Parece haber, al menos en la mente de algunas personas, una contradicción entre ser científico y ser activista. La premisa, ya suficientemente desacreditada, pero que se niega a morir, es que la ciencia debe ser objetiva y libre de ideología. Abrazar una causa, según esta lógica, compromete la integridad de los científicos y las científicas. Es un tema relevante en el contexto geopolítico y económico de hoy, lleno de controversias alrededor de temas como el calentamiento global, los organismos genéticamente modificados, la seguridad energética o los tratamientos para pacientes con VIH, por mencionar sólo algunos. Todos atravesados por posiciones eminentemente políticas y que involucran no sólo a expertos, sino también a comunidades de afectados y, ¿por qué no?, a grupos de activistas. Viene a cuento porque la editorial Turner acaba de publicar un par de libros de Barbara Ehrenreich, doctora en inmunología celular, convertida en periodista convertida en activista. A pesar de su formación como científica, esta autora se ha declarado abiertamente socialista demócrata, socióloga aficionada, y ha dedicado buena parte de su carrera a ser una mythbuster, es decir, a denunciar algunas de las creencias populares de la cultura y la ciencia.
Es tu culpa
Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo se publicó originalmente en inglés en 2009, dato nada trivial si se considera que es inmediatamente posterior a la aparición del bodrio El secreto, de Rhonda Byrne, devenido en best seller en 2006, y a la crisis financiera mundial de 2008. Tiempos de pesadumbre, pero también de optimismo desenfrenado. Ehrenreich disecciona varios de los imperativos categóricos de nuestros tiempos: poner buena cara ante cualquier adversidad; decretar nuestros deseos para que se cumplan porque la mente tiene preeminencia sobre el mundo físico; si enfermas es porque tú lo provocaste; si tienes un accidente, tú lo llamaste; si eres pobre es porque quieres: es tu culpa. Es tu culpa. Es tu culpa. La conexión entre estas máximas y aquellas del neoliberalismo, del tipo “el cambio está en ti”, no es casual. Si en el siglo XIX el spleen era de lo más chic, hoy la saudade queda relegada para emos y otros inadaptados. La autora analiza esta epidemia de felicidad en sus tres fases centrales: histórica, económica y espiritual. En el apartado “Las negras raíces del optimismo estadounidense” remonta su origen al “Nuevo Pensamiento” de Phineas P. Quimby, surgido en Estados Unidos durante el siglo XIX y con el cual se intentaba contrarrestar la depresión calvinista. Ser feliz como responsabilidad personal es también parte de la cultura protestante. En “Motivar el negocio y el negocio de la motivación” establece, a partir de estudios de caso, un lazo entre este fenómeno del pensamiento con las prácticas corporativas contemporáneas, la llamada cultura organizacional, en la que los gerentes no hablan de problemas, sino de áreas de oportunidad. Prácticamente todas las multinacionales buscan dar algún tipo de motivación a sus empleados, en ocasiones rayando en la tortura física. Así sucedió, se relata en el libro, con una empresa de Utah llamada Prosper, que para motivar a sus empleados los sometía a agresiones dignas de la policía judicial mexicana. No es una mera anécdota, es ante todo un viaje hacia lo más profundo y oscuro del capitalismo. El tercer vértice está en “Dios quiere que seas rico”: la relación entre la motivación de negocios y la religión es evidente en los credos y movimientos espirituales corporativizados. Antiguos estadios deportivos y viejas salas de cine convertidas en iglesias. Templos que han retirado de su liturgia elementos como Jesús en la cruz, por ser demasiado “negativos”. Si acá tenemos Pare de Sufrir, en Estados Unidos la contraparte está en los Joel y Victoria Osteen, los Rick Warren, los Robert H. Schuller y una larga tradición de televangelistas. La motivación como producto y el gran mercado de accesorios, no sólo libros y (especialmente) audiolibros, que se ha creado alrededor de ella: pulseras, amuletos, tazas, peluches y demás. La idea de un ser supremo, o un Universo, que concede todo lo que se le pide y que sólo está esperando nuestras órdenes y decretos. Las buenas nuevas son que en la iglesia-empresa nadie va al infierno. Entrelazadas con este fenómeno animoso, Ehrenreich, no deja de atender otras de sus ramificaciones manifiestas, ya sea en el sector salud (foros y grupos de apoyo para pacientes, terapias alternativas, el optimismo como cura), en el de la psicología positiva (el coaching y las bases “científicas” del pensamiento positivo) o en el desempleo, con negocios que en lugar de liquidar a sus empleados les ofrecen cursos para superar la depresión (“es el gran regalo que le hizo el mundo de la empresa a sus empleados despedidos: el pensamiento positivo”). Sonríe o muere muestra otra cara del “a la carta” posmoderno de Lipovetsky, con valores, religiones y creencias convenientemente sincréticas y a modo para hacernos sentir bien. Quienes no somos felices, denuncia Ehrenreich, somos los que sobreanalizamos todo, tan fácil que es.
Te vas a morir
Además, Turner nos ha traído Causas naturales. Cómo nos matamos por vivir más, publicado apenas el año pasado. En su trabajo más reciente, la periodista y activista explora la curiosa obsesión que tenemos por extender nuestro tiempo de vida. Una pretensión que raya en lo que en filosofía se denomina transhumanismo: un movimiento que sostiene que estamos obligados a mejorar nuestras capacidades físicas y mentales mediante la tecnología y que en su faceta más extrema ha creado verdaderos cyborgs. Pero no es asunto sólo de implantes cibernéticos, hay manifestaciones más cotidianas. La primera parte del libro la dedica a explorar la faceta social de nuestro anhelo por la permanencia: cambios en el estilo de vida, de alimentación, ejercicio físico y, en general, toda una industria del bienestar y la biomedicalización. La segunda parte se ocupa de la biología del cuerpo, ofreciendo, de acuerdo con palabras de la propia autora, “una visión distópica”. Adiós a la imagen del cuerpo humano como una maquinaria perfecta. Hola a la fisiología como escenario de una guerra intestina (por recurrir a una analogía que se antoja pertinente). Causas naturales tiene en buena medida una orientación más claramente científica que Sonríe o muere, pues se ocupa con más detalle de los aspectos médicos y biológicos del envejecimiento y la enfermedad. Los 30 son los nuevos 20, los 40 son los nuevos 30 y así sucesivamente. La más cruel paradoja, afirma Ehrenreich en el capítulo “La revolución de la mediana edad”, tal vez radique en la devoción por la medicina preventiva. Una cascada de análisis muchas veces innecesarios, y que generalmente parecen sacados de una cámara de tortura medieval (ver mamografía) o del manual del agresor sexual (ver colonoscopía). No es necesario ser teórico de la conspiración ni antivacunas para ver detrás de estos rituales una industria médica billonaria que fomenta, a la que le urge, que nos sintamos enfermos. No somos pacientes, somos consumidores médicos. En un sistema económico sobrediagnosticado, afirma la autora, el mayor acto de rebeldía es negarse a ver a un médico. En “Rituales de humillación” y “El barniz científico”, Ehrenreich desmonta los cimientos epistémicos fundamentales de la medicina con agudo sentido antropológico. Hay en ello dos líneas: por un lado presentar la variada selección de procedimientos médicos como rituales que no son muy distintos a los de los pueblos originarios. El otro ángulo es el de las sorprendentemente pocas evidencias e información científica que existen de que dichos procedimientos en verdad funcionen. “Medicina al dedazo, prueba y error”, le dicen, como episodio de Doctor House. Complementan esta primera sección algunas reflexiones sobre la cultura del gimnasio, el holismo, los alimentos orgánicos y naturales, sin grasa, sin gluten y su relación con la estratificación social. Espacios y prácticas que por su naturaleza se deberían considerar como de ocio se han convertido casi en un trabajo bajo la filosofía del “hazlo tú mismo”. La idea de biohackear nuestro propio organismo. Así la cultura del narcisismo, en la cual regular el cuerpo parece ser la única posibilidad de control en un entorno de incertidumbre económica y emocional. El holismo, tan a la mano para la cultura de la inmortalidad, propone el cuerpo como un todo en el que las partes (tejidos, órganos, células) trabajan de forma armónica. Sólo basta pensar en el cáncer o las enfermedades autoinmunes para echar por tierra esta imagen, propone Ehrenreich. No se trata de una anomalía, sino de una función inherente de nuestras células y lo cierto es que, al final, con ejercicio o sin él, con alimentos orgánicos o comida chatarra, con y sin medicina preventiva, nuestro organismo se degrada progresivamente y todos morimos. Algo que une a ambos libros, además de la poca tolerancia hacia la charlatanería, es que tanto Sonríe o muere como Causas naturales no son producto de una mera revisión bibliográfica, sino de un intenso trabajo de campo, entrevistas y observación activa, en el cual la autora está siempre por delante. Un cúmulo de experiencias en primera persona narradas con una voz aguda, sarcástica y humorística. Imprescindibles ambos para comprender nuestro entorno económico y emocional.
Turner, Madrid, 2018
Turner, Madrid, 2018
Imagen de portada: Jan Toorop, Symbolic Representation, ca. 1890