situación no deja de empeorar.
El propio BM ha informado que tanto la pandemia como los huracanes contribuyeron en aumentar 8.2 puntos porcentuales la pobreza en Honduras durante 2020. Ese año, unas 400 mil personas perdieron su trabajo y aproximadamente el 70 por ciento de los hogares reportaron una caída en sus ingresos. Los huracanes generaron escenas apocalípticas en un país que ya sufre la pesadilla del cambio climático: pueblos enteros anegados, poblaciones forzadas a abandonar sus hogares, calles inundadas, cosechas enteras arrasadas, puentes destrozados. Hasta el aeropuerto de San Pedro Sula, una de las mayores ciudades del país, quedó estropeado por el fango y dejó aislada la urbe. Al respecto, Enoc Reyes menciona:
En el Valle de Sula hemos visto inundaciones inmensas. Todos los volúmenes de lluvia de un mes pueden caer en una semana. Hay problemas en las infraestructuras, la gente pierde sus casas. Muchos se quedan sin empleo y deciden emigrar a otros países. De ahí las caravanas de migrantes. […] [Huracanes más potentes, sequías más largas y el aumento en los niveles del mar] serán fenómenos más constantes, por lo que debemos pensar en reforzar las infraestructuras, edificar escuelas resilientes al cambio climático, reubicar a la gente para que no construyan en lugares vulnerables. […] No se puede ver el tema del medio ambiente como algo aislado. Al no verlo de manera integral se comete un error, porque dejarlo para después puede derivar en peores consecuencias. Si el campo no produce, si las personas no tienen seguridad alimentaria, salud y educación, la situación será catastrófica.
Para Reyes, los hondureños deben aceptar que van a convivir con las consecuencias de este fenómeno. Dice que no se trata solo de luchar contra esta circunstancia —aunque se deben realizar las acciones recomendadas por los expertos, como la reforestación o el cuidado de los recursos naturales—, sino también de adaptarse a ella , es decir, tomar medidas para enfrentar huracanes más potentes, sequías más largas y el aumento en los niveles del mar. El problema es que países como Honduras necesitan apoyo económico para prepararse frente al impacto de los efectos del calentamiento global. Sin ese apoyo, todo apunta a que la situación irá cada vez peor: habrá más caravanas migrantes, más hambre y más pobreza en un país que se ahoga por el cambio climático.
Imagen de portada: Monocultivo de palma africana en la zona garífuna hondureña. La Ceiba, Atlántida, Honduras, 2023. Fotografía de ©Heriberto Paredes. Cortesía del artista
-
FAO y WFP, Hunger Hotspots FAO‑WFP early warnings on acute food insecurity June to November 2023 outlook, Roma, 2023. Disponible aquí. ↩
-
Iota y Eta fueron clasificados, respectivamente, como el primero y segundo huracán más fuertes de la temporada de huracanes del Atlántico en 2020. Iota alcanzó la categoría 4 y provocó daños valuados en al menos un millón de dólares. Por su parte, Eta, que pasó apenas dos semanas antes de Iota, provocó la muerte de 189 personas [N. de los E.]. ↩
-
Juan Ángel del Cid Gómez y José David Cáceres, “Variación de la línea de costa en la aldea de Cedeño, y cartografía ante marejadas y ascenso del nivel del mar”, Revista Portal de la Ciencia, diciembre de 2017, núm. 13, pp. 87-102. Disponible aquí. ↩
-
Enoc Reyes se desempeñó, en el año 2020, como responsable de la oficina de Cambio Climático de Honduras [N. de los E.]. ↩
-
Banco Mundial, “Honduras: panorama general”. Disponible aquí. ↩
-
Diana Ramírez, Juan Luis Ordaz et al., “Honduras. Efectos del cambio climático sobre la agricultura”, CEPAL, México, 2010. Disponible aquí. ↩