El Multiforo Alicia es el foro musical independiente más longevo de la Ciudad de México: ubicado en los límites de la colonia Roma, lleva realizando eventos semanales desde 1995. Ignacio Pineda, su gestor, cuenta más sobre este lugar que no puede separarse de su historia personal.
Afuera del número 91-A de avenida Cuauhtémoc, en la colonia Roma, un gato sonríe. Hoy no es viernes ni sábado, días en los que de aquí emanan sonidos que van del jazz al reggae pasando por el punk y el surf. Hoy es miércoles, son las 4:30 pm e Ignacio lleva media hora de retraso. Ignacio Pineda, Nacho, es fundador y gestor de este sitio que se oculta tras una fachada donde resalta el dibujo de un felino curveando la boca: el Multiforo Alicia. Desde su apertura —el primero de diciembre de 1995 con un concierto de Antidoping— el Alicia ha recibido a cientos de bandas, poetas, escritores, performanceros, cineastas, talleristas y movimientos sociales. Por eso se dice que es un referente artístico y un laboratorio de movimientos subterráneos. Además, ha enfrentado cualquier cantidad de clausuras y siempre ha salido airoso: la resistencia es otra de sus cualidades. Minutos antes de las cinco por fin aparece Nacho. “Vengo de ver a Andrés, el diseñador, tenía que checar unas cosas —dice mientras se acomoda su sombrero de ala corta—, pero ya vamos, por ahí vemos dónde comer”. Esta tarde libre de evento, Pineda, que está próximo a cumplir sesenta años, planea recorrer el centro de la ciudad para comprar discos y saciar su hambre, además de profundizar sobre el Alicia, la vagancia, la música y la ciudad. Su vida.
Cuauhtémoc
Sobre avenida Cuauhtémoc, en el tramo que va de Álvaro Obregón a Chapultepec, hay más bares que librerías, pero en los recintos donde los libros abundan los dependientes saludan a Nacho. Aunque en el barrio donde radica, El Coyol, en la delegación Gustavo A. Madero, es diferente: “No tengo mucha vida social, sólo salgo a dar vueltas con mis perros”. Hace años eligió vivir en esa colonia que se ubica cerca del Parque Nacional El Tepeyac por la tranquilidad, las áreas verdes y la cercanía entre vecinos. Alguna vez pensó en mudarse a la Roma, pero lo diminuto de los departamentos, la multitud de carros y el ruido constante terminaron por anular esa idea. Aunque el noreste de la ciudad no siempre ha sido la zona de residencia de Pineda: sus primeros años transcurrieron en el sur. “Nací en la colonia Narvarte, en la calle de Zempoala. Me gustó lo que viví.” Durante esa época moza también se adentró en la música. “Mi mamá nos llevaba al cine y después a comprar discos. El primero que tuve fue un sencillo de Los Tokens, El león duerme esta noche. Sigo conservando ese EP”, dice mientras abandonamos la vía del último tlatoani para dar vuelta sobre avenida Chapultepec.
Balderas
Seiscientos pesos, la cantidad que Nacho da por más de una veintena de discos. El puesto, al que quedó a deber sesenta pesos por falta de cambio, está a la salida del metro Juárez, sobre Balderas. Pero antes pasamos por el tianguis que rodea a la Biblioteca de México. Ahí, entre ropa, comida, películas y revistas, Nacho saludó a un integrante de Sonido Gallo Negro y se sorprendió al ver a Armando, al que presentó como un buen amigo del artista Miguel Calderón. Tantos años frente al Alicia han llenado a Pineda de amigos y conocidos. Pero no siempre fue así; en los albores del espacio, cuando asistían centenas de punks que “tomaban en la calle, taloneaban y espantaban a la gente”, los vecinos estaban tan molestos que llegaron a recolectar firmas para erradicar el lugar. Uno de esos inconformes era el Ingeniero, quien, tras una visita esporádica al espacio, tuvo una conversión: “Le caímos bien y se puso a trabajar con nosotros”. Actualmente muchos punks siguen acudiendo al foro pero ya hay buena relación con los residentes cercanos. Incluso el Ingeniero es un alicio ocasional. Alicio es el mote para denominar a la gente que labora en el Multiforo. Actualmente hay catorce empleados pero, si se considera toda la trayectoria del lugar, la cuenta asciende varias decenas. “Muchos [alicios] crecen y algunos grupos o agencias se los van llevando. Entonces tienes que empezar a buscar elementos a los que hay que enseñar a trabajar”, cuenta Nacho mientras contempla varios vinilos sobre un retablo de otro local. Además de los puestos sobre Balderas, los tianguis de Tepito y de San Felipe de Jesús son otros lugares donde Pineda se surte: vinilos, casetes y discos compactos entran en su colección. Quizás este afán por tener sonidos plasmados motivó a que el Alicia también se enfocara en grabar y editar producciones discográficas a través del sello Grabaxiones Alicia: “Hemos sacado como 130 discos, aunque no sabemos vender; los grabamos, los sacamos, pero no sabemos cómo venderlos. Eso es algo muy grave de nosotros”. Ya sobre avenida Juárez, Nacho suelta más retazos personales: dejó su casa familiar antes de los dieciocho y empezó a realizar varias chambas para vivir, una de ellas dentro de un despacho de sociólogos; estudió letras en la UNAM pero se quedó en el sexto semestre; inició el Alicia junto con sus amigos avanzando a prueba y error; Chantal López y Omar Cortés (Ediciones Antorcha) le enseñaron bastante sobre anarquismo; tiene dos hermanas mayores, y este recorrido por Balderas fue rápido ya que normalmente se tarda, pues “siempre veo el disco, veo el año, veo la disquera, veo los músicos”.
Eje Central
En Eje Central es común observar edificios abandonados que desentonan con la modernidad de los establecimientos con luz neón y paredes lisas que los rodean. Es una vía polarizada en la que bastan un par de cuadras para ir de lo glamuroso a lo marginal.
No entiendo cómo prefieren tener un lugar cerrado a que la gente lo trabaje, —dice Nacho al llegar a la fachada del ahora abandonado Teatro Blanquita— es el mismo caso con otros lugares de música: te come el monopolio del espectáculo, no puedes competir con ellos. El Blanquita ya no aguantó.
Él cree que, si la nueva administración del gobierno de la ciudad no apoya a los colectivos y a la gente, éstos van a empezar a tomar los lugares por su cuenta.
El año pasado estuvimos buscando lugares porque, a pesar de que tenemos veintitrés años en la Roma, la colonia ya no me gusta; la gente le da más prioridad al alcohol, es una cantina la Roma. Entonces, en los lugares adonde fuimos a buscar por la Obrera, tipo bodegas, las rentas estaban en cien mil pesos… Imposible. Y te piden tres rentas: una corriente y dos de depósito. Estás hablando de rentar un lugar en trescientos mil pesos, y faltan las licencias, el equipo y acondicionarlo. Para poder abrir un espacio cultural tienes que hacer una inversión de casi un millón de pesos. Está canijo eso, nomás lo hace la gente que maneja lana. Y una persona que le mete a un espacio un millón de pesos quiere ganar más de un millón de pesos, entonces tiene que subir los precios o meter otras cosas. Es difícil aguantar un espacio cultural.
Pero el Alicia ha aguantado: clausuras, portazos, borrachos, temblores, perdidas económicas, alzas en la renta y hasta un par de irrupciones por parte de comandos armados. Por eso Nacho mantiene la lucha para que los espacios culturales se rijan como lo que son:
Para ellos [el gobierno], los espacios culturales siguen siendo bares, restaurantes o cantinas a pesar de que ya está la ley [de espacios culturales] dentro de la Constitución. Yo no veo que los políticos y funcionarios, cuando ya están ejerciendo, apoyen los espacios. Nunca he visto eso con las autoridades, ni un acercamiento.
Frente a la Plaza Garibaldi —donde actualmente tiene lugar la construcción de un complejo habitacional— Pineda reconoce con pesar que “ésa es la apuesta de la ciudad: haz edificios y réntalos, véndelos. La apuesta del dinero”.
La Victoria
Al entrar en La Victoria, restaurante-bar en los límites de la colonia Guerrero, un mesero nos guía hacia una mesa pegada a la ventana. “Vengo a veces desde hace años”, confiesa Nacho sobre esta cantina de la vieja guardia.
Con la primera ronda de cervezas la charla versa sobre los lugares de escape:
—El bosque —no duda Pineda— cada que puedo me voy al monte, a Hidalgo, a perderme algunos días.
—¿Has pensado en dejar definitivamente el Alicia? Igual no cerrarlo sino pasárselo a alguien más.
—Sí lo he considerado. Ya estoy cansado, no es lo mismo que antes. No creo dejarlo a alguien más, en todo caso se quedan los alicios y ellos decidirían qué hacer.
Y, aunque no cree en el futuro, ya vislumbró una vida sin el foro: enfocado en escribir y en buscar un espacio para mostrar su acervo musical. Entonces Nacho recibe una llamada: es su novia para pedirle que la acompañe al médico. Apuramos los tragos y salimos de La Victoria minutos después de las 9 pm. “Ahorita agarro un taxi y llego en chinga”, dice mientras caminamos hacia Bellas Artes. En un extremo de la Alameda Central por fin se detiene un ruletero y Nacho se despide. Así se va, en un taxi sobre avenida Hidalgo, ese que ha recibido a íconos musicales internacionales como Manu Chao y a leyendas nacionales como León Chávez Teixeiro; ese que, en el auge de lo digital, sigue impulsando los fanzines y discos en formatos físicos; ese que, gracias al respaldo social, orilló a un exjefe de gobierno (Miguel Ángel Mancera) a declarar a favor de su apertura; ese que se nutre de la colonia Roma y de la Guerrero. Ese que se llama Nacho, pero también se llama Alicia.
Imagen de portada: Multiforo Alicia. Fotografía de Javier Narváez