“¡Máteme ese recuerdo de ese amargo amor!” no sólo es una de las frases más populares acuñadas durante la crisis pandémica mexicana, sino también la expresión del deseo atemporal por olvidar un amor ingrato. ¿Quién no ha soñado con un aparato que modifique o borre por completo de nuestra memoria los momentos que nos lastimaron o avergonzaron? ¿Qué mente retorcida no ha querido controlar en algún momento los pensamientos ajenos? Éstas son algunas de las posibilidades ofrecidas por los artefactos que aparecen a lo largo de diez relatos en Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio, el libro de cuentos más reciente de la escritora mexicana Andrea Chapela (Ciudad de México, 1990). La obra de Chapela comenzó con la tetralogía fantástica Vâudïz (Editorial Urano), conformada por los títulos La heredera, El creador, La cuentista y El cuento, la cual (como mencionan muchas notas sobre su trabajo) empezó a escribir a los quince años. En 2019 la autora formó parte de la antología Ciudad de historias, compilada por Alberto Chimal y cuya temática, en palabras del propio editor, gira en torno al “ambiente urbano” y la “narrativa de la imaginación”. Ese mismo año publicó la colección de ensayos Grados de miopía, con elementos autorreferenciales, y el libro de cuentos Un año de servicio a la habitación, que consiste en una serie de postales desde diferentes ciudades del mundo. Ambos fueron ganadores, respectivamente, del Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez y del Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola. En Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio la escritora continúa con la veta fantástica de su saga juvenil e incorpora los elementos de la narrativa urbana del resto de su obra, así como experiencias autobiográficas tales como su paso por la carrera de Química. En la primera historia se presenta el hilo conductor del conjunto: distopías futuristas ubicadas en la Ciudad de México. Incluso podría precisarse que se trata de contextos muy específicos y, en su mayoría, asociados a las dinámicas juveniles de la clase media chilanga con estudios universitarios que conducen a irremediables crisis vocacionales y viajes al extranjero (terrestre o intergaláctico), en los que se padece un insufrible y perenne síndrome del Jamaicón. Chapela ubica en lujosos penthouses de Polanco y unidades habitacionales cerca de Calzada de Tlalpan lo que Philip K. Dick vislumbró en cuentos como “We Can Remember It for You Wholesale” (1966) y se ha popularizado en películas como la ligeramente pretenciosa chick flick de Michel Gondry Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), es decir, corporaciones cuyos servicios ofertan implantar o suprimir recuerdos. La aparición de estos escenarios propios de la ciencia ficción en suelo mexicano no implica solamente el brote espontáneo de novedades tecnológicas a la mitad de Insurgentes, sino que en cada historia aparecen rasgos típicos de la vida capitalina. Tal es el caso del primer cuento, “90% real”, donde se imagina qué ocurriría si en la ciudad se instalara una tecnología capaz de alterar la percepción de la realidad, mejorándola, embelleciéndola, olorizándola o, incluso, desodorizándola. Este dispositivo, llamado “telón sensorial”, posiblemente llegaría con trámites burocráticos interminables, recortes presupuestales y servicios de internet deficientes. Es fácil pensar también en la existencia de diablitos que replicarían la señal y en copias piratas distribuidas a bajo costo en el metro que, aun en este futuro hipotético, sobrevive. Vale la pena preguntarse por lo fantasioso de este planteamiento: qué es un telón sensorial si no los exclusivos fraccionamientos de Santa Fe o Las Lomas, ajenos a la basura, el ambulantaje y el olor a fritanga. Situaciones actuales, como el auge y el declive que han tenido las redes sociales durante las últimas décadas, son el antecedente de cada una de las historias de Chapela. Los relatos que componen el libro parten de la realidad y llevan sus posibilidades al límite, varios parecen incluso el paso lógico de muchos escenarios recurrentes hoy Al estilo de series como Black Mirror o, más recientemente, Upload, en estos relatos la aceptación social o el ostracismo dependen de la cantidad obtenida de likes y favs, hay una búsqueda constante de reseñas positivas y matches exitosos, y se renuncia completamente a la privacidad a cambio de aquello que el algoritmo sabe que necesitamos. Si ahora publicamos fotos, videos y opiniones en menos de 300 caracteres, en estas historias se comparten, por ejemplo, recuerdos que funcionan “como las cámaras de realidad virtual. Tú sabes que no estás allí, pero a la vez puedes ver, probar, experimentar”. En algunos de los cuentos se recomienda no hacer públicos datos demasiado personales por el posible manejo de la información por parte de usuarios malintencionados o de las grandes corporaciones, pero es una preocupación que se enuncia en boca de padres aprehensivos y de usuarios precavidos con conocimiento de la historia cibernética. El resto de los personajes evade la cuestión viendo videos de gatitos. El fenómeno de la gentrificación también se hace presente, la centralización de la ciudad, tal y como la conocemos, continúa y casi todas las historias transcurren en los barrios que cada vez resulta menos costeable habitar. Se habla, por ejemplo, de la colonias Del Valle, Condesa, Juárez y Centro Histórico. La crisis inmobiliaria actual que cobra a precios exorbitantes espacios diminutos, en los que el baño y la cocina conviven en un mismo cuarto, se narra en el relato “Perfilada”, donde en aras de una vivienda bien ubicada “en el punto ideal entre el Centro y la universidad” las protagonistas cohabitan casi una encima de la otra:
Juntas pueden pagar un departamentito con un solo baño donde la regadera y el excusado casi existen en el mismo espacio vital; con una sala-cocina-estancia diminuta […] y con dos cuartitos apretados uno junto al otro, separados sólo por una pared que parece a veces de papel.
Ante descripciones como ésta, sólo un afortunado pudiente o un marciano no se sentirán identificados. En oposición, en el cuento “Como quien oye llover” la periferia emerge como la nueva opción habitable. “Hay gente que no puede pagar por vivir en las orillas así que vive aquí, en los pisos que el lago no cubrió”, dice una de las protagonistas, en donde la ciudad por fin cedió a los embates pluviales, a los temblores que cada año cimbran las zonas más céntricas y a los excesos del uso del suelo. Nada de esto se nombra: lo que el lector atestigua es el momento en el que el centro de la ciudad vuelve a ser lago, pero no es difícil imaginar qué salió mal. Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio no sólo conjetura cómo sería la juventud en los diferentes escenarios citadinos posibles, sino que cuestiona qué implicaría ser mujer en un mundo no muy lejano, en el que la desigualdad social continúa, la crisis climática se agravia y los pelmazos del futuro siguen dando excusas poco creíbles para no volver a llamar después de la primera cita. En este futuro persisten situaciones como la de empezar a salir con alguien, el nerviosismo previo y la posible desilusión, el chantaje emocional y la manipulación. Mientras que durante los últimos años, gracias a iniciativas como la Ley Olimpia, la difusión de fotografías o videos con contenido sexual sin el permiso de quienes aparecen en ellos recién ha comenzado a penalizarse, en cuentos como “Ahora lo sientes” se trata ya de un delito tipificado desde hace tiempo, que no por ello deja de ocurrir. Cada uno de los relatos tiene como protagonista a una o varias mujeres cuyas experiencias no distan de escenarios habituales. En las historias de Lucy, Catalina, Tina, Luisa o Ruth permanecen las labores de cuidado y el amor entre amigas; continúan también las relaciones de pareja abusivas y el acoso en sus múltiples facetas. Aunque en ocasiones el dispositivo o máquina de ingenio en cuestión parece un distractor o un ruido de fondo metido a la fuerza en las historias de estas mujeres, Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio consigue actualizar tópicos recurrentes de la ciencia ficción con problemáticas de género bien delimitadas. Dentro de la ciencia ficción mexicana, la narrativa de Andrea Chapela aparece ya junto a autores reconocidos en el género como Alberto Chimal, Gabriela Damián, Libia Brenda y Bernardo Fernández. Así mismo, forma parte de las apuestas de la editorial Almadía por la literatura fantástica junto a escritoras como Mónica Ojeda, Bibiana Camacho o Liliana Colanzi, cuyas obras exploran lo fantástico y lo sobrenatural desde sus respectivas trincheras.
Imagen de portada: Ilustración de Emmanuel Peña