a tu tiara solar sumida hasta el cuello a culatazos la volvieron picota; a tu videncia le sacaron los ojos; prostituyeron tu pudorosa figura; vociferando que era gutural, amordazaron tu voz, que hablaba en el silencio de las sombras.
África,
no tiembles el combate es nuevo,
el oleaje vivo de tu sangre elabora sin desmayo
y con terquedad una estación; hoy día la noche está al fondo
de los esteros
la descomunal espalda errante de un astro mal dormido,
y prosigues y luchas — aunque para conjurar el espacio
sólo tuvieses el espacio de tu nombre irritado de la sequía.
Hozaderos hozaderos de jabalí
tierra cavada de hozaderos
saqueada
tatuada
gran cuerpo
desfigura maciza en que el recio hocico escarbara
África los días olvidados que avanzan siempre
con las conchas curvadas en las dudas de la mirada
brotarán a la faz pública entre felices ruinas
en la llanura
árbol blanco de manos compasivas será cada árbol
una tempestad arbórea entre la espuma sin igual y las arenas,
las cosas ocultas remontarán la cuesta de las músicas
[dormidas,
una llaga de hoy es caverna de oriente,
escalofrío surgido de los negros fuegos olvidados, es,
de las deshonras surgido de la ceniza de palabras amargas
de cicatrices, muy liso y muy nuevo, un rostro
de antaño, oculto pájaro escupido, pájaro hermano del sol.
Tomado de Philippe Ollé-Laprune (selección y presentación), Para leer a Aimé Césaire, FCE, Ciudad de México, 2008, pp. 158-159.
Imagen de portada: #RhodesMustFall. Busto de Cecil Rhodes sin nariz, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 2015. Fotografía de Prosthetic Head. CC.