Nada tan satisfactorio como hablar de una buena nueva. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara anunció, hace ya algunas semanas, que el Homenaje al Mérito Editorial de este año del señor 2017 va a ser rendido al editor zaragozano Juan Casamayor, fundador y animador, junto con Encarni Molina, de Páginas de Espuma, el sello emblemático del cuento en lengua castellana en nuestro tiempo. Ésta, insisto, es una gran noticia, y lo es en varios frentes. El primero, que me apresuro a confesar, es personal: mis tres libros de relatos han sido publicados por Páginas de Espuma y, a estas alturas, tengo el gusto de contarme como amigo de sus editores más allá de todo vericueto literario. Al margen de ello (que a ustedes, amables lectores, puede darles perfectamente igual, si así lo prefieren), el asunto de fondo es que esto me importa porque la editorial se ha convertido, a veinte años ya de su aparición en el mercado, en un baluarte del relato breve frente a esa suerte de blitzkrieg impulsada, sobre todo, por los grandes grupos, para imponer a la novela como el único género literario “vendible”. Páginas de Espuma ha lidiado en el centro de la primera fila de esa resistencia que las casas independientes han organizado, a lo largo de los años, en torno al cuento. Y, hasta ahora, ha salido muy bien librada en el combate. Así, pues, el sello se ha especializado en ir a contrapelo. Si bien no todo lo que publica es cuento (hay ensayo, lo mismo que libros de divulgación científica o reflexión sobre cine), sí que es verdad que lo más emblemático de su producción ha sido y es la narrativa breve. La apuesta se apoya en dos pilares fundamentales: uno, las ediciones de algunos de los principales clásicos del género, bien traducidos (si corresponde), comentados y anotados y, por lo general, al completo: Poe, Chéjov, Zolá, Schwob, Pessoa, Balzac, Maupassant, Panero, Unamuno. Y el otro, claro, lo conforma un puñado de autores indispensables del cuento actual en español a ambas orillas del Atlántico: Neuman, Schweblin, Obligado, Tizón, Iwasaki, Giralt Torrente, Shua, Merino, Paz Soldán, Torres, Correa Fiz. Y, desde luego, tampoco falta allí una importante legión mexicana: Samperio, Arriaga, García Bergua, el inolvidable Nacho Padilla, Nettel, Volpi, Serna, Chimal, entre otros. Este catálogo va mucho más allá de un listado de nombres, es una suerte de tablero de navegación del género en dos dimensiones: la clásica y la contemporánea. ¿Cuál es el secreto de Páginas de Espuma? Que ha demostrado que la independencia no equivale a falta de rigor ni a falta de trabajo. En vez de tirarse a la hamaca y quejarse por falta de apoyos, los editores del sello han trabajado como posesos para colocar sus títulos entre libreros, cadenas y prensa, para atraer autores, tanto consagrados como nuevos, para hacer presencia en sitios en que un sello pequeño tiene que esforzarse diez veces más que uno grande para destacar. De un buen editor cabe esperar un criterio exquisito y un trabajo impecable. Si se le combina con la ética de un trabajador, el resultado crece exponencialmente. Por eso, este es un homenaje más que merecido.
Imagen de portada: Katsushika Hokusai, Chosi en la provincia de Shimosa, 1833.