El arte no modifica a la naturaleza. Sobra decir que la sentencia no es nueva. Sin embargo, las maneras en las que el artista ha buscado darle un giro a la percepción y al entendimiento que tenemos no sólo de la naturaleza, sino también de la expresión artística, sí han logrado llevarlo a latitudes innovadoras de pensamiento. verónica gerber bicecci (Ciudad de México, 1981), “artista visual que escribe” —como ella misma se define—, muestra en su trabajo más reciente una de esas latitudes, derivada de una preocupación por la situación ecológica actual y de un interés latente por experimentar con la palabra y la imagen. Este año la editorial Almadía ha publicado otro día… (poemas sintéticos) y La compañía, libros en los que gerber bicecci reconfigura obra visual y escrita de otros artistas, sumándole trabajo periodístico así como sus ya conocidos saltos creativos difíciles de definir, para reflexionar sobre la crisis ecológica a la que indiscutiblemente hemos llegado (porque aunque el arte no modifique la naturaleza, el ser humano lamentablemente sí lo hace).
otro día… (poemas sintéticos)
En 1919 se editó Un día… (poemas sintéticos) de José Juan Tablada, libro de haikús —uno de los primeros en México— en el que el esplendor de la naturaleza es el protagonista. Repartidos en cuatro momentos del día (la mañana, la tarde, el crepúsculo y la noche), a los poemas los acompañaron dibujos circulares realizados por el propio Tablada y que ilustraban al elemento natural de cada haikú (cisne, araña, garza, cocuyo, pavorreal, etcétera). A manera de epílogo, Tablada escribió:
¡Ah del barquero! Sueño, en tu barquilla, Llévame por el río de la noche Hasta la margen áurea de otro día…!
verónica gerber bicecci le responde, omitiendo cualquier margen áureo, con otro día… (poemas sintéticos), libro cuyo contenido estuvo expuesto en la galería PROXYCO de Nueva York (2017-2018) y en el Museo de Arte de Zapopan (2018-2019).Dicho contenido es una reescritura del libro centenario con modificaciones mayores. En los haikús de gerber bicecci ya no está la síntesis de aquellos instantes de belleza que nacen en la naturaleza sino el horror de lo que parece una eterna lucha del ser humano contra ella: cambio climático, mutación y extinción de especies, contaminación, explotación de recursos naturales, sobrepoblación, radiación, deforestación… Barquera cruel pero original, gerber bicecci ilustra los poemas utilizando algunas de las imágenes que en 1977 la NASA envió al espacio en el Disco de Oro, intervenidas con acetona, buscando disolver la memoria que en ellas hay, al mismo tiempo que emula los dibujos originales de Tablada. Si el escritor de los poemas nos hizo voltear a ver a la naturaleza con admiración, su “reescritora” nos hace voltear a vernos a nosotros mismos, decepcionados. Por ejemplo, con el famoso haikú “El sauz”. Tablada escribió: “Tierno saúz / casi oro, casi ámbar / casi luz…”. gerber bicecci, ilustrándolo con una imagen de tráfico en hora pico, escribe: “Plan de emergencia / corta una rama adulta / replica clones”. Es cierto que en un principio no parece haber relación entre varias de las imágenes elegidas y los temas de los haikús (a “Luciérnagas” lo acompaña la imagen de un elefante moviendo troncos; a “Bambú”, la del interior de una fábrica; a “La palma”, delfines en un océano), pero con una reflexión posterior, que es a la que nos invita el libro, se descubre lo fundamental: en la Tierra todo está conectado y posiblemente sea porque el hombre no lo entiende que nos encontramos en una crisis ecológica.
La compañía
Dividido en una parte “a” y una “b”, La compañía cuenta la historia de san Felipe Nuevo Mercurio a través de un cruce inesperado de géneros artísticos y periodísticos que, en montaje, da como resultado un inusual collage sobre el extractivismo, sus efectos en el ambiente, en la memoria y en el futuro de quienes lo padecen. En La compañía “a” —expuesta primero en 2018 como parte de la instalación La máquina distópica—, gerber bicecci reescribe El huésped, cuento de la zacatecana Amparo Dávila, al cambiar los nombres de Guadalupe y el huésped, personajes principales, por “máquina” y “Compañía”, respectivamente; también modifica el tiempo verbal (de pasado a futuro) y la voz narrativa (de primera a segunda persona). El ritmo visual de esta parte es revelador. Las páginas en las que se menciona a la “máquina” se ilustran con fotografías en alto contraste de San Felipe Nuevo Mercurio a las que se sobrepusieron ideogramas de La máquina estética (1975) de Manuel Felguérez. Si se habla de la “Compañía” se elige como imagen una piedra de mercurio, una fotografía de botes con residuos tóxicos o una de las minas por fuera. Cuando no aparece en la página ninguno de esos dos nombres, las ilustraciones son fotografías de fragmentos de construcciones de Nuevo Mercurio, ya deterioradas y que dejan claro que el lugar está deshabitado y en ruinas. Así, el relato ficcional de Dávila sobre la pesadilla que significa la llegada de un “huésped” a una familia de un pueblo pequeño se convierte en el relato verídico de una comunidad afectada irreversiblemente por la extracción de mercurio a manos de una “Compañía” minera. La sección “b”, fraccionada a su vez en 100 partes, termina de dar sentido y contexto al libro. Aquí se muestra un trabajo más periodístico y directo, pues está conformado por fragmentos de estudios, informes, notas, reportes, diagnósticos, diagramas de las minas, mapas del pueblo, imágenes de murciélagos, conversaciones con mineros, con un periodista, un historiador, un ingeniero nuclear y otro químico, entre otros materiales de archivo. Aunque gerber bicecci no redacta, sí construye un relato lógico de San Felipe Nuevo Mercurio al seleccionar y organizar la información de todo ese material que nos va revelando las características y los acontecimientos que significaron para la región la idea de un futuro próspero pero que desembocaron en uno contaminado, distópico: su auge minero a partir de los años treinta con la extracción de cinabrio (mineral del que se saca el mercurio), la fundación de la compañía Mercurio Mexicano, los usos industriales del mineral, su exportación a los Estados Unidos, el crecimiento rápido de la comunidad (construcción de tiendas, oficinas, casas con mejores materiales, una escuela, un hospital, etcétera) y su declive a partir de 1974; los desechos nucleares introducidos al lugar ilegalmente, las intoxicaciones, enfermedades y daños a la salud que causó, las investigaciones para conocer el nivel de toxicidad y contaminación en la zona, la parcial emigración del pueblo y la llegada reciente de murciélagos a las minas abandonadas. “Todos los puntos tienen su nombre”, se lee en esta parte de La compañía. Y podríamos decir, permitiéndonos la descontextualización —en el libro se refieren a los puntos de las minas—, que verónica gerber bicecci es el nombre de un audaz punto de unión entre arte y naturaleza.
Imagen de portada: verónica gerber bicecci, La compañía, Almadía, Oaxaca, 2019