Con una exposición fotográfica en el Museo Nacional de Arquitectura de Bellas Artes y la publicación del libro-catálogo que la acompaña, Santiago Arau nos ofrece una visión de la Ciudad de México que, como él mismo precisa, relata el vertiginoso conjunto que conforma el valle de México. Este imponente libro que presenta unas doscientas imágenes ancladas en la realidad del lugar viene acompañado de textos que le imprimen coherencia y precisión. Como un guiño cómplice, la publicación cierra con fotografías de archivo en blanco y negro que nos recuerdan que esta ciudad, obsesionada con la idea de preservar su memoria, ha suscitado un cuerpo fotográfico desde hace mucho tiempo.
Arau se propone retratar este territorio, capturando sus rasgos singulares para contar su historia. Procede con orden y divide su libro en secciones obvias y claras, como si intentara dominar un caos desmedido y hacerlo legible. Empieza con las condiciones geográficas, los volcanes y lagos que componen el paisaje, que constituyen parte de las imposiciones con las que la ciudad tuvo que contender. Luego divide el tiempo, desde la época prehispánica hasta el siglo XXI. Cada capítulo tiene su lógica y su estética; urbanismo y monumentos se alternan en estas páginas de forma organizada y racional, y la acumulación acaba produciendo lo que provoca la urbe: saturación, asombro, densidad. La materia viva de una gran metrópolis es difícil de fijar, por ello, una de las grandes cualidades de este libro es que la fuerza de sus imágenes hace eco del lugar.
El fotógrafo escapa a la enorme tentación de usar el retrato, dada la variedad de rostros y rasgos de los habitantes de la ciudad. Rechaza cualquier demagogia para trabajar con franqueza; así, hace tomas inéditas gracias al uso de drones. Las fotografías están enmarcadas por textos muy variados: algunas líneas de grandes escritores como Octavio Paz o José Emilio Pacheco, canciones populares cuyas letras resuenan con algunas imágenes enloquecidas, palabras en náhuatl que recuerdan el origen de las cosas, citas de pensadores y poetas, explicaciones antropológicas y sociológicas… El acierto es que estas frases acompañan sin asfixiar; tampoco frenan el recorrido al que nos invita este libro. Estas anotaciones son didácticas en el mejor sentido del término: ayudan a comprender mejor la complejidad y la riqueza de este universo; son instrumentos para entender mejor las impresiones que provocan estas vistas.
Las fotografías y las palabras del autor-fotógrafo nos invitan a reflexionar sobre la posibilidad de narrar un lugar. Destaca esta idea en sus comentarios: la colección de imágenes que ha acumulado permite descifrar este espacio a través del relato de su historia, como lo haría un escritor en una novela. Pensemos en Georges Perec y su Tentativa de agotar un lugar parisino, ejercicio de construcción de textos a partir de ubicaciones determinadas en la capital francesa. Perec pretendía contar así la vida en su ciudad y elaborar un retrato fiel de ella. Arau procede cronológicamente y permite al lector ver su evolución, gracias a tomas vinculadas a una época concreta. Pero el trabajo fotográfico tiene, en general y en este caso particular, una profunda relación con la poesía. El poeta “trabaja el idioma”, utiliza las palabras de manera que adquieran un nuevo significado. Arau sabe trabajar la imagen para que observemos un paisaje o un edificio, un monumento o una calle, ya conocidos, con la sensación de verlos por primera vez. El libro consigue este efecto evitando lugares comunes y reiteraciones para ofrecernos una vista desde un ángulo nuevo. No se trata aquí de saber si este proyecto es narrativo o poético, sino de reconocer una riqueza en su construcción que le otorga más valor que al simple hecho de contar una historia. Como expone el prefacio, podemos encontrar también muchos puntos en común con la crónica, donde el ojo es más cómplice que nunca de la pluma, aunque es en una pluralidad de géneros que prospera este libro.
En su profusión, la Ciudad de México invade la vista y satura la mente, por lo que ha sido objeto de numerosos registros fotográficos; muchos fotógrafos famosos encontraron aquí inspiración. Ahora, en el siglo XXI, la obra de Santiago Arau está llamada a permanecer porque combina el gusto por la tradición, aportes tecnológicos renovadores y un marcado gusto por las facetas más originales de esta urbe.
Un elemento central en la originalidad de este libro es la utilización de nuevos procesos técnicos. El uso de drones para encontrar perspectivas y ángulos proporciona perspectivas que el ojo humano no había podido contemplar. Ya sean parajes naturales —sobre todo volcanes y lagos—, monumentos, vistas aéreas de calles y plazas que casi transforman la imagen en mapa, como un curioso mosaico de colores inesperados que hacen sonreír al lector, cautivado y sorprendido por tomas que rompen con la banalidad. Algunos de los ejemplos más impactantes son tomas aéreas de la estatua del Caballito, del Ángel de la Independencia o del mercado de Tepito que rompen con tantos clichés. En ocasiones las fotografías son reelaboradas y obtienen la textura de un cuadro, añadiendo variedad y misterio al conjunto.
Como le gusta señalar al autor, la Ciudad de México es una curiosa mezcla entre un espacio museístico y una urbe en permanente agitación, y el equilibrio entre estas dos facetas es muy delicado. Ruinas prehispánicas conviven con construcciones coloniales, rodeadas de edificaciones recientes; su urbanismo particular lo engulle todo, asimilando este pasado con una vitalidad singular. Estas fotografías nos permiten captar el aspecto dominante de la arquitectura cuando es utilizada como arma de conquista: los colonizadores españoles destruyeron mucho para establecer su propia ciudad, dejando algunos vestigios, casi sofocados por las nuevas construcciones. Y la modernidad mexicana pasa por una urbanización devoradora que asimila este pasado, por pesado que sea, dándole su lugar. Las imágenes propuestas exhiben lo monumental del “arte de los vencedores”, y cómo una forma de organizar el espacio constituye una estrategia para imponer una forma de vivir. Vivimos en una época en la que cuestionamos, muchas veces con razón, las épocas coloniales, las imposiciones de los conquistadores y su sistema de dominación. La posibilidad de observar este mecanismo destaca aquí: el choque visual subraya el aspecto violento de las imposiciones, pero además muestra cómo el tiempo ha suavizado estas relaciones.
El título del libro, Patrimonio, revela la importancia que el autor concede a estos legados del pasado, tanto naturales como culturales. Pero su gran preocupación abarca sobre todo la transmisión; lo principal no es la herencia sino cómo la usamos. Hay algo vibrante en sus fotografías, la impresión elocuente de que este patrimonio sobrevive porque está integrado en la vida de los habitantes. A diferencia de muchas metrópolis europeas, que dan la impresión de haberse convertido en museos sin vida, abrumadas por el peso del pasado, la Ciudad de México es un espacio estimulante gracias a la síntesis permanente de las huellas de la historia y de un presente que las respeta. La vitalidad del lugar reposa sobre vestigios que se entretejen con expresiones diversas de la actualidad. A través de su mirada renovada, este libro nos revela el carácter único de esta vertiginosa ciudad.
Edición de autor, México, 2023
Imagen de portada: Santiago Arau, Cerro de las Minas en Iztapalapa, 2023. Cortesía del artista