Me gustaría hacerle también alguna observación acerca de los informes sobre los presque-vu que han publicado. Por alguna razón, yo no había escuchado antes este término, pero me parece de una extremada exactitud. Sólo he vivido una vez esta experiencia, en mi adolescencia, bajo los efectos del “gas de la risa”. He tomado muchas veces este gas, pero sólo una experimenté el presque-vu, y era diferente en un aspecto a las experiencias que ustedes describen: en lugar de “casi ver”, yo lo vi y lo comprendí todo, o al menos eso creí, y luego lo perdí. Esto es lo que ocurrió. Nunca lo he olvidado, y su extraordinaria claridad ha permanecido siempre conmigo. Me descubrí a mí misma, aparentemente sin cuerpo pero sólida aún, despedida a través del espacio a una velocidad tan grande que me pareció que era la de la luz. Me pareció atravesar vibrantes ondas luminosas, y pensé que debía estar cruzando multitud de soles y universos (me encanta la astronomía; de ahí mis hipótesis, supongo). Finalmente, después de un viaje largo, increíblemente largo, en un tiempo increíblemente corto, llegué a algún sitio. Este Sitio era, por lo que pude alcanzar a comprender en mi estado de estupefacción y aturdimiento, un lugar de una fantástica claridad, que no tenía nada que ver con la luz del día o la luz solar, y vi, o comprendí, que había Seres allí; sin forma, nada tangible, pero que estaban allí, magníficos, espirituales, inefables. Entonces supe que iba a escuchar el secreto de Todo, y Todo me fue explicado de la forma más clara y sencilla. Yo estaba plena de gozo, henchida de admiración y placer. Conocía el porqué de la existencia, del tiempo, el espacio, el mal, el bien, el dolor… Y yo me regocijaba y me asombraba de que nadie se hubiera dado cuenta antes de todo eso. Entonces supe que debía volver a mi cuerpo, dondequiera que estuviese, a través de todas las eras de tiempo y la vastedad del espacio, y, apenado por la partida, mi espíritu gritó, o pareció gritar: “¡Dejadme contar a todo el mundo estas maravillas que ahora conozco, este secreto que lo explica todo y que traerá regocijo y felicidad!” Y mientras descendía por eones de tiempo se me dijo que no debía divulgar el secreto, y pregunté por qué. Y mientras seguía mi viaje se me dijo por qué, y dije: “Al menos dejadme recordarlo siempre”, pero no, no se me permitía recordar ni el menor detalle, y de nuevo grité: “¿Pero por qué no puedo recordarlo?” Y entonces, en el preciso momento en que volvía a mi cuerpo en el sillón del dentista, me fue revelado por qué no debía siquiera retener el conocimiento para mí misma, y era una razón tan lógica y maravillosa que la acepté jubilosamente, en el más absoluto entendimiento, y me encontré a mí misma abriendo los ojos y sonriendo feliz en el sillón, completamente rendida ante lo que pensé que había sido una auténtica y contundente revelación. Ésa es la única experiencia presque-vu que he tenido, y estarán de acuerdo conmigo en que, más que una experiencia presque-vu, fue una experiencia complètement-vu, que terminó desapareciendo por completo. Aún puedo evocar la sensación de complacida felicidad al olvidar el secreto al final de la experiencia, reteniendo conmigo la certeza de que “todo está bien en el mundo”, ¡a pesar de todo! Esta experiencia no tuvo nada que ver con la religión, no fue una “visión”, sólo una consecuencia sorprendente del empleo del gas. Pero mantuve mi identidad en todo momento, y no perdí el espíritu de periodista del escritor avezado, que instintivamente retiene en su memoria todo lo que es esencial para su “reportaje real”. Sólo les he contado esta experiencia a dos o tres personas, ya que no me parece que suene creíble.
Enid Blyton, “Del libro Enid Blyton: Su biografía”, en Cynthia Palmer y Michael Horowitz (coords.), Mujeres chamán, damas iniciáticas. Escritos de mujeres en la experiencia con drogas, Victoria Quiñonero Moreno (trad.), Castellarte, Murcia, 1999, pp. 210-211.
Imagen de portada: Jacques Le Moyne, Una joven mujer picta, 1590.