Y cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y se ahogó. Lucas 8: 33
Pienso en nosotras,
en el miedo,
en lo pobres,
en lo jóvenes.
En nuestros padres
—como si dijera miedo—.
En nuestro cuerpo
—como si dijera exilio—.
Pienso:
no tenemos tierra,
no tenemos cuerpo,
no hay escondite
que nos otorgue
voluntad.
Pienso:
No tenemos noche,
sólo miedo.
No tenemos día,
sólo obligación.
Estamos aquí:
donde los puercos.
Entre Jesucristo
y el despeñadero
involuntariamente
endemoniadas,
fecundadas de mal.
Gestamos culpa,
saltamos.
Es una orden:
Abrir las piernas.
Cerrar la boca.
Ser almacén.
Aguantar.
Abrir las piernas.
Parir más hambre.
Aguantar.
Pienso en nuestra voluntad
que llamaron
egoísta,
sin sentido,
ilegal;
como migrar,
como el luto,
como los besos.
Y no me arrepiento
de pensar;
más bien me rompo
y no siento culpa
por pensar;
más bien tristeza
y no tengo miedo
de pensar:
Estoy segura
de que el Cielo
no es tan frío.
Imagen de portada: Carolina Monterrubio, Sola me gusto, 2019. Cortesía de la artista.