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Según los medios, 1971 es el mejor año en la historia del rock. Para apoyar dicha teoría se realizó el documental 1971: The Year That Music Changed Everything. No es descabellada esta conclusión. La fecha sobresale por la cantidad de clásicos que generó. La lista de discos es extensa, pero entre ellos destacan L. A. Woman de los Doors, Sticky Fingers de The Rolling Stones, IV de Led Zeppelin, Imagine de John Lennon, Who’s Next de The Who, Pearl de Janis Joplin, Master of Reality de Black Sabbath y Hunky Dory de David Bowie. Se ha especulado mucho con la calidad del rock después del 71. Pero no se puede negar que movimientos como el punk o el postpunk mantuvieron vivo su espíritu. Sin ellos, el siguiente gran estallido musical hubiera sido imposible. El motor que convirtió a 1991 en un año musical sensacional fue en gran parte la filosofía Do It Yourself. Una banda como Metallica, por ejemplo, tuvo que poner en práctica el hazlo tú mismo para comenzar su carrera. Además del DIY, una buena parte de la música del 91, en particular el grunge, abrevaba directamente del sonido y el espíritu del punk. Ya Nikki Sixx lo decía en una entrevista un par de años antes: la frivolidad vacía en la que había caído el rock era insoportable, desde las muestras de onanismo musical del rock progresivo hasta el hair metal. El género se encontraba en un callejón sin salida. Pero lo que ignoraba Nikki es que hacía unos años que se estaba cocinando un guiso que cambiaría el panorama. Bandas que no compartían gustos estéticos ni musicales con lo que pasaban en la radio hacían una música de enorme calidad pero todavía no eran apreciadas por el gran público. Grupos como The Replacements, Fugazi o Bad Brains inspirarían a una nueva generación. El hartazgo al que aludía Nikki se convirtió en una avalancha de música nueva que revolucionaría la industria. No solo el grunge, también grupos como Guns N’ Roses y hasta el rap aplastarían a los antiguos próceres de la música a nivel mundial. El 91 también marca el año del final del reinado de Michael Jackson, que era el artista más vendido de la época, extendiendo el liderazgo de la música disco en las listas de popularidad. Nuevas leyes habrían de regir el futuro de la música. Las disqueras, inspiradas en el fenómeno Nirvana, buscarían a sus nuevas estrellas en las radios universitarias y en las disqueras indies. Además, la manera de promover a las agrupaciones cambiaría de manera radical. Dos décadas después de aquel 71, el fenómeno volvía a repetirse, el rock estaba listo para reclamar su puesto como cultura musical dominante. Los noventa se consideran por muchos la última era dorada del rock. El resultado fue una gran cantidad de albums que hoy son llamados clásicos. La lista de todo lo que se publicó es inabarcable. Aquí van algunos de los más representativos:
El rey indiscutible. Nevermind es un disco perfecto. Además, como pocos albums, ha creado a su alrededor una mitología que parece salida de una obra de Shakespeare: muerte —la de su líder—, traiciones, pelea de su viuda por regalías, demandas del bebé fotografiado en su portada. El grunge en sus orígenes era una mezcla de punk con metal, pero Kurt Cobain fue más melódico y sin miedo le imprimió a esta combinación el toque pop, lo que le permitió a Nirvana y a todo el movimiento salir de las estaciones de radio universitarias y conquistar la MTV.
Banda hechiza conformada por miembros de Pearl Jam y Soundgarden como un tributo a Andrew Wood, vocalista de Mother Love Bone. En el disco se puede escuchar todo el dolor por la pérdida del prometedor cantante, quien falleció de manera prematura, pero también la celebración de la música. Pelea por ser el disco más emotivo de ese año. Con canciones estrujantes como “Say Hello to Heaven” o “Hunger Strike”, es la cancha ideal para el lucimiento vocal de Chris Cornell.
El gran mérito de las bandas de grunge es que en lugar de exigirte que te pusieras a su nivel eran ellas las que se bajaban al tuyo. Y la música de Pearl Jam encontró muy pronto la manera de conectar con la joven audiencia. No me atrevería a decir que es música juvenil, pero sí que poseían toda la sensibilidad para conectar con la generación noventera al hablar de los problemas cotidianos de la Generación X (a diferencia del hair metal, que entronizaba un mundo inaccesible para la naciente juventud alienada, ostentando una vida disipada con coches de lujo y modelos, como se mostraba en los videoclips de bandas como Warrant). Solo Pearl Jam podía componer una rola como “Jeremy”. Es impensable que una tarea así recayera en alguna otra agrupación de los ochenta.
Desde finales de los ochenta Dinosaur Jr. era una bandota que contaba ya con un álbum clásico, Bug. Pero su filiación no era identificable, hasta que se les asoció con el grunge. Sí, es grunge. Comparte muchos aspectos con el movimiento, la herencia Do It Yourself que les legó el punk y la imperante necesidad de crear una música sin pretensiones comerciales. Y también su música sería impensable sin la figura de Neil Young. Pero es algo más que grunge, es pregrunge y es postgrunge. Green Mind es el disco que los sitúa como miembros de la Nación Alternativa. El álbum surge de una mezcla de rabia y ternura en el que el feedback y la distorsión son el sello de la casa.
El cuarteto californiano es una invitación y un desmadre, y se nos suele olvidar el enorme nivel musical que los poseyó en el 91. Blood Sugar Sex Magik es su versión de disco conceptual: cuatro lados, cuatro integrantes, la sangre, la azúcar, el sexo y la magia. Las canciones giran alrededor de estos elementos, creando una suerte de coctel alternativo funk. El disco conceptual era algo que no tantas bandas hacían en el momento porque se había abusado mucho de él en el pasado, pero los Red Hot Chili Peppers consiguieron darle la vuelta y el resultado fue un álbum portentoso que transita por el rock, la balada y el funk. Un estilo que la banda había practicado antes, pero que los hacía sonar a todo. En este por fin suenan a funk Red Hot. La segunda parte del disco es una lección de funk, donde la banda rinde homenaje a sus influencias, desde Funkadelic hasta Jimi Hendrix.
No es Doolittle, ni Come on Pilgrim o Surfer Rosa, sin embargo Trompe le Monde es un discazo: la prueba palpable de lo bien que hicieron los Pixies la transición a los noventa. Aunque el momento duraría poco, pues la banda se desarticuló, esta es una de sus cumbres. Lo que hace de este un gran disco, además de sus canciones y su humor, es su vena decididamente anticomercial. Sin la apremiante necesidad de conseguir un sencillo, Pixies arroja un disco que parece invitarte a no comprarlo. Su portada tampoco es atractiva, pero quien se atreve a adentrarse en él rápidamente descubre la joya que es.
Desde los primeros segundos de “Jerry Was a Rice Car Driver” y el sonido de un coche que arranca, sabes que estás ante algo distinto. Ya en sus dos trabajos anteriores, Les Claypool, líder de Primus, producía una música nada convencional a la hora de mezclar sus influencias: ora se aproxima a los Butthold Surfers ora a los Residents, ora a Captain Beefheart, y la lista podría seguir. Primus podría llevarse la corona al grupo más juguetón del grunge, por encima de las parodias del género que hiciera “Weird Al” Yankovic.
Existen dos Soundgarden: el que dio su brazo a torcer al pop en Superunknown, sin duda su disco mejor producido y el más exitoso; y otro más visceral, que tenía los pies bien puestos en crear un rock pesado sin confundirse con el rock pesado que todos tenemos en la cabeza. Badmotorfinger abre con “Rusty Cage”, una de las canciones más vigorosas que se han escrito en la historia. Su riff parece una persecución policiaca. Un sonido que venera el rock clásico pero sin nunca llegar a la solemnidad de Zeppelin. Se dice poco, y habría que decirlo más: Kim Thayil es uno de los guitarristas mejor dotados del grunge. Su estilo se caracteriza por sus riffs heavies y es en gran medida el responsable de lo que luego sería llamado “sonido Seattle”.
Cuando salió este disco, el séptimo de su carrera, R.E.M. ya había demostrado su enorme talento en discos como Automatic for the People o Monster. Sin embargo, la recompensa llegó con Out of Time, que vendió once millones de copias y recibió varios premios, lo que situó a R.E.M. en primer plano, algo que sin duda merecían. Existen canciones que aunque hayan nacido en el 91 suenan siempre en algún momento en un bar o en la radio. Es el caso de “Losing My Religion”, no importa en qué ciudad estemos ni la hora, porque nos persigue y forma parte de nuestro soundtrack vital.
A treinta años de aquella explosión musical, el legado de estas bandas se mantiene intacto. No solo se ha revalorado año con año, sino que podríamos hablar de una escuela que ha inspirado a nuevos grupos a imitar el sonido noventero, como es el caso de Bully o —aquí en México— de Austero, ambas bandas producidas por Steve Albini, quien fuera el encargado de grabar el In Utero de Nirvana.
En un principio, esta música fue creada con el único fin de expresar la angustia de una generación, pero su rabiosa creatividad y la autenticidad de la que hizo virtud la sublimó al grado de que hoy estos grupos son considerados los nuevos clásicos. Y muchos fans de la música experimentan cierta nostalgia por esta era. ¿Volveremos a tener, como en el 71 y el 91, otros años tan abundantes de buena música?
Imagen de portada: Kurt Cobain y Dave Grohl en entrevista con Kurt St. Thomas de la WFNX. Fotografía de Julie Kramer, 1991 (CC)