dossier Lenguajes JUL.2019

Ponerle un nombre a un gato

T. S. Eliot

inglés

Ponerle un Nombre a un Gato es complicado, no es un simple juego para pasar el rato; tal vez podrás pensar que yo estoy bien pirado por decir que TRES NOMBRES debe tener un gato. Primero está el nombre que usa la familia, tal como Pedro, Silvia, Alonso o Don Mario, o bien Víctor o Juan, Jorge o Emilia; todos nombres razonables de uso diario. Nombres que suenan como una canción, de sonido elegante, ya sea varón o damita: tales como Admeto, Electra, Deméter, Platón; nombres sensatos que el uso diario desquita. Pero insisto, un gato precisa un nombre particular, uno peculiar, decoroso o bien ¿cómo podría mantener la cola perpendicular, desplegar los bigotes, valorar su gallardía? Nombres de este tipo puedo mentar un quórum, tales como Munkustrap, Quxo o Harolo, tales como Bombalurina o bien Jellylorum; nombres que pertenecen a uno solo. Pero sobre y ante todo hay un nombre específico, uno que a ti no se te ocurrirá ni con ayuda del método científico; pero que EL GATO MISMO SABE y nunca revelará. Cuando notes a un gato en meditación profunda, la razón, afirmo, es siempre su costumbre de estar absorto en contemplación fecunda del tema, del tema, del tema de su nombre: su inefable efable effainefable profundo, singular, e inescrutable Nombre.

Imagen de portada: Elsa-Louise Manceaux, sin título, instalación de 40 dibujos individuales, 2016. Cortesía de la artista