En julio de 2018 Douglas Rushkoff, uno de los principales teóricos del cyberpunk y colaborador de medios como Times o New York Times, publicó un escalofriante texto que fue traducido al español bajo el título “La supervivencia de los más ricos y cómo traman abandonar el barco”. En él Rushkoff contó cómo durante 2017 fue invitado a conversar con cinco super-ricos sobre el “futuro de la tecnología”. Mientras transcurría la conversación, los interlocutores de Rushkoff fueron mostrando sus verdaderas preocupaciones:
se preparaban para un futuro digital que tenía bastante más que ver con la intención de trascender la condición humana y protegerse del peligro real y presente del cambio climático, el aumento de los niveles del mar, los grandes flujos migratorios, las pandemias globales, el pánico nacionalista o el agotamiento de los recursos que con la construcción de un mundo mejor. Para ellos, el futuro de la tecnología en realidad consiste en una cosa: la capacidad de huida.
A pesar del incalculable poderío de los negacionistas del cambio climático, grandes sectores de la humanidad se preocupan cada vez más por las amenazas y consecuencias de la acción humana sobre la naturaleza. Desde las ciencias los aportes de colectividades, como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de otros grupos pertenecientes casi siempre a universidades o a organizaciones de la sociedad civil, han ayudado a comprender mejor el problema. En la difusión de la gravedad de las amenazas para la vida humana y no humana, personas de las ciencias, de los medios de comunicación y activistas sociales han hecho una gran labor para ayudar a visibilizar esta emergencia poco atendida en el pasado. El surgimiento de figuras como Greta Thunberg o de movimientos globales como el de Viernes por el Futuro, son prueba de que la agenda sobre el cambio climático está ganando terreno. Es en este contexto que las luchas de los pueblos originarios toman una característica particular: aportan, desde una mirada histórica, compleja y comunitaria, una lectura multidimensional de la problemática, al tiempo que comparten experiencias de resistencia y prácticas concretas para imaginar alternativas.
Dentro de esas resistencias en México encontramos las de los pueblos mayas —tseltales, tsotsiles, tojolabales, choles, zoques y mames— organizados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y las de los pueblos que se articulan en el Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno1 (CNI-CIG). Para estos actores lo que existe es una guerra del sistema capitalista contra la madre Tierra:
Entonces vemos que el capitalismo tiene declarada, en primer lugar, una guerra en contra de nuestra madre Tierra, y que su lógica de generar ganancias a costa del despojo y la destrucción de la Tierra, a costa de la explotación y la violencia en contra de millones de seres humanos, es la forma de ser de este sistema. El capitalismo ve a nuestra madre Tierra como una cosa que se puede tomar y apropiar, se puede explotar, violar y aprovechar sin medida, se puede partir en pedazos, se puede destruir y no pasa nada; entonces el capitalismo va en contra de la vida humana en este planeta.2
Para el EZLN y el CNI-CIG la emergencia actual es resultado de un sistema histórico, basado en la acumulación de poder y de riquezas, que organiza mayoritariamente la vida y el trabajo. Este sistema tiene uno de sus puntos de partida en el genocidio y sometimiento que trajo la conquista de América.
Esta lectura encuentra interesantes intersecciones con algunas de las aportaciones más relevantes hechas desde las ciencias. Para Crutzen, Premio Nobel de química en 1995, el “antropoceno” —etapa en el que la humanidad adquirió la capacidad de ser una “fuerza geológica”, es decir, una fuerza terrestre interna equivalente a los volcanes o los sismos—, comenzó con la Revolución Industrial, periodo que causó un despunte considerable en la emisión y concentración de gases de efecto invernadero. Por su parte, el IPCC3 calcula que como resultado de la utilización desmedida de energías fósiles que producen grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), de 1880 a 2012 la temperatura media mundial aumentó 0.85 °C, provocando que los océanos se hayan calentado, las cantidades de nieve y hielo hayan disminuido y el nivel del mar haya subido. Con sus matices y diferencias, el vínculo entre cambio climático y capitalismo está implícito en los saberes de los pueblos y los aportes desde las ciencias. Sin embargo, para los pueblos originarios se trata de algo más que un diagnóstico o de tomar conciencia sobre esta emergencia global. Para ellos se trata de una cuestión de vida o muerte, pues son ellos y sus territorios los que viven las principales consecuencias negativas, y también son ellos, como pueblos y como personas, los que están siendo asesinados y desaparecidos por defender sus territorios ante el despliegue de los proyectos y megaproyectos del sistema capitalista.
La naturaleza es una pared elástica que multiplica la velocidad de las piedras que le arrojamos. La muerte no regresa en la misma proporción, sino potenciada. Hay una guerra entre el sistema y la naturaleza. Esa confrontación no admite matices ni cobardías. O se está con el sistema o con la naturaleza. O con la muerte, o con la vida.
Estas frases, tomadas del cuaderno de apuntes del Gato-Perro, uno de los personajes del subcomandante zapatista Galeano, resumen bien la posición del EZLN y el CNI-CIG. Si en el pasado las izquierdas concentraron sus tácticas y estrategias en la contradicción entre trabajo y capital, hoy el discurso de los y las zapatistas y sus círculos afines invitan a mirar otras opresiones, como el patriarcado y el racismo, partiendo de una disputa que parece fundamental: naturaleza vs. capital, vida vs. muerte. El 21 y 22 de diciembre de 2019 en el Caracol Zapatista de Jacinto Canek, uno de los doce caracoles que funcionan como puntos de encuentro entre las culturas de los pueblos zapatistas y las otras culturas de México y del mundo, se realizó el Foro en Defensa del Territorio y de la Madre Tierra. Ahí participaron 38 pueblos y organizaciones, en su mayoría pueblos originarios. Todos los participantes viven influencias desfavorables en sus territorios, motivo por el que se han organizado para detener o echar atrás proyectos y megaproyectos, o para intentar revertir los daños ambientales generados. También participaron personas pertenecientes a organizaciones del pueblo mapuche, del Kurdistán y del Consejo Regional Indígena del Cauca en Colombia.
Como si se tratara de armar un rompecabezas, cada vocero o vocera de los pueblos explicó su problemática. Cada pieza venía acompañada de historias de represión y resistencia; de asesinatos, desapariciones y de prisión política para los defensores del territorio, pero también de triunfos, de organización, de vida… Así se fue armando un esbozo de la geografía del despojo y sus resistencias. En el foro se escuchó la voz de los defensores del río Metlapanapa, en Puebla, quienes luchan contra 28 empresas que impulsan la construcción de un sistema de tuberías que desembocaría en el río y por el cual se verterían desechos tóxicos. También se atendió la palabra del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua de Morelos, Puebla y Tlaxcala, quienes resisten al Proyecto Integral Morelos —que incluye dos termoeléctricas, un gasoducto y un acueducto— y que en 2019 sufrió el asesinato de uno de sus principales referentes: Samir Flores Soberanes. Igualmente compartieron sus argumentos los diferentes pueblos que en Oaxaca se oponen a la construcción del corredor Transístmico, así como los de organizaciones de los pueblos que en los estados de Campeche, Yucatán, Chiapas y Quintana Roo denuncian y resisten a lo que nombran el “mal llamado Tren Maya”. El mapeo del despojo tomó dimensiones mayores con otra información que las organizaciones narran: proyectos inmobiliarios, complejos turísticos, minería, energía eólica y fotovoltaica, masivas granjas porcícolas, monocultivos de soja, de palma africana o de aceite, contaminación de ríos, industrias madereras, proyectos de presas, y también los negocios y vínculos del crimen organizado. El diagnóstico de la “guerra capitalista” no sólo es resultado de una mirada histórica, sino de un enfoque complejo que observa a los distintos elementos que la componen, con sus respectivas interrelaciones. Es decir, los originarios miran al sistema en lo general y lo particular, en su unidad y en su multiplicidad. Desde ahí advierten que ese sistema se construye de muchos proyectos y megaproyectos que por todo el mundo generan deforestación, polución, extinción de especies, ecocidio… muerte. En su crítica al sistema, los pueblos originarios del EZLN y el CNI-CIG cuestionan y desmitifican las ideas de progreso y desarrollo: ¿Progreso y desarrollo para quién y a costa de qué? ¿Cuál es el modelo de desarrollo que quieren y necesitan los pueblos? ¿El progreso y el desarrollo deben estar siempre asociados al despojo, a la destrucción de la naturaleza y al asesinato de las comunidades originarias? En el contexto de la actual emergencia climática, ¿Cómo podemos imaginar un progreso y un desarrollo distintos a los hegemónicos?
No se quiere entender que cuando los pueblos indígenas defienden sus territorios, sus recursos sagrados o su patrimonio cultural, lo que están defendiendo es su propia forma de vida, como ellos la entienden, con sus tiempos, sus formas de organización, su relación holística con la naturaleza. La lucha de los pueblos indígenas no es, como se pretende hacer creer, porque quieran seguir en el atraso, sino porque el tipo de desarrollo que les proponen afecta profundamente su existencia y su futuro,
escribió el intelectual mixteco Francisco López Bárcenas.
¿Qué hacer? ¿Cómo iniciar la construcción de un mundo mejor? Sumak kawsay en quechua. Suma qamaña en aymara. Lekil Kuxlejal en tseltal. Utz K’aslemal en maya k’iche. Ñande reko en guaraní. Jlekilaltik en tojolabal. Éstos son conceptos utilizados en distintas lenguas para referirse a formas de vida asociadas con la libertad, con la justicia, con la dignidad. Todas ellos se enuncian desde un ser en común, desde ese nosótrico tojolabal que tanto sedujo a Carlos Lenkersdorf. Cada uno de estos conceptos responde a cosmovisiones propias de los pueblos. Por ello la diversidad es un rasgo fundamental de todo proceso de articulación de los pueblos originarios. Eso lo saben bien los zapatistas: su organización está compuesta por al menos seis pueblos originarios distintos. Forjar “una alternativa” implicaría imponer “una” forma de vida. El subcomandante Moisés, vocero del EZLN, lo expresó de la siguiente forma en diciembre de 2014:
No hay un solo camino. No hay un paso único. No tiene el mismo modo quien camina y lucha. No es uno el caminante. Son diversos los tiempos y los lugares y muchos los colores que brillan abajo y a la izquierda en la tierra que duele. Pero el destino es el mismo: la libertad. La Libertad. LA LIBERTAD.
Esa reivindicación de lo diverso se hace desde lo social y lo comunitario, contraponiéndose por completo a ese individualismo que propone “soluciones” a los problemas estructurales desde los hábitos individuales. En sus célebres Tesis sobre la historia, Walter Benjamin erigió una profunda crítica a la idea de progreso, sobre todo por su contenido naturalista, positivista, lineal e infinito. La comparó con un “huracán” que a su paso va dejando una “catástrofe única”. Hoy esa catástrofe sólo nos permite imaginar distopías hacía el futuro. La huida sólo aparece como opción para los super-ricos. Tal vez ha llegado la hora de “jalar el freno de emergencia” y recomponer lo destruido. Ya lo anotó Gato-Perro: “O se está con el sistema o con la naturaleza. O con la muerte, o con la vida”.
Imagen de portada: Beatriz Aurora. No a la guerra, 2003
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A la Cuarta Asamblea Nacional entre el CNI-CIG y EZLN acudieron los pueblos afromexicano, binizaa, chinanteco, chol, chontal, comca’ac, hñahñu, kumiai, mam, maya, mayo, mazahua, me´phaa, mixe, mixteco, nahua, náyeri, purépecha, quiché, rarámuri, téenek, tepehuano, tohono O’odham, tojolabal, totonaca, tseltal, tzotzil, wixárika, yaqui, zoque, chixil y cañari. ↩
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Congreso Nacional Indígena, “La guerra capitalista”, 17 de septiembre de 2017. https://www.congresonacionalindigena.org/2017/09/17/la-guerra-capitalista/ ↩
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IPCC, Quinto Informe de Evaluación, 2014. http://www.un.org/es/sections/issues-depth/climate-change/index.html ↩