Me acerqué a Women Talking, de la escritora canadiense Miriam Toews, buscando encontrar la historia de lo ocurrido en la colonia Manitoba de la Chiquitanía boliviana en 2009. Ese año unas 150 mujeres de todas las edades de esa lejana colonia de menonitas ultraconservadores en Bolivia denunciaron haber sido víctimas de violación. O más bien fueron sus padres y hermanos los que llevaron la denuncia ante la justicia boliviana, porque estas mujeres habían vivido tan aisladas del mundo exterior que no sabían hablar español. Los abusos llevaban ya varios años; al principio las mujeres creyeron que era cosa del diablo el que se despertaran desnudas, sangrando y con marcas en el cuerpo, y los hombres de la comunidad acusaron a sus esposas de adulterio o simplemente descartaron los hechos como producto de la desbocada imaginación femenina. Con el tiempo se descubrió que los responsables eran ocho hombres de la comunidad —en muchos casos los mismos padres, hermanos, tíos y primos de las víctimas— que por las noches les rociaban un spray con anestesia para caballos con el fin de adormecerlas y violarlas. Entre las abusadas había lo mismo bebés que ancianas. Los responsables fueron juzgados y condenados en 2011, pero las denuncias sobre casos parecidos continúan hasta hoy en Manitoba y en otras colonias menonitas. Toews dijo que este caso la persiguió durante mucho tiempo, y no es difícil ver por qué: la escritora nació en una colonia menonita (precisamente en la provincia canadiense de Manitoba) y ha escrito otras novelas sobre el mundo menonita —una de ellas, Irma Voth (2011), inspirada en la película Luz silenciosa (2007) de Carlos Reygadas, y en la que Toews hace el papel de Esther, una esposa menonita engañada por su marido en una colonia mexicana—. Los terribles acontecimientos de Manitoba-Bolivia fueron el punto de partida de Women Talking, aunque la novela jamás especifica el país donde transcurre la trama ni se extiende en los pormenores de las violaciones. De hecho, Toews advierte que Women Talking es una “reacción a través de la ficción” a estos hechos verdaderos y reivindica su obra como un “acto de imaginación femenina”, esa misma que condenaban los ministros de la colonia boliviana. Más que centrarse en el plot o en los personajes, ésta es una novela de ideas al estilo de Elizabeth Costello (2003), de J. M. Coetzee. Pero quien habla en este caso no es una escritora reverenciada y erudita sino un grupo de menonitas analfabetas que se esconde en un establo a discutir qué hacer. Estas mujeres —las Friesen y las Loewen— se han enterado de que los hombres de Molotschna, su comunidad, están vendiendo ganado para pagar la fianza de los violadores, a quienes ellas están obligadas a perdonar para asegurarse un lugar en el Cielo. Todas ellas han sido afectadas por la violencia: Ona, considerada la solterona del pueblo, está embarazada a causa de los ataques; a la hija de tres años de Salomé los violadores le contagiaron una enfermedad venérea; a la anciana Greta le rompieron los dientes; la madre de Nietje se suicidó… Las mujeres tienen un par de días para tomar una decisión antes del regreso de los violadores: o no hacer nada o quedarse y pelear, o marcharse. Quedarse en Molotschna implica contravenir el principio central de la religión menonita, que es el pacifismo, pues las mujeres seguirán siendo víctimas de violencia o la causarán ellas mismas (Salomé, por ejemplo, atacó con una guadaña a los violadores de la pequeña Miep); marcharse significa ser excomulgadas, abandonar a sus hijos y salir hacia lo desconocido en un país del que no conocen ni el idioma. La novela se presenta como las minutas de las conversaciones mantenidas por las mujeres a lo largo de esos dos días; quien transcribe la conversación es August Epp, el profesor de inglés de la escuela, a quien las mujeres han pedido ayuda porque no saben escribir y también porque Epp es visto entre los menonitas como un afeminado, pues no trabaja en el campo. Las conversaciones entre estas mujeres abordan de manera extraordinariamente lúcida la cuestión del perdón, la justicia y la reparación en caso de abuso sexual; uno de los logros de Toews es que las reflexiones sobre un tema tan sórdido estén hechas con humor —a diferencia del tono sentencioso de Elizabeth Costello— sin perder un ápice de su profundidad. Si bien la situación de estas mujeres menonitas recluidas en un lugar remoto y sin acceso siquiera a un mapa pareciera distante de la experiencia de la mayoría de las mujeres en el mundo occidental, los dilemas que plantea son muy contemporáneos. Me fue imposible leer a Toews sin pensar en El cuento de la criada (1985) de Margaret Atwood, una novela que está situada en un futuro distópico pero que le habla a los Estados Unidos de Trump, en donde la ultraderecha quiere obligar a las mujeres a tener hijos no deseados. Las campesinas menonitas de Women Talking no consiguen justicia para los crímenes en una comunidad en la que la palabra de las mujeres no vale nada (“¿Cómo te sentirías si en toda tu vida no hubiera importado jamás lo que piensas?”, le pregunta Ona a August); sin embargo, ¿no se parece esta situación a las innumerables denuncias de acoso y violencia sexual que quedan en la impunidad en Bolivia y en el resto del mundo? ¿No ha recaído el beneficio de la duda históricamente en el abusador? Lejos de la épica y del heroísmo, estas menonitas que discuten en alemán bajo, sentadas sobre barriles dados vuelta —Ona, que sufre náuseas a causa de su embarazo, se vuelca de tanto en tanto a vomitar en una cubeta—, se ríen ante la idea de ser consideradas revolucionarias. Pero en la larga conversación que sostienen van cuestionando los valores en los que se sustenta la sociedad menonita: una de ellas, por ejemplo, se pregunta si al huir de la colonia no estarían traicionando el principio bíblico de obedecer a sus maridos. La otra le recuerda, de forma inadvertidamente cómica, que es imposible saber lo que de verdad dice la Biblia puesto que ellas no saben leer ni escribir y sólo conocen la interpretación de la Biblia que hacen sus maridos. “La única razón por la que sentimos que debemos someternos a nuestros maridos es porque ellos nos han dicho que la Biblia así lo decreta”, reflexiona Salomé. El hecho de juntarse a interpretar por sí mismas su realidad, en vez de recibir pasivamente la ideología imperante, es un acto subversivo aunque no esté acompañado de la parafernalia revolucionaria. El tema de las mujeres como miembros de segunda clase de la comunidad, o incluso en calidad de animales, aparece con frecuencia en la conversación. “No tenemos adónde regresar, e incluso los animales de Molotschna están más seguros en sus casas de lo que están las mujeres en las suyas”, dice Ona. Y Salomé: “Una vez que los hombres nos han usado de manera tal que a los treinta nos vemos como de sesenta y nuestros acabados úteros literalmente se han caído de nuestros cuerpos al suelo inmaculado de la cocina, se vuelcan sobre nuestras hijas. Y si pudieran después subastarnos a todas, lo harían”. También discuten el tema de la responsabilidad de los hombres ante la situación, ya que “las circunstancias [que han permitido las violaciones] han sido creadas por los mayores y por Peters”. Mariche pregunta entonces si los atacantes son al mismo tiempo perpetradores y víctimas de las condiciones de la comunidad. Ona responde que, en cierta forma, sí:
Peters dijo que estos hombres son malvados, los perpetradores, pero no es así. Son las ansias de poder, de parte de Peters y de los mayores y de los fundadores de Molotschna, las responsables por estos ataques, porque en sus ansias de poder ellos necesitan tener sobre quiénes ejercer este poder, y esas personas somos nosotras. Y ellos les han enseñado esta lección de poder a los chicos y a los hombres de Molotschna, y los chicos y los hombres de Molotschna han sido excelentes estudiantes.
Las mujeres se cuestionan una y otra vez si su deber es perdonar a los hombres para salvar sus propias almas; también recuerdan que los hombres no han pedido perdón en ningún momento, y que el perdón no puede ser otorgado por la fuerza. Temen irse de la colonia y abandonar a sus hijos, pero saben también que sus hijos se convertirán en sus verdugos si crecen en esa ideología. Toews ha escrito una novela que aborda con inteligencia y sensibilidad muchos de los debates de la era del #MeToo y el #NiUnaMenos, mezclando con elegancia registros cómicos y conmovedores. Women Talking muestra un camino posible para las narrativas dispuestas a enfrentarse a estos temas respetando su complejidad y sus contradicciones.
Bloomsbury, Londres, 2019
Imagen de portada: Menonitas en Chihuahua, México, 2015. Fotografía de Herbey Morales