…fuit magna vi et animi et corporis, sed ingenio malo pravoque. Huic ab adulescentia bella intestina, caedes, rapinae, discordia civilis grata fuerunt, ibique iuventutem suam exercuit. Corpus patiens inediae, algoris, vigiliae supra quam cuiquam credibile est. Animus audax, subdolus, varius, cuius rei lubet simulator ac dissimulator, alieni adpetens, sui profusus, ardens in cupiditatibus; satis eloquentiae, sapientiae parum. Vastus animus inmoderata, incredibilia, nimis alta semper cupiebat.
Salustio, La conjuración de Catilina
… tengo frío tengo frío
¿este frío?
el revolver
la cacha del revolver
¡quién!
¡quién!
¿quién vive?
En la tiniebla
las manos temblorosas
la boca amarga
fuera, los centinelas
la noche la ciudad
y el uuuiiuuuiiuuuiii doloroso de un tren lejano
… allá cuando nosotros, junto al fuego del campamento
con la silla de montar por almohada
el hedor a fatiga, el aguardiente
en las entrañas
congelado
en Culiacán y Monterrey
en Zacatecas y Torreón
caballo bayo cuaco alazán
amigo tú amigo yo
huíamos por el desierto y las bestias
se roían las crines y relinchaban sed.
Pero aquel era otro tiempo
y ahora tú te pudres
mientras que yo
¡yo soy quien soy!
lo que tú no fuiste
¡lo soy yo por ser quien soy!
¡Yo!
Me arde el pecho
Y es tan larga la noche
Año de mil novecientos
el veinticuatro de junio
los cogieron los rurales
Tú y yo éramos niños
–Padrino, ¿qué les hacen?
En el atrio de la iglesia “por ladrones de ganado”
¡cras! ¡cras! ¡cras! ¡cras!
mi padre, tu tío, Francisco, Nicolás y Pedro
que tenía catorce años.
Después
huimos
el monte
la primera sangre
los primeros caballos
con lomo de sangre.
Y cuando decías: la muerte, amigo,
la de verdad
la que uno elige
solo una vez
y no se repite
como el dinero
está mal repartida ¿no?
quién tiene más quién tiene menos
y aquí mi amigo y un servidor
tenemos para dar y prestar
y Madero tenía muy poca
Huerta algo más Zapata mucha
Doroteo Arango tenía casi nada
y cuando decías: mi general,
hay que ser dadivosos,
cómo llorabas de risa
y a Fierro:
qué hombre eh, qué hombre
y bebías de su botella sudorosa.
El pecho me quema
Es tan tarde
Y la noche no acaba
Si pudiera dormir
Si pudiera dormir sin que tú
hijo de puta
amigo mío
si pudiera dormir
libre de ti el pensamiento
¡acabaras de morirte!
Tú
el más hombre
tú
capitán
de los corridos
de la risa desencajada
en el incendio en el combate
Ah. Sí
Tú, el héroe
Para ti la plata
para ti confidencias
a ti el silencio deferente
en el Estado Mayor
En Aguascalientes
y en Querétaro
cómo brillabas
cuero kaki pomada
con Pancho Álvaro
Leobardo Roque
Antonio y Eulalio
Siempre tú
… y yo, en el rincón
fuera del grupo
con tu sombrero en las rodillas
y con tu alcohólica insolencia
a cuestas por las escaleras
desmañanadas del hotel
Y bien
¿ahora?
¿Ahora dónde estás?
¡Responde!
¿Dónde estás
dónde están
los grandes
los redentores
los mortíferos
los intocables?
¿En qué acabaron?
Aquellos generales
tan gloriosos
¿qué se hicieron?
Con toda su potencia
¿por qué murieron
mientras que yo
sombra de mi amigo
el guerrillero
de burdel
el que hizo la Revolución
en las cantinas
tengo en sus huesos
pedestal y discurso?
¿Quién fue el más fuerte?
Pero no se trata de ti
con todo y todo
lo de nosotros
fue otra cosa
te lo repito
te lo he dicho mil veces
y te lo dije a ti, cara a cara
que tu ambición
que lo pensaras
que por qué habías cambiado
que sobre los afectos
está siempre la causa
Y luego la Constitución
todavía fresca
habíamos jurado
tú cambiaste partido
y a mí una noche
me insistieron
usted es el único que puede acercársele
usted es el único que puede salvar
a la patria
si usted no se mueve quedará traicionada
por siempre la causa
del pueblo
y habrá sido inútil la lucha la muerte
y el sacrificio
de tantos hermanos
Por eso lo hice ¿comprendes?
y porque yo no era yo en aquel instante
sino la mano armada de la nación
¡cras! ¡cras! ¡cras! ¡cras!
te hice justicia cuando vuelto de espaldas
encendiendo el cigarro
reías
indefenso
Ves pues
que ni tú mismo
podrías llamarme
traidor
No te maté por interés
por envidia
ni por granjearme la voluntad
del Caudillo.
Y si después seguí adelante
con el llanto en el alma
si fui a las Cámaras
a la gubernatura
a la Secretaría
y llegué luego aquí
fue porque alguien
tenía que hacerlo
Este pueblo no sabe
México está ciego sordo y tiene hambre
la gente es ignorante pobre y estúpida
necesita obispos diputados toreros
y cantantes que le digan:
canta vota reza grita,
necesita
un hombre fuerte
un presidente enérgico
que le lleve la rienda
le ponga el maíz en la boca
la letra en el ojo.
Yo soy ese
Solitario
Odiado
Temido
Pero amado
Yo hago brotar las cosechas
caer la lluvia
callar el trueno
sano a los enfermos
y engendro toros bravos
Yo soy el Excelentísimo Señor Presidente
de la República General y Licenciado don Fulano de Tal.
Y cuando la tierra trepida
y la muchedumbre muge
agolpada en el Zócalo
y grito ¡Viva México!
por gritar ¡Viva yo!
y pongo la mano
sobre mis testículos
siento que un torrente beodo
de vida
inunda montañas y selvas y bocas
rugen los cañones
en el horizonte
y hasta la misma muerte
sube al cielo y estalla
como un sol de cañas
sobre el vientre pasivo
y rencoroso
de la patria.
Basta ya, déjame que raya el alba
Por una calle profunda baja un tranvía
exasperante como el insomnio
¿Aquellos disparos?
cras cras
¿Quién no muere?
Vuelve el sueño…
No No No
Hermano
dame a comer de eso rojo…
[A quien corresponda]
Tomado de Poesía en movimiento (Octavio Paz et al. coords.), Siglo XXI, CDMX, 2008 [1966], pp. 201-208. Agustín Millares Carlo traduce así el epígrafe que pertenece a La conjuración de Catilina (UNAM, CDMX, 1991): “… era hombre de gran vigor intelectual y físico, pero de malvada y perversa inclinación. Desde mancebo agradáronle las guerras intestinas, matanzas, pillajes y disensiones civiles, y en tales menesteres empleó su mocedad. Su constitución era capaz de resistir en grado increíble el hambre, el frío y los desvelos, y estaba dotado de un espíritu audaz, astuto, tornadizo, susceptible de fingir y de disimular cualquier sentimiento, codicioso del bien ajeno, pródigo del propio y fogoso en sus pasiones; poseía Catilina una cierta elocuencia, pero escasa sensatez. Su corazón insaciable meditaba siempre proyectos desmesurados, increíbles y en demasía elevados”.
Imagen de portada: El presidente Mao es el sol más rojo de nuestros corazones, ca. 1966. ©University of Michigan Library