Los habaneros, artistas latinoamericanos y visitantes conocen a Iván Giroud en particular por ser el presidente del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. También se le identifica por sus publicaciones, en las que indaga sobre la historia del festival habanero y de las cinematografías cubana y latinoamericana, y porque difunde el pensamiento de su predecesor, Alfredo Guevara. Parafraseo el título de su anterior libro para sugerir que Giroud escribe motivado por “el pretexto de la memoria”, deseoso de profundizar en afirmaciones bien establecidas que, sin embargo, siempre merecen que alguien las cuestione. Su último libro, La historia en un sobre amarillo, abarca varios aspectos de la vida político-cultural cubana, aunque el subtítulo precisa El cine en Cuba (1948-1964). El punto de partida de la investigación es el contenido de un sobre entregado con desenvoltura un día de 2007 por el propio Alfredo Guevara —fundador y director del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) en los periodos 1959-1981 y 1991-2000; y presidente del festival del Nuevo Cine Latinoamericano durante 1979-1981 y 1991-2013— a su colaborador Giroud. El azar conjugado con el rigor de Giroud ha permitido que no se se guardara el disco sin una atenta revisión previa. Giroud descubre en el soporte unas inesperadas grabaciones de una reunión en el ICAIC en julio de 1961, donde se escuchan diálogos útiles para revelar la vivacidad, la complejidad y hasta la violencia de los debates anteriores a o desencadenados por la censura de P.M., el cortometraje de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal.1 Pero Giroud no se conforma con narrar el complejo año de 1961, sino que recontextualiza unos diferendos que no surgieron ex nihilo. Es destacable la periodización elegida que propone, de entrada, un nuevo acercamiento a la historia de Cuba, a caballo entre la prerrevolución y la revolución. Muchas publicaciones suelen obviar la etapa anterior a 1959, pero aquí el análisis de Giroud empieza once años antes de la victoria revolucionaria y termina tres años después del llamado “caso P.M.”, eje central de la reflexión. Incluso se extiende hasta 2015 en el apartado “Los protagonistas opinan años después sobre el caso P.M.”, con unos testimonios enriquecidos por el paso del tiempo, e incluso todavía halla justificaciones. La publicación coincide además con un momento conmemorativo: los sesenta años de la invasión de Playa Girón, de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y de la rotunda polémica en la isla en torno a este corto aparentemente inofensivo, pero que sigue aureolado por un espeso tabú. La fórmula empleada en 2012 por Jiménez Leal y Manuel Zayas, El caso P.M., 14 minutos que duran medio siglo, insistía en la perennidad del debate. Casi diez años después, Giroud contribuye a que se disipen unas zonas grises persistentes. El libro consta de partes autónomas que se enriquecen mutuamente, incluyendo los —mal nombrados— “anexos” de sumo interés, en particular el memorándum del cineasta Gutiérrez Alea. La historiadora Graziella Pogolotti, autora del ensayo Polémicas culturales de los 60, se encarga del prólogo. Insiste en el gran valor de las fuentes primarias, consultadas sin prejuicios; valida en estas páginas inaugurales la necesidad de volver a un asunto obsesionante: “Cubiertas por otros, las zonas de silencio oscurecen el entendimiento de los hechos del ayer y mutilan la posibilidad de encontrar en la historia una fuente de aprendizaje”. En la segunda parte del prólogo, el propio autor expone su metodología de trabajo y cuenta la anécdota del sobre que, después de dormir diez años en una gaveta y de que desapareciera Guevara, revela horas de discusiones que arrojan una luz nueva sobre los acontecimientos de 1961. La sección “El cine en Cuba (1948-1964). Entre dogmas y herejías” contextualiza antes de que accedamos en las partes siguientes, “Un sobre amarillo” y “Anexos”, a una valiosa materia bruta. Remontarse a 1948 permite tomar conciencia de las disensiones precedentes entre revistas, sociedades culturales, instituciones y los primeros cineclubes cubanos. Los cuestionamientos en torno a la relación cine/política son anteriores a la Revolución. ¿Qué influencias exteriores se debían asimilar entre neorrealismo, nouvelle vague, free cinema, realismo socialista, abstracción y hasta las producciones estadounidenses? ¿Qué cultura e ideologías —comunismo, marxismo— podían acompañar un cambio social? El lector “escucha” a diversos actores presentados detenidamente en las abundantes notas a pie de página y en las fichas biográficas, en particular a Guillermo Cabrera Infante, Germán Puig, Carlos Franqui, Edith García Buchaca, Fausto Canel, Mirta Aguirre y, por supuesto, Alfredo Guevara y Tomás Gutiérrez Alea. Giroud entra de manera frontal en unas polémicas muchas veces mencionadas o esbozadas, y las nutre con las voces de los actores que reivindican no tanto una cuestión estética ni sus gustos personales, sino una definición ética, ideológica e identitaria. El autor retrata, así, la historia de la elaboración caótica de una política cultural; reúne los testimonios, añadiendo la transcripción fiel de la grabación de julio de 1961 —en parte inédita— con una voluntad así enunciada:
Si no se leen de forma relacionada y continua estos fragmentos y los que se citarán a continuación —que por demás están dispersos en diferentes diarios o revistas de la época— es casi imposible hilvanar y reconstruir una historia de diferendos que nos permita seguir mejor la catarsis que meses más tarde se crea cuando se prohíbe la exhibición en las salas de cine del corto P.M.
El investigador reúne las piezas sueltas del rompecabezas y nos invita a afinar nuestra percepción. De hecho, deseosos de escuchar los testimonios completos en este “thriller político” (como el cineasta y profesor cubano Kiki Álvarez llama a este libro), hasta nos frustramos con los cortes en las largas citas. La clasificación de la bibliografía ofrece una interesante perspectiva diacrónica. Los artículos, las intervenciones y los libros, presentados cronológicamente, dan una idea de las sucesivas publicaciones y personas influyentes; del bullicio y de la continuación de los debates mediante los escritos. Son notables las referencias a investigadores con marcada tendencia a no aceptar una versión congelada de la historia. Uniendo su voz a las suyas y a las de los testigos directos, Giroud explora momentos clave de la historia del ICAIC y asume con transparencia sus aspectos más complejos; evidencia las alianzas y enemistades, en particular los enfrentamientos entre Guevara y Alea que revelan desacuerdos irreconciliables, expresados con una asombrosa mordacidad. Entre conflictos interpersonales, intrainstitucionales e intereses de Estado superiores, el autor se desenvuelve entre las escalas micro y macro, ambas imprescindibles para una comprensión global. En la historiografía relativa al mundo de la cultura cubana, se han podido vehicular unas fórmulas sintéticas —pensemos, por ejemplo, en las “Palabras a los intelectuales” de Fidel Castro resumidas en dos frases impactantes— y se impuso a veces una versión demasiado lineal que obvia los obstáculos y hasta roza con la mitología. Un lector menos informado imaginaría decisiones unánimes y dinámicas colectivas cuando, en realidad, varios grupos e individuos estaban envueltos en relaciones de fuerzas que no sólo tenían que ver con la producción, realización y distribución de cine. El libro se posiciona contra una simplificación de la historia y le brinda al lector la posibilidad de forjarse una opinión.
Imagen de portada: Una clase en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) en la Habana. Fotografía de Beto Staino
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Pasado Meridiano o PM es un documental realizado por Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera (hermano menor de Guillermo Cabrera Infante) que registraba, siguiendo la convención del cinema verité, 14 minutos de vida nocturna de La Habana. La cinta fue censurada por el gobierno de Fidel Castro y eso dinamitó una fuerte polémica político-cultural a inicios de los sesenta en torno a la libertad de expresión y de creación en la Cuba revolucionaria. El escándalo concluyó con las famosas “Palabras a los intelectuales”, intervención en la que Castro atajó la cuestión con la frase: “dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”. [N. de las E.] ↩