High Times: ¿Fumas hierba cuando escribes? Sontag: Lo he intentado alguna que otra vez, pero me relaja demasiado. Lo que utilizo cuando escribo es el speed, que es totalmente opuesto a la hierba. Tomo un poco de speed cuando me bloqueo, para ponerme en marcha de nuevo. High Times: ¿Qué es lo que hace? Sontag: Hace que no tengas ganas de comer, ni de dormir, ni siquiera de hacer pis o de hablar con nadie. Me puedo tirar veinte horas sentada en una habitación sin sentirme en ningún momento sola, ni cansada, ni aburrida. Aumenta de forma increíble mi capacidad de concentración. También hace que me vuelva muy locuaz. Por eso, si escribo algo cuando voy de speed, intento limitarlo. En primer lugar, tomo muy poco cada vez y, además, lo que intento es restringirlo en lo referente al tiempo que voy a trabajar bajo ese tipo de droga. De esa forma, mi mente está despejada la mayor parte del tiempo y puedo corregir lo que tal vez haya sido escrito con demasiada facilidad. Hace que seas poco crítica y que, a lo mejor, estés demasiado satisfecha con lo que estás haciendo. Pero, por otro lado, es muy útil para cuando llega el bloqueo. Creo que son más los escritores que han trabajado con el speed que los que lo han hecho con la hierba. Sartre, por ejemplo, siempre que escribía tomaba speed y, la verdad, es que se nota. El tipo de libros en los que la historia parece que no acaba nunca de lo extensos que son, se han escrito con speed, un libro como Saint Genet. En una ocasión, Gallimard le encargó que escribiera un prefacio para las obras completas de Genet. Iban a sacarlo en una serie de volúmenes uniformes y le pidieron que escribiera un prefacio de 50 páginas. Lo que hizo fue escribir un libro de 800 páginas. Eso sólo puede ser cosa del speed. Malraux también solía utilizar speed cuando escribía. Pero tienes que tener cuidado. Una de las cosas que más me llama la atención del siglo XIX es que los escritores de esa época fueran capaces de sintetizar el speed en sus propios organismos. Balzac, por ejemplo,… o incluso Dickens. High Times: Algo tendrían. Quizás fuera alcohol. Sontag: Pues quizás. Como bien sabes, mucha gente tomaba opio en el siglo XIX, era muy fácil de obtener, porque solía venderse en las farmacias como analgésico. High Times: ¿Sería el opio algo con lo que se pudiera escribir? Sontag: La verdad es que no lo sé, pero lo que sí es cierto es que muchos de los autores del siglo XIX eran adictos a algún tipo de opiáceo. High Times: ¿Piensa que la relación entre los escritores y las drogas es un concepto interesante? Sontag: No, no lo creo. Pienso que si no hay nada adentro, no puede salir nada, por muchas sustancias que ingieras. High Times: Entonces, ¿a qué viene toda esta historia de los escritores y los estimulantes? Sontag: Puede ser que se deba al hecho de que no es natural que la gente se aísle. De hecho, creo que, de entrada, hay algo que es poco artificial en el hecho de escribir encerrado en una habitación sin más compañía que uno mismo, y que es bastante natural que los escritores e incluso los pintores tengan la necesidad de algo que les ayude a pasar todas esas horas y horas y horas que pasan con ellos mismos, escarbando en sus propias entrañas. Creo que el hecho de que hayan sido tantos los autores que se han involucrado con las drogas puede ser debido a una especie de defensa frente a la ansiedad. Es cierto que ellos, y generaciones enteras de escritores, han sido alcohólicos.
Imagen de portada: Susan Sontag en su casa, 1979. Fotografía de Lynn Gilbert.
Entrevista publicada en la revista High Times, en Cynthia Palmer y Michael Horowitz (coords.), Mujeres chamán, damas iniciáticas. Escritos de mujeres en la experiencia con drogas, Victoria Quiñonero Moreno (trad.), Castellarte, Murcia, 1999, pp. 314- 315.