Cauterio es sentir que todos los aviones que cruzan el cielo podrían caer en cualquier momento, imaginar que todo está cubierto por el mar, hacer el recuento de todos los objetos que quedarán bajo el agua y de los pocos edificios que persistirán como islas en el paisaje.
En este libro, Lucía Lijtmaer trata de forma paralela los afectos, el apego y el amor como vínculos vitales en el siglo XVII a partir del personaje de Deborah Moody, y en 2014 desde una joven recién separada de su pareja. Ambas historias tienen puntos de contacto en su propia forma de discurrir en la equidistancia. Por un lado, Deborah, o su cuerpo, narra su parte de la historia bajo tierra. Desde ese sitio ya nada ha de temer y las ideas discurren sin culpa. En cierto sentido, este punto de vista sería el locus de enunciación donde la libertad podría ser una realidad tangible y ya no una posibilidad teórica. La autora experimenta con esta perspectiva para tantear la historia íntima y cotidiana de Deborah, conocida por ser la primera mujer en establecer y hacer el trazado de una ciudad en la colonia norteamericana —Gravesend, al sur de Long Island, en 1644—. Así, Lijtmaer busca ahondar en la posible vida de Deborah como personaje histórico e imaginar cómo habría emigrado de Inglaterra a lo que hoy es Estados Unidos en busca de un espacio abierto y una tierra donde erguirse con un estilo de vida más autónomo. Por otro lado, el personaje de una joven residente de Barcelona narra su parte de la historia desde un tiempo diegético impreciso. Salta del presente al pasado en un intento por dar sentido a una separación de pareja y a la posterior desintegración de una forma de vida, la cual da pie a una manera descentrada de habitar la ciudad y la memoria. Aquí el amor es el cuerpo extraño, un remanente de cicatriz, el cuerpo del otro como una materia ajena. De este modo, el camino que transitan los personajes desde la esperanza luminosa y estable del inicio de una relación romántica tradicional hasta la angustia, y el exilio y el establecimiento en un nuevo sitio que hacen suyo, producen cierta alienación del propio cuerpo y de la potencia del tacto. Sin embargo, el tema central de la obra no son las relaciones monógamas y las expectativas a futuro que se imponen en este tipo de dinámicas o las interminables pláticas con las amigas haciendo cálculos de cuánto amor o tiempo proyectado hay todavía en el vínculo. La sed de una promesa gozosa y sacrificial de vida compartida en privado y aislada del resto de la sociedad, la retirada lenta y progresiva de los amigos a los planes más secundarios y esporádicos, el desenfoque de los lazos, el sacrificio como gozo abnegado, el aprendizaje del disimulo, la fuerza del otro como aire y asfixia, la purificación de las acciones al mínimo error, la inevitable torpeza, el cálculo de seguridad y de peligro que cada gesto implica, todo es puesto en cuestión por la autora. ¿Cómo nombramos la búsqueda persistente de recuerdos y su posterior disolución en la experiencia contemporánea? Lijtmaer retoma la atmósfera urbana de Barcelona con sus bares alternativos, sus boutiques, sus nichos intelectuales, la especulación de la vivienda, los partidos políticos en disputa y su vida nocturna como trasfondo de la narración. El peso de la frivolidad, la inquietud, las terrazas, el sujeto amoroso pensado como trofeo y finalidad, los objetos decolorados por el sol, cocinar para una camada interminable de invitados que hablan de una política de izquierda desde la zona más turística y cara de la ciudad implican una comodidad —un tacto analgésico y parcial— de la que los personajes del siglo XXI dependen.
Las dos protagonistas del libro no se quedan varadas en la obsesión y la búsqueda incesante de validación masculina, al contrario, se abren paso por los nuevos espacios en los que prosperan. Vuelven porosas la cordura y la expectativa de narrativas estables en el amor. La venganza y el cultivo de los propios medios de vida no apuntan a los hombres que se ausentan, sino a la propia experiencia encarnada y abierta de las mujeres. Los vínculos aquí ya no son una cuestión devocional. Las relaciones dejan de regirse por una adoración carente de agencia y comienzan a discurrir sobre la libertad y la búsqueda de una autodeterminación tan natural como sembrar un trozo de tierra o caminar sin rumbo fijo. Otro aspecto a resaltar en Cauterio es la presencia de metáforas sobre la adhesión de los moluscos y los animales marinos a las rocas. La cercanía del mar con los enclaves geográficos donde transcurren las historias funciona como fundamento y presagio de las acciones de los personajes. La vida a nivel del mar, su cercanía, implica siempre la posibilidad del ahogamiento. Deborah, por un lado, narra como recuerdo la historia de sus asentamientos en el Nuevo Mundo, las traiciones que la persiguieron como perros tras su amo y la creación de microcomunidades religiosas que regresaban la fe a los sujetos como entes activos ante un protestantismo casi total. Las mujeres a su alrededor vivían con la duda constante de una predestinación que las condenaba y salvaba a la vez. ¿Cómo actuar ante la idéntica posibilidad de salvación o de castigo eterno? En este contexto, la caza de brujas continuaba en la colonia como herencia de Europa, persiguiendo una dinámica de relación y socialización particular que se basaba en la ayuda mutua entre mujeres. Es así como la línea temporal de Deborah está impregnada de la posibilidad de ser acusada de herejía, y su cotidianidad se inserta en un contexto histórico y social específico. He aquí que este personaje busca recuperar la capacidad de agencia de una población que comienza a desmoronarse en la psicosis espiritual. Cauterio entonces es visitar una tienda de ropa para imaginar todos los recuerdos que no tienes y a veces necesitas, mientras hueles el aroma de flores secas de las prendas dentro del local de una marca transnacional de ropa con música constante y superficies iluminadas e impecables; es estar de tránsito en todos los sitios, estar de paso en las fotografías, en las palabras, en las amistades que buscas recuperar después de la angustia; es despertar a medianoche y no reconocer a la persona que duerme a tu lado; es volver a visitar los mismos bares de zonas gentrificadas; es la ciudad como un cuerpo extendido, son las contradicciones que le dan forma y consistencia al hábito de recorrer las calles. Cauterio es una obra franca y aguda que se desgrana en metáforas, sobre todo de aquello que crece y se desprende del mar. Cauterio es un libro bajo la arena, un libro inminente, el grado preciso en el que puedes percatarte de que ha sucedido un cambio, la disección de ese momento, un presagio y una correspondencia íntima.
Anagrama, Barcelona, 2022
Imagen de portada: Mapa de Gravesend, en Atlas of Long Island, New York… of F.W. Beers, 1873. Stanford Libraries