In vitro, de Isabel Zapata

La escritura caleidoscópica de Isabel Zapata

Imperialismos / crítica / Noviembre de 2021

Mariana Oliver

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Un caleidoscopio es un tubo que encierra tres espejos inclinados que forman un prisma triangular. Al girarlo, mientras se mira por el otro extremo, las formas de colores variados que contiene en su interior se multiplican simétricamente.


Llegué a la escritura de Isabel Zapata hace algunos años a través de una Alberca vacía que ella llenó de marginalias, fotografías y animales varios. En los ensayos de este libro ya era evidente su habilidad para colocar la mirada en lugares inesperados: lo mismo se situaba en los ojos de los pájaros que en los tentáculos que los pulpos usan para pensar. En Alberca vacía, Zapata escribió sobre las formas del amor y sus variantes, sobre lo que hace del mundo un lugar habitable para ella: los animales, la lectura en voz alta o los círculos concéntricos que se forman al arrojar una piedra. La contradicción del vacío es un tema recurrente en este libro: coexisten ausencia y presencia, y esta última se impone como fantasmagoría.  Tras la publicación de Alberca vacía, Almadía editó Una ballena es un país, un bestiario con forma de poemas surgidos por el asombro ante las maneras en que la vida se expresa. Zapata afirma en el prólogo de este libro que gracias a Mary Oliver aprendió a “observar las cosas que nos rodean sin querer tocarlas y que no es necesario convertirnos en dueños de lo que amamos”. Esta certidumbre, saber que la contemplación es una manifestación del amor, está presente en su trabajo más reciente. Almadía publica ahora In vitro, un libro en diálogo con ensayos contemporáneos que abordan el tema de la maternidad y proponen una aproximación que no busca romantizarla, sino explorar otras formas y experiencias de ser madre, como ocurre en Pequeñas labores de Rivka Galchen, en “Mientras las niñas duermen” de Daniela Rea o en Linea nigra de Jazmina Barrera.


In vitro es el tercer espejo que integra la escritura caleidoscópica de Isabel Zapata. A diferencia de las figuras diversas que estos tubos guardan, el trabajo de la autora es una multiplicación de triángulos en movimiento; los temas que la obsesionan son las tres aristas de estos polígonos que se reacomodan en cada libro: el duelo tras la muerte, la maternidad y la presencia de los animales. El poema “En el estrecho de Puget”, que forma parte de Una ballena es un país, es un ejemplo de esta configuración trifásica:

El ballenato pasó del agua al agua y nada más: vivió apenas treinta minutos en el estrecho de Puget.
Su madre, Tahlequah, mantuvo su cadáver a flote (sobre su cabeza, dentro de su boca), durante casi dos mil kilómetros hasta que la carne empezó a desbaratarse.
No era el primer hijo que perdía.  El duelo no avanza en línea recta.

La cuarta de forros afirma que In vitro es un ensayo sobre el embarazo, pero esta descripción es parcial, pues alude sólo a una de las aristas de esta obra. In vitro es un libro sobre el embarazo y la maternidad que pone en el centro la experiencia corporal de las mujeres, así como el discurso médico profundamente machista que lo atraviesa. Su construcción fragmentaria permite que sigamos a la escritora a lo largo de un camino aparentemente errático: de una alberca vacía tatuada torpemente sobre la piel a un parto en agua leído involuntariamente entre las líneas de un recibo de pago; esa agua se convierte en La gran ola de Kanagawa de Hokusai, que a la vez es una declaración de amor, cuya humedad deja una marca legible en el techo de una casa. Tal estrategia tiene un efecto de acumulación que consigue condensar emociones complejas en una prosa aparentemente sencilla. Aunque el hilo conductor del ensayo es la experiencia de fertilización in vitro que la narradora relata en cada fragmento, esta travesía es también un proceso en el cual la maternidad y la muerte se tocan y reconfiguran mientras ocurre la escritura. Por ejemplo, a partir de una referencia sutil y aparentemente descriptiva sobre los óvulos, Zapata condensa diferentes tiempos que coexisten en el cuerpo de una mujer: una madre da a luz a una hija y a las células que podrían convertirse en su nieta. Así construye una genealogía que puede trascender la muerte. Al principio del libro la autora afirma:

Desde que somos gestadas en el vientre de nuestra madre, las mujeres llevamos una cantidad finita de óvulos en el cuerpo, de modo que al dar a luz a una niña una mujer pare también los óvulos que podrían hacerla abuela.

Con esta referencia sembrada, más adelante se apropia de la descripción que pertenece al plano fisiológico y la reescribe.

A los pocos meses de morir mi madre, cuando yo tenía veinte años, su amigo Javier me soñó embarazada de una niña en la que ella supuestamente reencarnaría. La imagen me consoló: mi madre volvería, era cuestión de tiempo. Pronto sería yo la encargada de darla a luz, amamantarla, cambiarle los pañales, mostrarle cómo pega el sol en ciertos objetos, iluminándolos hasta hacerles daño.

Zapata es hábil para trazar movimientos sutiles que construyen analogías expandidas: en un ensayo que precede a In vitro, la autora recupera la historia de un boticario alemán que entrenó a una paloma para que entregara medicamentos urgentes. La paloma desapareció por unas semanas y a su vuelta el médico le colgó una cámara programada para disparar con la intención de saber a dónde iba. Cuando la fotografía se reveló, ante los ojos del boticario apareció una perspectiva inédita del paisaje quieto a las orillas del Rin. En In vitro esta capacidad de expandir el mundo se encarna en una médica que es también un pájaro: “el día de la transferencia embrionaria la doctora llevaba puestos unos lentes de armazón rojo que le daban el aspecto de un pájaro fantástico”. La agudeza para ampliar los límites de las palabras es una de las cualidades más sorprendentes de la escritura caleidoscópica de Isabel Zapata. Sin lugar a duda, los fragmentos que refieren a la presencia animal son particularmente bellos y sugerentes, por lo que es inevitable volver a ellos durante la lectura. Aunque en los ensayos y poemas de la autora los animales son una metáfora constante —igual hallamos en este libro un símil entre una araña y la caligrafía temblorosa de una madre, que un oso de agua en el lugar de un feto—, el personaje de una perra es el pretexto para preguntarse por los límites de la maternidad, ¿en dónde comienza? ¿dónde termina?

Nunca he sentido amor menos ambivalente que el que siento por mi perra, pero no tengo idea de qué siente ella. Sé que quiere estar conmigo todo el tiempo, que le gustan las tortillas suaves, el pasto y el sol, los muchos paseos y que yo le doy todas esas cosas. ¿No es una forma de maternidad cuando le explico que si llueve y estamos adentro la lluvia no puede hacerle daño? ¿No somos mi perra y yo, desde hace años, una familia? Que ella exista, su inquebrantable compañía, es lo más parecido que conozco a tener un lugar en el mundo, a ser el mundo de alguien. O quizás el amor siempre termina por ser egoísta: la necesito porque me protege de la desintegración. 

La definición de ensayo que más me gusta pertenece a la austriaca Elfriede Jelinek. Ella afirma que escribir ensayos significa pensar; y dice también que el pensar cohabita en directa vecindad con el poetizar. In vitro hace evidente la simultaneidad deslumbrante de estas dos acciones.

Almadía, Oaxaca, 2021 Almadía, Oaxaca, 2021

Imagen de portada: Jimena Schlaepfer, Familia, 2021. Cortesía de la artista