Akroteraz

Olimpiadas / dossier / Julio de 2024

Germán Pardo García

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Akroteraz es un “adorno” escrito para las Olimpiadas de 1968. En arquitectura, una acrotera, del latín acroterĭa, es un pedestal sobre el que se coloca un adorno; eran muy utilizadas en Grecia, por lo que el juego idiomático sirve al poeta para titular un poema inspirado en los hexámetros clásicos. Germán Pardo García conoció a Carlos Pellicer en Bogotá en 1918 y lo reencontró, diez años después, en México, donde el colombiano fincó su residencia y publicó toda su obra, unos cuarenta libros. Fue uno de los invitados al Encuentro Internacional de Poetas, una de las actividades culturales de los Juegos Olímpicos de 1968, que contó también con la presencia de Robert Graves y Yevgueny Yevtushenko.


¡No ya con tus himnos, Terpandro, mi lengua preludie,

ni al iris melódico

tu lira heptacorde me incite!

¡Más sí con mis claves y acentos

de Píndaro agrícola,

natal de Colombia, de imagen fluvial y silvestre,

y anclado en el Valle de Anáhuac,

exalte la fuerza del Sol en la piel de los púgiles,

que invaden —motores humanos que un gas radioactivo [propulsa—,

la luz del estadio en que fulgen los rostros de dioses aztecas!


¡Si doy al cimbel del eufórico exámetro ritmos

y gracia de helénico idioma,

es únicamente el arrullo

de un mar escultor que adornara

de acantos y mirtos,

las velas de naves ilustres;

el gris capitel de los jonios pilares,

y abriera con húmedo aliento

la fimbria exhalante

de Zóphokles!


¡Detrás de las aras de Ceres Fructípara

y el dórico templo,

—rotonda floral de Minerva Partenia

y Apolo Pankrátor—

mi frente se inclina,

mi culto derrama

licuante maguey en las tumbas,

y activa satánica ofrenda

de sombras y sangre, a los muertos, mi espíritu!


¡Si en éxtasis miro encenderse de Febo la túnica!

¡Si rindo heliotropos y dalias

a Jano Bifronte,

construyo a Coatlicue

y a Tláloc,

teocalli de lasca rojiza;

me duele escuchar a la dios Quilastli

llamando al jacal a sus tristes, morenas criaturas,

y entierro en Mictlán, taciturno rincón cinerario,

la mustia aridez de los ídolos!

[…]


¡Opongo a la clava de Herakles Polémakos

la furia de un agrio bisonte!

¡A Baco y su vid insolada en las cumbres de Nisa,

y al flébil carrizo de Pan y las lluvias clementes de Arkadia,

los golpes orgánicos

que da contra el mundo,

silvícola maza del dios arador amazónico!


¡Rescata mi brazo del polvo las flechas indígenas!

¡Las ocres tinajas y vasos

que estaban sepultos

al pie de volcanes pastores de lagos y estrellas!


¡Con uñas de buitres

arranca los secos abluños

que el Tiempo en el lacre tezontle acumula!

Diseña en los leños del noble ahuehuete

feraz dinastía zoológica

y graba en la Piedra del Sol con ritual hieroglifo:

“¡A México estatuas de mármoles cárneos llegaron,

y aquí sus tendones y vértebras

—manojo de plásticas vigas—

en haz de clamantes columnas irguieron!

¡Y vimos crecer, tremolar anatómicos núcleos

que Fidias amara y nutrió con sus venas Praxíteles!

¡Fue un día de orgullo, estupor y presagio,

cuando Íkaro Angélion,

movido por alas metálicas,

partió a subyugar a Saturno Trigemas!”

[…]


¡Venid, polemarkas de paz, corpulentos tritones de [Olympia!

¡Combad el poder de los tórax velludos!

¡Librad la flexión del tremente deltoides!

¡Triscad en las férreas argollas

cual osos de aladas estirpes!

¡Urgid la pelota y que ruede cual un prodigioso planeta,

saltando entre un vértigo

de botas brillantes que fingen pezuñas caprinas!

¡Hollad el pretil de la gualda palestra,

y el kármico sol de Anáhuac

os guíe a los atrios del criollo, fragante propíleo!

[…]


¡Haced, oh mujeres gimnastas, danzantes corolas,

nebúlicos lirios,

girar vuestros cuerpos cual leves libélulas!

¡La vágula red de los bucles, los muslos

de impalas elásticos!

¡Signad en la pista de hielo, en las barras de cobre,

figuras geométricas!

¡Nadad subacuáticas

con lento oscilar de moradas actinias

en un surtidor de cristales azules!

¡Soltad transparencias de linos y rasos!

¡Fulgid como estelas que el sol de la tarde empurpura!

¡Guardad musical equilibrio,

cual un colibrí que en rosal deslumbrante cintila!

¡Cual lánguidas alas de garzas,

que abiertas al frío quietud luminosa sostienen,

y henchid en la pulpa del pecho

la flor de las sólidas tetas!

[…]


¡Nosotros, mestizos, os damos hostal y abundancia

de luz, explosión de punzantes colores!

¡Fraternas las manos en prenda de amor a los ágiles huéspedes!

¡Haremos cantar las calandrias más puras,

danzar a los indios adustos, de reyes toltecas ornados,

y verse más bellas las toscas pirámides,

las ruinas calcáreas de ciegos, sumidos cenotes!

[…]


Y exclamo: ¡la vuestra es mi blonda, anhelante divisa,

y al aire la llevo cual un estival gallardete!

¡Triunfar en vosotros!

¡Vencer al Dolor con el alma y el cuerpo desnudos!

¡Oh anfibios pilotos, comandos de náuticas lides!

¡Oh esbelto jinete, veloz proyectil de los hípicos foros!

¡Oh arqueros de duras espaldas!

¡Oh trépidos machos que vais al furor del volante!

¡Oh azores calzados con lisa madera de esquíes!

¡Oh boxers!

¡Oh bólidos vivos,

que lanza a estallar el poder de frenética música!


¡Triunfar del Dolor, porque empieza a nacer la tercera [esperanza

de un Hombre con otra distinta conciencia,

ingrávida y limpia de angustia y escombro de siglos!

Fragmentos del poema Akroteraz. Adorno para los Juegos Olímpicos de México. Gráficas Menhir, México, 1968.

Imagen de portada: Pélope e Hipodamía sobre un vehículo de carreras. Ánfora del Siglo V a. C