En la pintura Sueño de Chilam Balam del artista tzeltal Antún Kojtom asistimos al registro de un sueño de transformación de humano a jaguar y viceversa. Sobre el cuerpo flotante del dignatario maya, un jaguar robusto, de grandes ojos y mirada profunda, nos observa. En dos de sus patas se revelan una mano y un pie humanos y, a su vez, el brazo del dignatario ostenta una pata de jaguar. En la luminosidad de una noche lunar vuelan estos cuerpos tránsfugas sobre los restos de unas antiguas piedras parlantes. Los Chilam Balames fueron sacerdotes-jaguar que durante los primeros siglos después de la Conquista se desempeñaron como mitólogos, historiadores y profetas, legándonos una versión maya del cristianismo a través de Los Libros de Chilam Balam. ¿Podemos decir que el jaguar sea el nahual del dignatario maya? En algunos casos que se han documentado, la práctica del sueño constituye una de las vías para contactar a un “animal compañero”. En la jerga antropológica se habla del nahualismo, pero los animales compañeros tienen nombres muy diversos en cada lengua indígena. En maya se conocen como way mientras que en náhuatl como nahualli o nahual. El término nahualismo se refiere entonces a la existencia de un doble de la persona, que es un animal. Muchas veces esto significa que un aspecto del alma existe como un animal del monte y se mueve ahí con alto grado de independencia. Es un alma, pero difícilmente se deja controlar. Para muchas personas no resulta sencillo saber qué tipo de animal es su nahual. Algunos lo descubren poco a poco, durante crisis vitales como, por ejemplo, las enfermedades. Tener un animal compañero u otro tipo de doble puede ser algo muy especial, pero en algunos casos todos los miembros de una comunidad cuentan con un alter ego de este tipo. La antropóloga Laura Romero reporta que entre los nahuas de San Sebastián Tlacotepec se considera que aquellos bebés que nacen con “ropita”, es decir, con restos del saco amniótico pegados en sus cuerpos, llegan al mundo con un don para convertirse en médicos tradicionales y especialistas rituales.1 Por otra parte, los que se convertirán en brujos-nahuales son aquellos que nacen con un “don malo”, esto es, con la capacidad de transformarse en animales nocturnos vinculados al Diablo, como el tecolote, el perro, el cerdo, el burro y el chivo o, en su caso, con animales relacionados al inframundo, como el zopilote, la rana, la víbora o el tekwani “come gente”, que puede ser un jaguar, un puma u otro carnívoro. En algunos casos se ha reportado que es posible que el alter ego no sea un animal, sino un fenómeno meteorológico o, por ejemplo, una bola de fuego. Pero aun estos nahuales, eventualmente, se manifestarán en su forma animal. En muchos pueblos amerindios no se nace simplemente con un doble, la adquisición de uno implica esfuerzos y sacrificios constantes. En varias culturas, la guerra era una vía idónea para conseguir un alter ego. Al matar a un enemigo, el alma del guerrero muerto se quedaba asociada a la persona del asesino. El guerrero vencedor se convertía en una persona doble y, por consiguiente, adquiría un poder especial. Algunas veces se guardaban trofeos y pedazos de cueros cabelludos o scalps, como se ha documentado tanto en el Amazonas como entre los pueblos indígenas de Norteamérica. Otra vía para obtener un doble son las búsquedas de visiones. Ya sea ayunando, viviendo durante muchas semanas en reclusión dentro del bosque o en un lugar solitario, o también, usando tabaco y drogas alucinógenas se busca conocer o adquirir un animal compañero. Al concluir esta experiencia, el alter ego queda vinculado a la persona por medio de pinturas corporales o ciertos adornos, como penachos u objetos especiales que se guardan dentro de atados rituales. Ahora bien, en México el término nahual no siempre se refiere al animal compañero, sino al mismo “brujo”, “chamán” o especialista ritual, quien tiene el don de transformarse en animal. En el Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España (1629), el eclesiástico Hernando Ruíz de Alarcón describe una noche en la que dos religiosos, estando en su celda, intentan matar a un murciélago que había entrado por la ventana. El quiróptero, de un tamaño mayor de lo normal, logra evadir la cacería y escapar ágilmente. A la mañana siguiente, una mujer indígena se presenta al convento para reclamar a uno de los religiosos por qué la había maltratado tanto la noche anterior, asegurando que el murciélago que había entrado a su celda era ella y había quedado muy cansada de sortear la muerte.
Todos estos testimonios coinciden en la cercanía entre humanos y animales. En los códices prehispánicos y coloniales, así como en gran parte del arte de los pueblos originarios, abundan imágenes que muestran las relaciones entre animales y personas en toda la gama de sus posibilidades. De esto se desprende que las cosmologías amerindias no comparten la gran división entre naturaleza y cultura que caracteriza a las tradiciones y al pensamiento occidentales. Desde esta perspectiva, los animales nunca están muy separados de nosotros. De hecho, todos los animales son, de alguna manera, humanos. Tienen almas como nosotros, pero sus pieles son diferentes. Cuando un chamán amazónico se transforma en jaguar se pone una piel de este felino, cuando un buscador de peyote wixárika se transforma en un peyote se pone un sombrero con plumas blancas que semeja una flor de peyote. Una propuesta para entender esta cercanía con otros seres vivos y la capacidad de transformación es la teoría del multinaturalismo formulada por Eduardo Viveiros de Castro.2 Ahí se reconoce que en el pensamiento perspectivista amerindio cada especie percibe a sus propios miembros como humanos. Por ejemplo, cuando los jabalíes se revuelcan en el lodo de un charco no lo perciben así, sino que realizan danzas rituales en un centro ceremonial. Cuando un jaguar bebe la sangre de una presa, percibe que está tomando una cerveza en vaso. Así, lo que une a los humanos y a los animales es la humanidad compartida. Otro aspecto interesante de esta propuesta es que reconoce la existencia de lenguajes y formas de organización social entre los animales. El nahualismo mesoamericano es un caso idóneo para apreciar esta milenaria cercanía entre animales y humanos. Alfredo López Austin y Roberto Martínez señalan que la palabra nahualli alude a la idea del disfraz, al empleo de una piel ajena que cubre y da forma a nuevos cuerpos.3 Valga aclarar que no es un disfraz como lo entendemos en el pensamiento occidental. La piel y la vestimenta son lo que da identidad. Disfrazarse implica una transformación. La sacerdotisa totonaca que se pone una piel de cocodrilo se transforma en ese reptil. Recientemente, Alonso Zamora Corona descifró el glifo de la escritura náhuatl para nahualli y nos dice que la grafía usada podría aludir al acto de esconderse.4 No olvidemos que comúnmente el nahual es un aspecto de la persona que se guarda en secreto para los demás. De esta manera, el animal compañero puede aprovecharse para llevar a cabo actividades clandestinas. En el nahualismo de regiones como la Sierra Norte de Puebla, hombre y animal experimentan una vida en paralelo. Cualquier accidente que le sucede al nahualli tiene efectos en su contraparte humana. Una persona se enferma cuando un agente patógeno agrede a su alter ego que camina solo por el monte. Para evitar la muerte de su paciente, el médico tradicional tiene que realizar un viaje chamánico para buscar al animal compañero, vencer a sus atacantes y curarlo. Por otra parte, también se afirma que los nahualli protegen a la persona que los tiene. De hecho, poseer un nahual fuerte, como un jaguar, implica tener una fuente generadora de poder. Personas famosas y gobernantes no pueden tener nahuales que sean, por ejemplo, palomas. También las deidades prehispánicas tenían dobles animales feroces y peligrosos. Huitzilopochtli, dios solar y tutelar de los mexicas, tenía a la serpiente de fuego como su alter ego. Los relatos narran cómo inmediatamente después de haber nacido en la cima del cerro Coatepec, Huitzilopochtli usó su arma, es decir, su doble, para decapitar y desmembrar a su hermana rebelde, la deidad lunar Coyolxauhqui. Igualmente, instrumentos rituales y armas pueden tener sus nahuales. Por ejemplo, en la comunidad quiché de Momostenango las mesas de sacrificio poseen animales salvajes como nahuales. Por eso los altares “ladran y muerden”. Por otra parte, se reporta que los nahuales de los coyotes son tambores, así también confirmamos que algunos artefactos pueden ser los dobles de ciertos animales.
La deidad prehispánica que mejor representa la importancia del doble es Quetzalcóatl. Su nombre náhuatl se traduce como “Serpiente Emplumada” o “Gemelo Precioso”. Su alter ego es el monstruo perruno Xólotl, cuyo nombre viene de una palabra antigua para “gemelo”. Quetzalcóatl también solía asociarse con el planeta Venus, al que se conceptualizaba como un par de gemelos: la Estrella de Mañana y la Estrella de la Tarde. En los mitos amerindios sobre gemelos, uno de ellos es, generalmente, una persona ejemplar, mientras que el otro es travieso y transgresor. En esta misma lógica, el sacerdote Quetzalcóatl tiene un alter ego siniestro conocido como Tezcatlipoca. Famosos héroes gemelos figuran también en el Popol Vuh, donde aparecen en dos generaciones distintas. El primer par, Hun Hunahpu y Vucub Hunahpu, mueren asesinados por los señores de Xibalbá, dioses del inframundo y de la muerte, mientras que el segundo par, Hunahpu y Xbalanqué, triunfan sobre los dioses subterráneos y abren el camino para la creación del mundo actual. La importancia de los dobles y de la transformación en animal ha sido un tema de los estudios mesoamericanos desde sus inicios. El artista Miguel Covarrubias, coleccionista y estudioso del mundo olmeca, se llegó a preguntar si lo que se ve en algunas de las esculturas en piedra o jade preclásicos se trata de jaguares transformándose en humanos y/o de humanos transformándose en jaguares. Su teoría sobre la importancia del were-jaguar entre los olmecas sigue siendo aceptada y se ha comparado con el hombre-lobo que históricamente ha existido en regiones de Europa y que ha inspirado tantos cuentos y películas. Según la teoría de Covarrubias, del hombre olmeca con un doble jaguar se desarrollaron la mayoría de los demás dioses mesoamericanos de la lluvia y de la montaña. Vale la pena mencionar que en muchos pueblos indígenas una persona puede tener varios animales compañeros a la vez. Un caso interesante, por ejemplo, es el de los gunas de Panamá estudiados por Carlo Severi.5 En estos pueblos, el chamán experimenta una transformación simultánea en varios animales e incluso plantas. Surge una quimera que es en parte jaguar y en parte la planta curativa que lucha contra el animal depredador que es la enfermedad. La producción ritual de estos seres compuestos es clave para entender muchas obras de arte prehispánicas que muestran combinaciones extrañas de rasgos de diferentes animales en un mismo personaje.6 Volviendo al nahualismo en el mundo contemporáneo, vemos otro ejemplo del alter ego animal y de la transformación en una obra del tan extrañado artista zapoteco Alejandro Santiago. Se trata de una silla de montar con los atributos de un zopilote, ave que la gente en su pueblo llamaba “brujo”. Recordemos que los zopilotes son animales que pertenecen al inframundo. El artista contó que su abuela tuvo el don de la transformación en buitre. Se cuenta que Santiago dio vida al nahual de su abuela montando esta silla y creando un ser compuesto, un zopilote-caballo que llegó a volar sobre los campos de su tierra natal. Vimos en estos ejemplos que en los mundos indígenas la gemelidad y los dobles son ubicuos. Las prácticas y mitos que hemos presentado expresan un rechazo a lo uno y, sobre todo, un disgusto por el individuo solitario. Lo que existe, entonces, es una valoración de lo doble, de lo múltiple y de lo fractal. Recordemos que el principio de vida ocurre a partir de la multiplicación y, de hecho, se podría decir que entre los pueblos amerindios también el gusto por la transformación tiene que ver con eso. El mismo doble es doble, ya que puede ser un compañero, un aliado o, como en el caso de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, mas bien un antagonista o un enemigo.
Imagen de portada: Antún Kojtom, Sueño de Chilam Balam, 2015. Fotografía de Darwin Cruz. Cortesía del artista y la galería *MUY
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Laura Elena Romero López, Saber ver, saber soñar. El proceso de iniciación y aprendizaje de los curanderos nahuas de San Sebastián Tlacotepec, Puebla, Universidad de las Américas Puebla, Puebla, 2020. ↩
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Eduardo Viveiros de Castro, From the Enemy’s Point of View. Humanity and Divinity in an Amazonian Society, University of Chicago Press, Chicago, 1992. ↩
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Véanse Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, UNAM, Ciudad de México, 1984 y Roberto Martínez González, El nahualismo, UNAM, Ciudad de México, 2011. ↩
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Alonso Zamora Corona, “Coyote drums and jaguar altars: Ontologies of the living and the artificial among the K’iche’ Maya”, Journal of Material Culture, 2020, vol. 25, núm. 3, pp. 324–347. ↩
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Carlo Severi, El sendero y la voz. Una antropología de la memoria, Sb Editorial, Buenos Aires, 2010. ↩
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Johannes Neurath, Someter a los dioses, dudar de las imágenes. Enfoques relacionales en el estudio del arte ritual amerindio, Sb Editorial, Buenos Aires, 2020. ↩