Este que tienes en tus manos, querida lectora, es el número 908 de la Revista de la Universidad de México y el último dirigido por mí. Esta época que comenzó en 2017, y todavía no termina, abrió con un dossier llamado “Identidad”, en el que nos preguntábamos sobre las diversas autodefiniciones que coexisten en cada individuo, en una comunidad, en un pueblo, en un país, en una revista que se reinventa, y sobre la lealtad a las que esas identidades nos comprometen. Intentamos que esta época fuera lo más plural posible y por eso incluimos a 1849 autores de distintas edades, disciplinas, orígenes y estilos. Quisimos que la literatura acompañara siempre a la ciencia, a la sociología, a la historia, a la política. Buscamos que hubiera poesía en cada uno de estos números, que abarcaron temas tan diversos y fundamentales como feminismos, emergencia climática, discapacidad, infancia, miedo, racismo, género, violencia, hongos, EZLN, mapas, fascismo y populismo, e incluimos a plumas tan prestigiosas y potentes como las de Annie Ernaux, Pankaj Mishra, Julieta Fierro, Enrique Dussel, Elena Poniatowska, Miguel León-Portilla, Yásnaya Elena A. Gil, Rita Segato, Enrique Vila-Matas, Martín Caparrós, Mariana Enriquez, Cristina Rivera Garza, Alberto Ruy Sanchez, Karolina Ramqvist, Fernanda Melchor, Vandana Shiva, Juan Villoro, entre muchos otros. Procuramos visibilizar las luchas de los pueblos originarios del continente y el camino de los migrantes, darles voz a biólogos, historiadores, astrónomos, geógrafos, micólogos, politólogos y médicos de nuestra universidad, pero también de fuera, y eso fue lo que llevamos a cabo durante los últimos ochenta números. Si utilizo el plural es porque jamás estuve sola. Esta revista fue concebida, editada y difundida en equipo. Y fue gracias a esos equipos de gente talentosa y trabajadora que salieron con puntualidad, incluso durante el confinamiento, las últimas ediciones de la revista. Excelentes editores, diseñadores y directores de arte pasaron por nuestra redacción y dejaron su huella en estas páginas.
El número ocho, que se asemeja al signo con el que representamos el infinito, es desde mi punto de vista un número auspicioso y esta época definitivamente lo fue. Es con el corazón pletórico y agradecido que entrego el relevo a la generación siguiente que, estoy convencida, sabrá cuidar de la revista como el tesoro que es, un tesoro que pertenece y ha enorgullecido a la UNAM desde que fue creada.
La nueva dirección se queda con una plataforma digital muy eficiente, con un archivo donde se encuentran digitalizados todos los artículos e imágenes de esta publicación histórica —la revista cultural más longeva de América Latina— y un eficaz buscador para que los estudiantes, investigadores y curiosos puedan encontrar con facilidad a los autores, los temas o las palabras que les interesan. Cada mes, cerca de doscientos mil lectores únicos del mundo entero visitan la revista digital. A pesar de que el contenido de todos los números está disponible en internet de manera gratuita, muchos de ellos compran los números impresos para coleccionarlos al punto de que, en muchas ocasiones, hemos debido reimprimirlos. Un libro interesantísimo, el Diario de la pandemia, surgió de esa plataforma durante el confinamiento y fue publicado después por Libros UNAM. Todo esto se hizo con gente que, como yo, ama a esta revista y a esta universidad. Fue ese cariño y ese compromiso el que animó estos siete años de trabajo editorial.
En abril del 2017, al presentar la nueva época, mencioné la soledad que con frecuencia sentimos los escritores, y el anhelo de crear en colectivo. Ese anhelo fue saciado con creces durante este periodo. Ahora vuelvo a donde pertenezco: a la observación, a la calma, a la lentitud y a la creatividad que surge de ellas. Agradezco a la Coordinación de Difusión Cultural la confianza y el apoyo para llevar a cabo esta labor, a los miembros de nuestro consejo editorial y de nuestros cuerpos colegiados, a los autores y a los lectores que nunca dejaron de manifestarnos su entusiasmo, sus ideas, sus críticas constructivas, a las librerías, a los distribuidores, a los bibliotecarios, a los organizadores de festivales, a los directores de prepas y CCH que nos invitaron a visitarlos para difundir la revista, y a todos los colegas que, con trabajos pequeños o grandes, participaron de algún modo en este proyecto. A todos ellos les tomo de la mano emocionada para que juntos, ya sea en voz alta o para nuestros adentros, exclamemos ¡Goya!
Imagen de portada: Maekawa Sempan, Suijo Park in Daiba, 1930.