Tomar la plaza del lenguaje para recuperar el habla
La poesía de Carmen Berenguer se lee al aire libre, al aire libro, al verso libre. La leo caminando, así, en gerundio; la leo escrita en las bardas como un grafiti, la leo en voz alta porque es sobre todo voz que se levanta desde el dolor para decir “estoy parada y viva y hay harta poesía por delante”.
Allá en mi juventud se decía que la poesía que abordara lo social podría ser panfletaria, que era un desacierto formal. La poesía de Carmen Berenguer nos muestra que la fuerza estética de la poesía documental está en la vivencia emotiva de los hechos consignados. Qué poderosa es su palabra cargada de sentido. Qué lección de poética nos deja cuando lo que se quiere decir es inefable y se recurre a la creación de un idioma distinto, incomprensible desde la sintaxis y la gramática ortodoxas, pero profundamente movedor de fibras en los registros del cuerpo y de los afectos.
Poesía neobarroca algunas veces, “neobarrioca”, dice ella, porque tiene mucho de barrio y de ciudad quebrada. Otras veces, poesía que anda suelta, disfrazada de prosa, cronicando el cronos que le ha dado vida, porque hay poemas que sangran como heridas que seguirán manando. Poemas que cantan en mapuche los hilos de las madres y las abuelitas y las madres de las abuelitas. Qué red de resistencias tejida por las generaciones de mujeres. De ahí su verba, su afirmación genérica ante una “literatura macha y occidental”, como dice Berenguer, su recuperación de los labios como instrumento musical duplicado en el cuerpo femenino.
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Una poeta, Claudia Posadas, nos da a conocer la poesía de otra poeta, Carmen Berenguer. Una mexicana y la otra chilena: la hermandad latinoamericana se respira en la atmósfera que abriga este libro color vino y sangre.
Carmen Berenguer. Plaza tomada. Poesía (1983-2020) es una recopilación de textos a lo largo de la vida y la obra de la autora con la que podemos hacernos una idea bastante amplia de su propuesta poética. Se trata de una antología especial porque su orden no es cronológico, como estamos acostumbrados, sino que se presenta en bloques temáticos elegidos por la antologadora. Al estilo de una curadora de arte y museógrafa, Posadas detecta contenidos que se repiten a lo largo de los libros de Berenguer y constituyen un ethos, una postura estética o política, una poética personal; contenidos a veces manifiestos y a veces latentes que la compiladora sabe distinguir con su mirada detectadora de metales preciosos.
Confieso que tuve que luchar con mi ortodoxa y obsesiva manera de leer antologías en orden cronológico y con la ansiedad de avanzar en la lectura sin la certeza del año de creación del poema acompañándome como una brújula. Sin embargo, eso me permitió adentrarme en el proceso de edición. “¿Has leído la poesía de Carmen Berenguer?”, parece preguntarme Posadas. “No con tus ojos”, sería mi respuesta, tomada de un psicoanalista que contesta esto cuando alguno de sus pacientes le pregunta si ya vio tal o cual película. Entonces, leer esta antología es abordar la obra de Berenguer intervenida, recolocada, con el peso y contrapeso que da el orden y el agrupamiento propuestos por Posadas.
Así, el primer conjunto abre con un poema de título “Anticristo” y muestra aquellos textos que recogen la voz del pueblo en una plaza. Ser voz de voces es uno de los atributos de esta poesía no solo en este apartado, sino siempre. Pero la plaza tomó aquí un lugar protagónico como símbolo del espacio urbano donde se concentra el dolor que drena por las calles de la ciudad herida.
Aquí el espacio público es visto como el espacio natural de la denuncia y la resistencia. La escritora chilena se suscribe como una ciudadana común, testigo y parte de los acontecimientos. Al mismo tiempo se sabe voz de su tiempo, alguien que ha de levantar la palabra propia que otros seguirán:
Con tres heridas Carmen Berenguer surca esta poesía. La del género, la de la pobreza, la del poder. El segundo apartado que Posadas nos presenta congrega los textos que son un cuestionamiento de los órdenes opresivos. Dice Berenguer en “Ruinas”: “Aparecen las sombras criminales”, en todos los lugares concretos, cotidianos, abstractos e imaginarios: “en la azucarera, en la mermelada”, “en medio de estas páginas”, “en el temblor de tu sonrisa en ese espejo del baño”. Es el terror sin nombre que se apodera del tiempo de mujeres y hombres en tiempos de violencia. Representados por la imagen de los cuervos tomada de la poesía de Vicente Huidobro, los opresores destruyen todo menos la palabra que redobla en su garganta el relato de los oprimidos. La palabra escrita adquiere la fuerza del canto negro y de la frase pintada en la pared como un grafiti. Por eso algunos textos de Berenguer acuden a formatos performáticos y visuales.
La tercera sala de exposición es en realidad un sótano oscuro. El tema que ocupa estos poemas es el cuerpo lastimado. Y está escrito con excretas en un muro, como lo hizo Bobby Sands, el joven irlandés protagonista del primer poemario de Carmen Berenguer, Bobby Sands desfallece en el muro (1983). Porque se trata de registros corporales de tortura, la poeta tiene que acudir a nuevas formas de nombrar la experiencia ahí donde el lenguaje discursivo no es suficiente. Tengo la impresión de que la necesidad de hablar del horror corporal es lo que la lleva a una instrumentación experimental del lenguaje que roce la vivencia inenarrable. Es la experiencia del cuerpo la que detona esa verba de la que se servirá también el discurso feminista.
La postura de género es el eje alrededor del cual toman su lugar los textos elegidos para este apartado. La poeta cuestiona desde diversos ángulos el papel que se le ha adjudicado a la mujer en el sistema patriarcal y denuncia las atrocidades de las que ha sido víctima. En esta poesía toman la palabra las encarceladas, las expatriadas, las pordioseras, las violadas, las sometidas. Están todas: las putas, las esposas, las activistas. Está también una nueva habla que las vocifera.
El apartado quinto es el de la nueva esclavitud: el progreso, el mercado y el dinero invaden la ciudad con un discurso urbano. La poeta levanta una plegaria que se llama “Santiago Punk”, en la que enumera los cuerpos extraños de la urbe que se han vuelto familiares y se han mezclado con los ingredientes de la cultura mestiza, un mestizaje otro, una conquista diferente del territorio a fuerza de tecnología virtual y de actualidad. Y otra vez la plaza donde este rezo crítico es aullado.
Lola Ridge y Gertrude Stein son artistas que Carmen Berenguer emula para crear un modo de decir que rompe la sintaxis conservadora y alcanza otros registros de comunicación más emotivos y propositivos. Porque “la literatura chilena es macha y su estética occidental”, la autora se permite pronunciar escribiendo y “redoblando el paso de lo que digo”. Aquí la oralidad tiene una participación en esta escritura que es balbuceo y charla y grito y sobre todo baño sonoro que alivia del silencio impuesto y el del canon enajenante. Por eso exclama:
Majestuoso silencio que de nada sirve. Para eso tengo la palabra.
Claudia Posadas ha resguardado en otra habitación los textos autobiográficos de Carmen Berenguer. Lo “Biográfico-ficticio”, como les llama la antologadora, porque en literatura nunca se sabe la realidad de los hechos, pues lo que importa es su verdad emocional. En estas páginas aparecen las mujeres que son linaje: abuelas, madres, tías, así en plural, porque también son las transmisoras de voces milenarias que han llegado hasta estas páginas como un legado transgeneracional. La familia y la patria son esos recuerdos cotidianos contados como escenas en la trama de un diario. “Lo personal es político”, dice Posadas en su prólogo y tiene razón. La intimidad está marcada por un contexto social que la contiene. La poesía de Berenguer se posiciona como una “hiperconciencia” de las decisiones y un compromiso con ellas.
El último apartado recobra el tema de la plaza pero ahora resignificada como espacio de dignidad a partir de las protestas de 2019 y de la toma del ágora por el feminismo. La mujer sublevada es el pueblo sublevado. Lo femenino toma la plaza del lenguaje y lo hace inclusivo para recuperar el habla. La mecha está encendida. Gracias a la antologadora por invitarnos a esta Plaza tomada.
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2021
Texto leído durante la presentación del libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, 2021.
Imagen de portada: Protesta en Chile, 2015. Fotografía de ©Fernando Jorquera Brito. Flickr