Los electores en México sabemos que nuestro horizonte de votación es más o menos limitado. Están allí, a la mano, por si queremos cruzar la boleta por ellos, los dos de siempre, que son el PRI y el PAN, que entre 1929 y 2018 fueron los únicos partidos en ocupar el poder federal en el país. Sobrevive aún el PRD, aunque casi marginalmente, por el trasvase de militantes (y líderes) a Morena, que ahora es el partido mayoritario. Quedan Movimiento Ciudadano, que es fuerte en algunos estados (entre ellos Jalisco, el natal de quien esto firma, cuyo gobierno ganó el año pasado), el Partido Verde (que es muchas cosas menos un partido verde, desde luego) y el PT, que se recobró del limbo en que estuvo durante años gracias a su alianza con Morena. Hablamos, pues, de seis partidos con representación federal. Quizá uno o dos más alcancen a llegar a las boletas de las votaciones intermedias de 2021. Y algunos candidatos independientes conseguirán sumarse en las elecciones para ciertos puestos, aunque los requisitos que el Instituto Nacional Electoral les puso sean básicamente candados (en las pasadas presidenciales sólo una independiente, Margarita Zavala, logró que se aprobara su candidatura y renunció a mitad de campaña, cuando vio que no despegaba). En Alemania, donde vivo por una temporada, las boletas electorales son más coloridas. Y amplias. De hecho, son prácticamente cuadernillos, porque decenas de partidos concurren a las votaciones. Y aunque sólo algunos logran representación en el Bundestag, es decir, en el parlamento federal, al menos le dan folclor al acto de votar. El poder alemán ha estado repartido entre Democristianos y Socialdemócratas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Algunas veces se han aliado entre ellos. Otras, con socios como Los Verdes o los Liberales. La cancillería ha estado siempre en sus manos. Pero el espectro electoral es inmenso. ¿Que a uno le agrada la ecología? Pues además de Los Verdes (que son un partido fuerte, aunque según muchos se ha ablandado), tiene opción de votar por el Partido Ecológico Democrático, el Partido Humanista por el Bienestar Animal, el Partido por el Cambio Vegetariano y Vegano, la Alianza por los Derechos Humanos y Animales y la Conservación de la Naturaleza o por la Izquierda Ecológica. ¿Que uno es de izquierda a secas? Pues además de los Socialdemócratas y La Izquierda (una escisión aliada con antiguos comunistas), están el Partido Comunista Alemán (que viene de la antigua Alemania Occidental), el Partido Marxista Leninista de Alemania (abiertamente estalinista y que vindica a la vez a Mao), el Partido Comunista de Alemania (que vienen de la antigua Alemania Oriental y que además de estalinista y maoísta admira a Kim Il-sung), la Izquierda Democrática y el divertidísimo Partido Anarquista-Pogo (el pogo es otra forma de llamar al slam, es decir, ese baile violento de punks y metaleros en los conciertos), que no tiene una plataforma como tal y es considerado una parodia. Hay derechistas temibles, como la antiinmigrante AfD o como el NPD (el partido Nacional Demócrata, fundado por ex nazis) o Los Republicanos (un viejo partido de derecha que se radicalizó en los noventa y volvió a moderarse en los últimos tiempos, no se sabe muy bien por qué). Hay un partido, el Lupe (sic), que sólo pide que se cambie el trazado de una de las pistas del aeropuerto de Frankfurt porque a algunos vecinos les molesta el ruido… O Los Violetas, que abogan por una política “espiritual”… Están Los Urbanos, que se consideran a sí mismos un “partido hip-hop”. O el berlinés Partido de los Inquilinos, que impulsa los alquileres baratos y controlados… O los Panteras Grises, el partido de jubilados que defiende el derecho a mejores pensiones… Quizá el poder esté concentrado en muy pocas manos, como en todas partes, pero al menos uno se divierte revisando la boleta electoral.
Imagen de portada: Paule Vézelay, Five Forms, 1935. © The estate of Paule Vézelay. Photo © Tate.