Hace calor y no se siente el aire. Estamos a mediados de septiembre. En su silla de ruedas, la mujer me observa. La mujer no tiene brazos, tampoco tiene piernas. La mujer que miro y que me mira, apenas tiene una boca y en ella una sonrisa, una lengua sedienta y unos labios que murmuran y están diciendo algo. Yo tengo los dos brazos y las piernas. Francamente no sé por qué los tengo, pero algo intuyo, y es que en mi rostro no existe una sonrisa: hay una mueca de disgusto, de pena o de vergüenza.
Imagen de portada: Mary Bishop, Cinco manos rodeadas de gotas, 1963. Wellcome Collection [CC]