La existencia de las lenguas originarias del Nuevo Mundo está hoy seriamente amenazada. En ellas florecieron cantos, poemas, relatos y discursos de la antigua palabra que iluminaron las vidas de quienes las hablaron. Al ocurrir la invasión de los europeos, todo comenzó a cambiar. La lengua de los vencedores se impuso, en ocasiones, de forma ambivalente, y en otras de manera decidida. Las lenguas originarias perdieron su anterior vigencia, y se redujo el número de sus hablantes. Hoy muchas de esas lenguas han muerto y otras están en peligro de desaparecer. Rampantes procesos de globalización, que incluyen el campo lingüístico, han puesto en riesgo inminente el destino de estos idiomas. La mayor parte de quienes aún los hablan son gente que vive en situaciones de marginación y pobreza, muchas veces extrema. Ellos mismos y el destino de sus lenguas dependen en gran parte de otros. Sólo unos pocos, que han logrado escapar a la precariedad y formarse profesionalmente, luchan hoy al lado de compatriotas no indígenas que comparten la preocupación por el destino de las lenguas originarias. Sus voces son de esperanza, en ocasiones muy tímida y poco confiada. Sin embargo, son eco de una conciencia cada vez más honda de lo que significa la muerte de una lengua. Buscan fortalecer su esperanza, luchan por la perduración de los idiomas ancestrales. Dicen los expertos que actualmente en el mundo se hablan alrededor de 6,000 lenguas distintas, y anticipan que para el fin de este siglo las lenguas que se hablarán serán a lo sumo un centenar. Si la diversidad biológica es un gran tesoro, la diversidad cultural y lingüística lo es aún más. Cada lengua es como una atalaya que permite apreciar el universo entero con enfoques distintos que nos acercan a él de múltiples formas. La diversidad de las variantes lingüísticas contribuye a abrir nuevos caminos al pensamiento, la comunicación y la creatividad humanas. Cuando muere una lengua la humanidad se empobrece.
Quienes nos preocupamos por el destino de las lenguas amerindias, y en el fondo, de todas las lenguas, no podemos permanecer indiferentes. A la luz de esto presento aquí una breve antología de expresiones de la palabra indígena que hablan de la preocupación y la esperanza ante el destino de las lenguas amerindias. Son las voces de poetas que claman en favor de ellas, el gran tesoro que muchos han despreciado y arrinconado.
Cuatro son los poetas a quienes aquí me sumo, cuyas voces citaré. Uno fue Gabriel López Chiñas, oriundo de Juchitán, Oaxaca, nacido en 1911 y fallecido en 1983. Es autor de una obra relativamente amplia. Se formó como licenciado en Derecho en la unam y dejó ensayos y poesía en su lengua materna. De él publico su poema “El zapoteco”, expresión simultánea de preocupación y, a la vez, de honda esperanza.
“Didxazá” en voz de la poeta Irma Pineda
Nácabe ma’ che’ diidxazá, ma’ guiruti’ zaní’ laa; ma’ birá biluxe nácabe diidxa’ guni’ binnizá.
Diidxa’ guni’ binnizá,
ziné binidxaba’ laa,
yanna ca binni nuu xpiaani’
guirá’ rini’ didxastiá.
¡Ay!, diidxazá, diidxazá,
Ca ni bidiidechelii,
qui gannadica’ pabiá’
jñaaca’ gunaxhiica’ lii.
¡Ay!, diidxazá, diidxazá,
diidxa’ rusibani naa,
naa nanna zunítilu’,
dxi guiniti gubidxa cá.
Dicen que se va el zapoteco, ya nadie lo hablará; ha muerto, dicen, la lengua de los zapotecas.
La lengua de los zapotecas,
se la llevará el diablo,
ahora los zapotecas cultos,
sólo hablan español.
¡Ay!, zapoteco, zapoteco
quienes te menosprecian
ignoran cuánto
sus madres te amaron.
¡Ay!, zapoteco, zapoteco
lengua que me das la vida,
yo sé que morirás
el día que muera el sol.
Hablante de una lengua relativamente poco tomada en cuenta, el tlapaneco, que aún resuena en el actual estado de Guerrero, Juan Carrasco Zúñiga nació en Paraje de Montero, Guerrero, en 1975.
Especializado en etnolingüística por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, es autor de relatos y poemas en su lengua. Aquí reproduzco su composición titulada “Siempre florecerá la palabra”.
“Tsitsíí mamií rí ajngáa” en voz del poeta Hubert Matiúwàa
Tsitsíí mamií rí ajngáa. Xí tsíniñuu ra’sian tsikhi, Sí xtrákaa tsu’tsún inuu gíñá, jamí Xí tsíniñuu jamboo akuán. Tsitsíí mamií rí ajngáa Xí xtáa mbáa ada tsí nandu’wá Xí nawán a’wáa’, Jamí xí xtaa jmáa nindxu’.
Tsistíí manidií rí ajngáa.
Xí namidií re’e,
Xí tsíniñuu matha rí nandxa’wá,
Jamí xí nangiyuumá’ ma’kha akha’.
Xúrikháála’ tsikhi,
Xúrikháála’ akuán,
Xúrikáála’matha, kajngó
Tsítsíí gámidií ajngáa.
Siempre florecerá la palabra. mientras cante la chicharra, mientras aletee el colibrí, y si la hormiga sigue su camino. Siempre florecerá la palabra Mientras haya un niño sonriendo mientras se escuche tu voz, y si tú estás conmigo.
Siempre florecerá la palabra
mientras la flor abra sus pétalos,
mientras el río no deje de gritar,
y si ya se divisa la aurora.
No interrumpan a la chicharra,
no interrumpan a la hormiga,
no interrumpan al río, para que
siempre florezca la palabra.
Autor de una lengua también un tanto marginada y amenazada, el mazateco Juan Gregorio Regino forma parte de un grupo de estudiosos en lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha sido reconocido como novelista y poeta. Nació en 1962 en el pueblo de Chichicazapan Soyaltepec, Oaxaca.
Dirigió un canto a María Sabina, la célebre curandera mazateca experta en el consumo de los hongos alucinógenos. Al hablarle lo hace en la lengua que comparte con ella y gracias a la cual pueden comprenderse.
“Na Sabí” en voz del autor
Jí xi isien nixtjihin naxiboají. ‘Ón nguitakoho chikonanguiji. Ts’afitjien isien nixthihin nguijin naxi xchaha xi ítjiya éhen nga chjun chjinie kamaji. Jí xi chjun nguitakojí. Jí xi chjun xa katsoho cho’on. Jí xi chjun ndiyáji. Jí xi chjun ndi’ihi xota kamáji. Én tjo xi kuichjajoho jó ján ndso’ba Kó chjen nga kuinda’yeji, nga je kamá x’ian naxihi, nga je kis’ijña masien naxoho kó nga je kji’me nijmihi. Kui kjuachjinie xi katsijaha xixchaha, kuixi nijmi, kuixi én, kuixi só, kuixi kjuakjintakon. Kui naxo xi tikón tsjie tsjie xikoho njñana. Xi tikón chikin chikin xikoho isien nixtjína. Xi tikón ti ti xikoho kjuakjinmtakóna. Xi tikón xchan xchan xikoho nanguihí. Kuixi tjijma taka taka k’ajan ngot’e xi nguindie kjin tjijmajin ndachikon ‘ño. Kuixi nchichja isien nixthihin, nijmihin, éhen, sóho kojó jaíhin. ¡Naga jí xi chjinieji Na Sabí!
María Sabina: Tú eres el alma de la sierra. Diosa de los cinco guardianes. Vuela tu espíritu en las tupidas montañas que arrullaste con cánticos de mujer sabia. Mujer principal. Mujer autoridad del trueno. Mujer guía. Mujer sendero del arriero. Quiero hablarte en el lenguaje del viento, porque es necesario que sepas: que mudo ha quedado el cerro, que huérfana has dejado a la semilla y que ya se marchita la flor. Esa flor herencia de tu estirpe, la inspiración, la poesía, el canto y la sabiduría. Esa flor diáfana como tu alma, pura como tu espíritu, soberbia como tu pueblo. Esa que marcha ahora en el desnudo cielo. En la corriente brava de los lejanos mares. Ésa, invoca tu espíritu, tu oración, tu palabra tu canto y tu nombre. ¡Sabia María Sabina!
Incluyo un cuarto poema de mi autoría: “Cuando muere una lengua”. En él recuerdo todo lo que significa la desaparición de una lengua, entre otras cosas que la humanidad se empobrezca.
“Ihcuac thalhtolli ye miqui” en voz del autor
Ihcuac tlahtolli ye miqui mochi in teoyotl, cicitlaltin, tonatiuh ihuan metztli; mochi in tlacayotl, neyolnonotzaliztli ihuan huelicamatiliztli, ayocmo neci inon tezcapan.
Ihcuac tlahtolli ye miqui,
mochi tlamantli in cemanahuac,
teoatl, atoyatl,
yolcame, cuauhtin ihuan xihuitl
ayocmo nemililoh, ayocmo tenehualoh,
tlachializtica ihuan caquiliztica
ayocmo nemih.
Inhuac tlahtolli ye miqui,
cemihcac motzacuah
nohuian altepepan
in tlanexillotl, in quixohuayan.
In ye tlamahuizolo
occetica
in mochi mani ihuan yoli in tlalticpac.
Ihcuac tlahtolli ye miqui,
itlazohticatlahtol,
imehualizeltemiliztli ihuan tetlazotlaliztli,
ahzo huehueh cuicatl,
ahnozo tlahtolli, tlatlauhtiliztli,
amaca, in yuh ocatcah,
hueliz occepa quintenquixtiz.
Ihcuac tlahtolli ye miqui,
occequintin ye omiqueh
ihuan miec huel miquizqueh.
Tezcatl maniz puztecqui,
netzatzililiztli icehuallo
cemihcac necahualoh:
totlacayo motolinia.
Cuando muere una lengua las cosas divinas, estrellas, sol y luna; las cosas humanas, pensar y sentir, no se reflejan ya en ese espejo.
Cuando muere una lengua
todo lo que hay en el mundo
mares y ríos,
animales y plantas,
ni se piensan, ni pronuncian
con atisbos y sonidos
que no existen ya.
Cuando muere una lengua
entonces se cierra
a todos los pueblos del mundo
una ventana, una puerta,
un asomarse
de modo distinto
a cuanto es ser y vida en la Tierra.
Cuando muere una lengua,
sus palabras de amor,
entonación de dolor y querencia,
tal vez viejos cantos,
relatos, discursos, plegarias,
nadie, cual fueron,
alcanzará a repetir.
Cuando muere una lengua,
ya muchas han muerto
y muchas pueden morir.
Espejos para siempre quebrados,
sombra de voces
para siempre acalladas:
la humanidad se empobrece.
La pequeña antología se cierra con un breve poema de Natalio Hernández (Ixhuatlán de Madero, Veracruz, 1947), maestro náhuatl de la palabra que anticipa el florecer de su propia lengua. También ha ocupado puestos como el de director de Culturas Populares y de la Casa de Escritores en Lenguas Indígenas. Además, ha creado instituciones como la Fundación 5-Flor Macuilxochitl. Ha sido infatigable impulsor de su lengua y de la literatura náhuatl.
“Yancuic Anahuac cuicatl” en voz del autor
Mostla momiaquilis topialis, chamanis toxochih, huehca mocaquis in tocuic.
Ipan yeyectzih xochicuahuitl
cueponis in xochitl
chamanis in cuicatl:
izcalia totlahtol.
Mañana seremos ricos, brotarán nuestras flores, trascenderán nuestros cantos.
Del árbol florido
brotarán nuestras flores
renacerán nuestros cantos:
resurgirá nuestra lengua.
Tomado de Gabriel López Chiñas, Guendaxheela’, pp. 64-65. Traducción del autor. ↩