Fragmentos
María Sabina comenzó a comer hongos de niña, junto con su hermana María Ana, cuando ambas trabajaban como cuidadoras de cabras. Los hongos ayudaron a las niñas, huérfanas de padre, a soportar las penas. Su segundo marido, Marcial Calvo, brujo de profesión, le enseñó algunas artes. Pero ella le ocultó su ciencia. Se nombraba a sí misma curandera: “Cantando adivino todo lo que va a pasar”, le confesó a Fernando Benítez. Tras el asesinato de Marcial, María Sabina desarrolló sus poderes y fue llamada co ta si ne, “la que sabe”. En cada sesión curativa, María Sabina entonaba unos cantos acompasados con una danza sonora y rítmica. Para Benítez su sentido nunca fue completamente accesible porque estaba destinado a no serlo. Los antiguos mexicanos le llamaban nahualtocaitl al “idioma de la divinidad” y era un lenguaje esotérico, intraducible.
Soy una mujer que llora, soy una mujer que habla, soy una mujer que da la vida, soy una mujer que golpea, soy una mujer espíritu, soy una mujer que grita.
Soy Jesucristo,
soy San Pedro,
soy un Santo,
soy una Santa.
Soy una mujer del aire,
soy una mujer de luz,
soy una mujer pura,
soy una mujer muñeca,
soy una mujer reloj,
soy una mujer pájaro,
soy la mujer Jesús.
Soy el corazón de Cristo,
soy el corazón de la Virgen,
soy el corazón de Nuestro Padre,
soy el corazón del Padre.
Soy la mujer que espera,
soy la mujer que se esfuerza,
soy la mujer de la victoria,
soy la mujer del pensamiento,
soy la mujer creadora,
soy la mujer doctora,
soy la mujer luna,
soy la mujer intérprete,
soy la mujer estrella,
soy la mujer cielo.
San Pablo,
San Pedro,
Pedro Mara,
Pedro Matin,
Pedro Martínez.
Ven, Santo,
ven, Santa,
vengan, trece diablos,
vengan, trece muchachas diablas,
vengan, trece muchachos de la escuela,
por el agua.
Que el diablo no perturbe.
Que vengan trece santas.
Que vengan trece niñas.
Que vengan trece niños de la escuela
por el agua.
Flores que limpian mientras ando,
agua que limpia mientras ando,
flores que limpian,
agua que limpia.
Porque no tengo saliva,
porque no tenga basura,
porque no tengo polvo,
porque él no tiene,
lo que está en el aire,
porque ésta es la obra de los santos.
No hay brujería.
No hay lucha.
No hay cólera.
Nada escupido.
Ninguna mentira.
No tengo oídos.
No tengo pezones.
Tierra fría.
Nuestra tierra de nieblas.
Soy conocida en el cielo.
Dios me conoce.
Todavía hay santos.
Oye, luna.
Oye, mujer-cruz-del-sur.
Oye, estrella de la mañana.
Ven. Cómo podremos descansar. Estamos fatigados. Aún no llega el día.
Fuente: Fernando Benítez, “La santa de los hongos. Vida y misterio de María Sabina”, Revista de la Universidad de México, vol. XVIII, núm. 1, septiembre de 1963. Traducción al español coordinada por Fernando Benítez.