La voz del bosque
El 15 de abril de 2011 seis mujeres de la comunidad de Cherán, en Michoacán, se plantaron frente a los camiones que, cargados con árboles de su bosque, intentaban expoliarlos. Seis mujeres, con su cuerpo, sus rebozos, con piedras en las manos, impidieron que criminales siguieran robando su bosque y, con ello, su forma de vida. No fue un levantamiento sencillo. Como ellas mismas nos cuentan, hubo caos, miedo y violencia: talamontes armados jaloneaban por igual a las mayores y las jóvenes.
Ese gesto, esos cuerpos, esas mujeres, encendieron el fuego de una de las historias de insurgencia más trascendentes que han sucedido en México en los últimos años y que podemos escuchar, una década después, en el podcast Mujeres de fuego, producido por La Corriente del Golfo.
El podcast inicia cada uno de sus ocho capítulos con la frase: “No fue una, fuimos todas”. Esta reiteración confirma que la historia está narrada por varias mujeres pero, sobre todo, que no habría sucedido sin todas. Melita, Alicia, Yunuen, Ade, María Elena, Betel, Rosi y Teresa, todas, nos advierten y recuerdan en cada capítulo que nunca actuamos solas. Como mujer que nació y creció en una ciudad, que a lo largo de toda su vida se desarrolló en espacios donde lo importante no era compartir, sino competir, a lo que estas compañeras me convocan, nos convocan, es a darnos cuenta de que nuestros logros individuales o posibles cambios a partir de una son un espejismo; es la relación constante con las personas y el entorno lo que va moldeando lo que somos y lo que hacemos.
Las y los creadores de Mujeres de fuego aciertan al construir el coro que nos interpela: sabemos quién habla en cada momento, pero la palabra es de todas. A diferencia del coro griego que acompaña a un protagonista, en el coro de Mujeres de fuego no hay una voz predominante. En todo caso, el protagonista es el bosque. En la forma nos hablan del fondo. Mujeres de fuego es, entonces, una invitación a ser juntas.
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En el año 2011, dos semanas después de la insurgencia, el periodista Heriberto Paredes y dos compañeras reporteras viajaron a Cherán para conocer su historia. Diez años después, con visitas constantes al territorio, Paredes, Daniela Flores Serrano y Sonia Hakansson propusieron contar la historia desde las mujeres. Tras recibir el sí de La Corriente del Golfo como productora, Paredes y la sonidista Eloísa Diez viajaron de nuevo para recuperar sus voces.
Las voces de esas mujeres, el entendimiento de Paredes, el oído de Eloísa para traernos el bosque, la sensibilidad narrativa de Elvira Liceaga, Ricardo Giraldo y Diego Rabasa como guionistas, y el trabajo de muchas otras personas involucradas dan como resultado un podcast cautivador, profundo en sus reflexiones y con cierto contagio de alegría en medio de la violencia.
En Cherán la vida es el bosque. Ese es el espacio donde se vive, es también el que forma un sentido de pertenencia y trascendencia. En Cherán las personas siembran los árboles y los árboles crecen con ellas, se hermanan. El bosque capta el agua, limpia el aire y alimenta a los pájaros. Él comparte lo que se necesita para vivir en esta tierra: agua, alimento, casa. La relación con el bosque es entrañable, de cuidado y respeto recíproco, nos dicen Melita, Alicia, Yunuen, Ade, María Elena, Betel, Rosi y Teresa.
Por eso, cuando a Cherán llegó el crimen organizado a cortar sus árboles y convertir esos pulmones en tierras planas para producir aguacate, se desataron las alertas. Los criminales robaban los pinos y, más aún, a punta de pistola forzaban a los pobladores a cortarlos y cargar los camiones con esos enormes cadáveres, cadáveres de sus hermanos árboles que alguna vez habían cuidado.
No conformes con robar la madera y acabar con el bosque, los talamontes incendiaron los espacios despojados para que la gente ya no volviera. Una estrategia de guerra que recuerda la de la tierra quemada: se trata de volver inservible todo lo que pueda serle útil al enemigo si permanece ahí. En el caso de Cherán, usaron esta estrategia para que la gente no regresara, para apoderarse del territorio: arrancar de raíz la forma de vida de un pueblo al grado de que su gente enfermó.
Mujeres de fuego es, también, la denuncia y el mensaje de que nadie puede poseer el espacio en el que vivimos, sea el bosque o la banqueta.
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Las mujeres de Cherán recuerdan, en las entrevistas realizadas por Heriberto Paredes y Eloísa Diez, que un día pasó por la comunidad un auto que llevaba amarrado en su cofre una pantaleta con la leyenda: “Primero son los pinos, después serán sus mujeres”.
La amenaza a las mujeres y al agua fue lo que las llevó a poner sus cuerpos frente a los camiones y tractores cargados de madera. Se enfrentaron a los talamontes, los detuvieron, los encerraron en una troje. Había quienes querían golpearlos, colgarlos, matarlos, sacar toda esa rabia del despojo y la humillación.
Pero otras mujeres dijeron no: Nosotras no seremos como ellos porque la violencia solo trae más violencia. Y se reunieron en fogatas para vigilar que no volvieran a entrar ni salir esos criminales, y pronto esos fuegos se convirtieron en un espacio de vida cotidiana y encuentro y re-conocimiento entre las vecinas, entre los vecinos. “Nadie tenía una respuesta”, dicen las mujeres de fuego y enfatiza Natalia Lafourcade como narradora del podcast.
Que el guion se detenga en ese detalle es una manera de convidarnos a conocer cómo esa comunidad no da por sentada la justicia, sino que quiere pensar qué significa, de qué quieren que esté hecha, cómo se puede construir. Y a su vez, al no asumir la venganza como primera opción, se abre la posibilidad de entender el entramado de violencias entre quienes talan los montes.
Mujeres de fuego es, entonces, la muestra de que la política y la justicia nacen en el encuentro habitual.
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Lo que inició como una lucha por defender los bosques terminó modificando la vida cotidiana y política de Cherán. La comunidad recuperó su memoria, pero también miró hacia su presente: las mujeres, las jóvenes, las y los niños. ¿Qué tenían que decir ellas, constantemente ignoradas?
Esta, la más reciente —hasta ahora— batalla de Cherán, también enfrenta complejidades. “A veces las comunidades no están listas para ciertas cosas”, nos dice una de las mujeres de fuego. “Avanzas dos pasos y retrocedes otro, es un constante caminar, es un caminar constante el que se está construyendo”.
Mujeres de fuego plantea la vida comunitaria como el eje de la continuidad de la vida, del bosque y de las personas. Pero no a partir de la vida comunitaria como una cosa dada, preconcebida, romantizada, sino como algo que miran, ejercen, cuestionan, construyen, algo sobre lo que se duda, se retrocede, se avanza. Mujeres de fuego es también una invitación a guardar silencio y sentir la palabra del bosque.
A diferencia de muchos trabajos que hemos visto sobre la vida de las comunidades indígenas, este no posa su mirada sobre ellas a partir de deseos lejanos, de una vida ideal que hemos perdido en las ciudades, sino que logra que la palabra emerja ante la escucha.
Mujeres de fuego se puede escuchar aquí
Imagen de portada: ©Raquel Palominos, Niños fuego, Cherán, Michoacán, 2019. Cortesía de la artista