Monsieur Hulot debe verse con un hombre por un asunto de negocios. El punto de encuentro es un edificio alto, de vidrio y acero, con muebles funcionalistas y un portero que batalla con un panel de control con cientos de botones. Tras esperarlo sin éxito en una sala transparente que parece una pecera, Hulot busca al hombre por los pisos del corporativo. Recorre pasillos poblados de cubículos en donde los empleados trabajan como robots. Se asoma, acelera el paso, trata de encontrarle una lógica al laberinto de oficinas en donde, aparentemente, las innovaciones tecnológicas obstaculizan algo tan simple como un encuentro. Esta escena forma parte de Playtime, una película de 1967 en la que Jacques Tati, su director y actor principal, presenta la fantasía de un París cosmopolita y vanguardista en donde se manifiestan a través del absurdo y el humor los sinsentidos de la sociedad de consumo. Pareciera que allí todos saben a dónde se dirigen y qué quieren, aunque en el fondo queda expuesta la incapacidad de establecer relaciones significativas. Durante los primeros días en que se implementaron las medidas de distanciamiento social para hacerle frente a la pandemia, las lógicas laborales hicieron eco de la “normalidad” que permea la película de Tati. En medio de la incertidumbre, en algunos casos las exigencias por mantener la productividad “de antes” generaron confusión y angustia, y los intentos por entender el nuevo escenario se desarrollaron a tropezones. Museos e instituciones culturales tuvieron que cerrar sus puertas de manera temporal. Estos espacios del mirar, puntos de encuentro, reflexión e intercambios de experiencias sensibles y de conocimiento, suspendieron sus actividades físicas frente a una amenaza pública invisible. Por su parte, sus trabajadores se enfrentaron a una situación tácitamente obligatoria de trasladar sus actividades a la digitalidad. Museos de todo el mundo comenzaron a ofrecer recorridos virtuales, cursos, charlas y otras actividades, mientras se discutía sobre la forma que habrían de adquirir y hacia dónde mutar. Para Casa del Lago la respuesta ante la contingencia fue la aparición de la Casa del Lago UNAM Virtual. Lejos de ser una traducción precisa del espacio físico, la Casa Virtual se asume como “otro modo posible de su materialidad”, con el fin de sostener una comunidad en medio de la atomización. Para Cinthya García Leyva, directora de la institución, “la digitalidad se tiene que entender, forzosa y urgentemente, en sus implicaciones políticas no conectadas”. Su proyecto concibe la interdisciplina como una herramienta necesaria con la cual, en vez de continuar con las traducciones fallidas de la vida prepandemia, se abre otro camino al proponer una aplicación distinta de los saberes previos. Lo que importa, en todo caso, es la gente, aquellos que forman el tejido de las instituciones. De ahí su intención de desechar prejuicios en torno a internet (utilizado sólo como cartelera extendidamente en círculos culturales) para hallar desde lo virtual la forma de entender otra forma de la presencia. Casa del Lago Virtual expande los espacios expositivos, las formas de encuentro con lo sensible y la enunciación de preguntas críticas sobre nuestro habitar la actualidad. Playtime es su primera exposición en línea. Curada por Violeta Horcasitas, reúne seis proyectos artísticos desarrollados por N. Samara Guzmán, Miguel Monroy, Detanico Lain, Radio Nopal, Minerva Cuevas y Mónica Espinosa. Comisionadas bajo la consigna de tomar en cuenta la película homónima de Tati, las piezas digitales insisten en la desautomatización de comportamientos y situaciones que nos resultan cotidianos (como la vigilancia permanente a través de las tecnologías y las condiciones de trabajo que borran todo límite entre lo laboral y lo personal) y ofrecen otras estrategias para la vida, pensadas desde vinculaciones comunitarias a través de las esferas virtuales y de lo real. Con la aparición de una pieza por semana, la exposición marcó su propio ritmo. Las obras se presentan en distintos formatos elegidos por los artistas: páginas web, videos, loops, gifs, capturas de pantalla, envío de mensajes y canciones. Contra la idea de que la relación entre instituciones artísticas e internet se limita a la de una cartelera de eventos y un repositorio, estas decisiones militan la virtualidad como un espacio participativo y performático que incide en los procesos sociales en los cuales las exposiciones están enmarcadas. En Manual de transustanciación corporativa N. Samara Guzmán parodia los estatutos constitutivos de las empresas a través de frases pseudomotivacionales que buscan disfrazar la voracidad del capital y la cooptación de la existencia humana. En Street View Selfie Miguel Monroy compila las apariciones accidentales de Street View Car, el automóvil de Google que registra las calles para sus aplicaciones Maps y Earth. Los participantes del proyecto están invitados a enviar las coordenadas de sus avistamientos en línea. Estos gestos constituyen un pronunciamiento colectivo que le hace saber a ese ojo avizor que conocemos su incapacidad por pasar desapercibido. Las piezas de Detanico Lain, Francis Picabia x Henry-Pierre Roché, NY, 1917, y de Mónica Espinosa, La materia sonríe, hacen uso del loop desde formatos diferentes (el video y el gif) para explorar sutilezas y tensiones en ciertos episodios del lenguaje y los objetos.
En la primera, una partida de ajedrez discurre con deícticos, conectores y modificadores como piezas. El tiempo sopesado de cada movimiento evoca las destrezas y coreografías que ejecutamos en una conversación. Por su parte, los gifs de Mónica Espinosa registran las transformaciones de algunos objetos, como una hoja que se arruga o un plato que se rompe. Vistos a través del título, estos artefactos domésticos adquieren rasgos antropomorfos y recuerdan sonidos, gestos y expresiones. Hay una conexión con otros seres vivos en las obras de Minerva Cuevas y Radio Nopal. En Entre los pájaros Cuevas enmarca las interacciones de unos cuantos pájaros advenedizos alrededor de una caja de alpiste, como si fueran parte de un escenario del filme de Tati. En los videos surge la pregunta por estas otras comunidades urbanas cuya existencia excede a la mirada antropocéntrica. En Suena mi planta Radio Nopal invita a los participantes a enviar fotografías de sus plantas de interior, compañeras infalibles de cuarentena, las cuales son correspondidas con una canción. Así, la obra colaborativa se convierte en una fiesta musical que fortalece redes interespecie. Más allá de prejuicios y dicotomías, Playtime, junto con el proyecto virtual de Casa del Lago, apela al uso y ejercicio de prácticas híbridas que permiten cruces y desbordes entre la digitalidad y el mundo físico. Esta casa no será un sustituto ni una traducción de la vitalidad del bosque que la cobija, pero sí un espacio posible de pensamiento y encuentro, sobre todo en estos tiempos de vida parcelada. Su materialidad se ofrece como patio de juegos y campo abierto para evitar literalidades e imaginar otros caminos para el campo artístico y su circulación. Lo virtual, desde su perspectiva híbrida, se afirma como potencia.
Playtime podrá visitarse hasta el 31 de julio en el sitio web de Casa del Lago
Imagen de portada: Fotograma de Minerva Cuevas, Entre los pájaros, 2020. Cortesía de la artista y Casa del Lago