Honestidad brutal como resistencia
Que un muchacho de los suburbios de Londres comience su carrera musical el día que va caminando por la calle con una playera de Pink Floyd a la que agrega con plumón las palabras I hate es, más que suerte, destino. Alguien lo ve, le hace gracia y le propone cantar en una banda. Lo que sigue es el mito de los Sex Pistols y el nacimiento del punk. Así fue como Johnny Rotten (John Lydon) se convirtió en un ícono y la contrafigura de la moral capitalista. Luego del caos de los Pistols, Johnny quería hacer música y que nadie le dijera cómo hacerla. Se juntó con unos amigos a grabar algo, sin ideas previas. Le vino a la mente la novela The Public Image de Muriel Spark y así quedaron bautizados su primer sencillo, su proyecto y su identidad. Diez años después, Lydon tocó su esencia. Mezcló una bendición que estaba en lo profundo de sus raíces irlandesas con la frase que contiene el núcleo de sus impulsos: la ira es energía [anger is an energy] y compuso “Rise”. John Lydon y su banda rompieron las reglas de la música y sobrevivieron con el método de ir contra todo. Su fusión de dub, funk y disco, mezclada con el espíritu experimental del punk es el sonido que en cierta medida moldeó la música pop de la década siguiente. Ahora que el proyecto de Public Image Ltd. cumple cuarenta años, Lydon lo celebra con una gira por Norteamérica, el estreno de una película documental y el lanzamiento mundial de The Public Image Is Rotten (Songs from the Heart), un box-set de cinco discos que traza la trayectoria de PIL con sencillos, lados b, rarezas y grabaciones en vivo que cubren toda su carrera: diez álbumes, traiciones, rompimientos, muchísimos músicos, algunos tan virtuosos como Ginger Baker y Steve Vai. PIL es ante todo una actitud. Hace dos años, mientras tocaban en el Blondie de Santiago de Chile, Lydon recibió un botellazo en la cabeza. El concierto se detuvo para que pudiera gritar: “¿Quién fue el puto cobarde?” Un minuto después, Johnny tomó una toalla, se envolvió la cabeza para que no escurriera más sangre y volvió al micrófono: “Le seguimos”. Comenzó a sonar, precisamente, Public Image. Nada más punk que eso. Buscamos al propio John Lydon en su casa de Los Ángeles. Han pasado muchos años ya, pero quien se pone al teléfono es el mismo Johnny Rotten de siempre, el que le cantó a la reina que no sería su vasallo y que sentenció el final del sueño de amor y paz con aquella frase de “no hay futuro”. Johnny es amable y le entusiasma hablar de su película y sus discos. Pero también regaña y gruñe. Señala que cuando pasó por México fue casi el mismo día en que en Inglaterra se conmemora el intento de quemar Westminster para asesinar al rey Jacobo I. La broma toma un sentido único cuando quien la hace es el mismo personaje que tuvo que ir a declarar a las Casas del Parlamento, acusado de “actos de conspiración y traición” por cantar “God Save the Queen” y “Anarchy in the UK.” Al final, se despide con una especie de conjuro irlandés que enmarca la esencia de su mensaje. El mismo Lydon cuenta sus hazañas y el modo en que recuerda cómo sucedió todo en La ira es energía (Malpaso, 2016): “He abierto camino y he hecho que éste sea más seguro para los que me han seguido. Soy el elefante en la cacharrería, el que siempre dice lo que piensa y se queda hasta el final”. Su primer acto de rebeldía fue mucho más elemental, porque había que luchar contra la enfermedad y la muerte. A los siete años, una rata contagió a Johnny de meningitis y cayó en un estado de coma durante meses. Cuando despertó, había olvidado todo, tenía alucinaciones y náuseas permanentes. Pero se sobrepuso. Luego de eso, no hay quien lo detenga. Volvió de la muerte y nada le asusta. Mucho menos ser detestable: “Generaba una antipatía volátil y exagerada”, escribe sobre aquellos días. PIL nace luego de la experiencia Pistols para dedicarse a “la política interior: es decir, a intentar aclararme yo, a entender lo que me pasaba a mí”. Se gestó en los años en que Lydon vivía en un departamento de puertas abiertas en el King’s Road de Chelsea: cualquiera que fuera marginado y más raro que el promedio era bienvenido. Punks y rastas sobre todo. Johnny es legendario, pero no encaja bien en las primeras filas de la música pop. Dice que las grandes compañías de discos lo odian y que eso no le importa. Es un rockstar que se impuso a contracorriente de la industria: destruir tabús cotiza bien en la maquinaria para crear estrellas y John Lydon es un raro caso en que la honestidad brutal reditúa. Hooligan del Arsenal, reafirma que sus únicos enemigos de verdad son los embusteros. Tiene ya 62 años y cuando está sobre el escenario usa sus gafas para alcanzar a leer las partituras que pone en el atril frente a él. Con Johnny, literalmente, lo que ves es lo que hay. Siempre contra las instituciones, defensor rabioso de la libertad, la independencia y la empatía.
Public Image Ltd. celebra cuarenta años. A estas alturas, no se puede negar el lugar de John Lydon en la cultura popular. ¿Cómo vive eso ahora?, ¿aún lo disfruta?
Hasta ahora, Johnny ha vencido a la sociedad y con un poco de suerte, lo hará durante cuarenta años más. Hago lo mejor que puedo. No me había dado cuenta de todo el trabajo que habría este año, porque hay muchos proyectos que se lanzan al mismo tiempo. Eso es emocionalmente muy agotador.
La frase “la ira es energía” está en el centro de la fuerza de tu música y de tu presencia. ¿Aún utilizas la ira como una energía para hacer música?
Sí, pero no es la única energía, aunque definitivamente está ahí. Es una emoción tan válida como cualquier otra. Si tienes el control de tus emociones, puedes usarlas como armas poderosas contra quienes tratan de controlarte. Eso es el espíritu de la rebelión, ¿qué no? Yo me rebelé contra la enfermedad y los trastornos. Y gané. Luego, me he rebelado contra las instituciones corruptas y, de momento, voy ganando en eso también. Veo ambos asuntos como la misma cosa: una especie de padecimiento, de enfermedad de la que tienes que reponerte.
¿Cuáles son las emociones que más te importan hoy en día?
Honestidad, claridad, transparencia, empatía. Todas las cosas buenas.
Los Sex Pistols y PIL conectaron de manera profunda con gente marginada en ciudades muy lejanas a Londres, como la Ciudad de México.
Sí, sí, pero siempre ha sido así. Toco un montón en California y en la audiencia siempre hay muchos descendientes de mexicanos. No me sorprende. Quizás ayuda tener relaciones familiares. Mi hermano se casó con una muy linda chica mexicana.
¿Qué piensas de ese legado Johnny Rotten que aparece en lugares remotos?
Creo que los mensajes honestos encuentran su camino en cualquier lugar del mundo.
Has pasado tu vida confrontando un montón de cosas. Pero ahora, en este punto, pareces más celebrando que peleando.
No, no, no, no [ríe sabroso, con esa carcajada de burla y desafío que sale cuando John se convierte en Johnny]. Veo que no has entendido cómo es que funciona el mundo. Primero tratan de aniquilarte, y como eso no prospera, entonces tratan de cancelar tu carrera. Ahora, en este momento, pretenden hacerse de la vista gorda para hacerme pasar por uno más de esos británicos excéntricos. No tan peculiarmente británico, por cierto, de la misma manera en que no me veo a mí mismo como 100% irlandés. He perdido ya dos ciudadanías en este mundo. No me van a etiquetar. Si veo un problema, voy a gritarlo fuerte. Las canciones que he escrito pueden verse como una forma de rebelión, seguramente. Pero son tan válidas hoy como lo eran hace treinta o cuarenta años. De ninguna manera he reducido el paso o he sido complaciente. Los dos últimos discos de Public Image son un deleite para la celebración de la resistencia.
En tus memorias recuerdas un viaje a Canadá con tu madre y lo importante que fue para aprender a controlar tu ego.
A ver, mira: mi ego se queda en el vestuario cada vez que me subo al escenario. Ésa es la verdad del asunto. Si no fuera así nada de esto funcionaría. Cuando estoy ahí arriba, estoy emocionalmente desnudo. Soy muy vulnerable, pero al mismo tiempo muy honesto. Para mí lo maravilloso es lo valioso que me resulta hacerlo. No me escondo detrás de una imagen, una máscara, luces o bailarinas. Esto que hacemos no es un proyecto de circo. Es honestidad pura. Si navegamos por las cosas buenas, eso es también el mensaje de la música.
¿Y qué sucede con ese ego cuando estás debajo del escenario?
Ya no hay ego en este punto. Es sólo honestidad, ¿que no me escuchas? Es todo lo que tengo, todo lo que soy, expuesto por completo. Sin armas, ni herramientas, sólo mi absoluta fe en lo que represento. Mis sensaciones, mis valores, mi integridad. En serio.
¿Vale la pena buscar caminos para la trasgresión, para intentar vivir fuera de las reglas?
Pfff. Puedes hacerlo si quieres… Algo que siempre aconsejo a todo el mundo es a aprender las reglas primero. Y luego aprender a deshacerse de ellas, porque ésa es la forma en que obtienes lo más divertido de cada cosa. Si no lo haces así, no sabes el valor de lo que estás desechando. Algunas de esas reglas de hecho podrían serte muy útiles. La vida se trata de decidir y tomar. No puedes desestimar todo lo que te arrojan los políticos de izquierda o los de derecha. Hay cosas buenas y malas en todo. La inteligencia de la vida es figurarte qué es correcto y qué no. De otra manera, sólo corres de un lado a otro abucheándolo todo sin motivo alguno.
Han pasado cuarenta años desde el origen de PIL y eres una persona que ha sabido enfrentar y manejar sus propios riesgos. ¿Estás preparado para tomar los riesgos que siguen hacia adelante para PIL?
Tan sólo tratar de sobrevivir del modo en que lo hago es un riesgo enorme. Algo absolutamente fuera de lo que llamamos “el sistema de mierda” [shitstem]. No hemos sido cooptados. No nos han convertido en una banda de superestrellas. No estamos interesados en producciones tipo Las Vegas. Por eso mismo, las grandes compañías discográficas nos odian, porque es la clase de libertad que se interpone en su manera de pensar. No estamos aquí para generar dinero. Estamos aquí para hacer del mundo un lugar mejor, gracias. Y sólo puedes hacer eso a través de ofrecer mensajes honestos. Los conciertos en vivo y el lanzamiento de discos son las dos salidas para ello. La tercera por supuesto es dar entrevistas… “Hola. Me llamo Johnny.”
El box-set de Public Image Is Rotten (Songs from the Heart) cuenta la historia de PIL con videos, remixes, lados b, nuevas versiones… ¿Cómo te sientes con el resultado de ese disco?
Es una revisión de cuarenta años de trabajo. Cada una de las distintas eras. Todo incluido. Una excelente pieza. Me pasma haber creado tanto a través de los años. Hemos sobrevivido a lo que yo llamaría el acoso de las compañías disqueras. La industria nos dio la espalda hace muchas lunas, pero no les preocupa copiarnos o usarnos como un anuncio o intentar usar algunas cosas de la ideología de PIL. Nunca nos apoyaron. Ni necesitamos su apoyo de todas formas. Ahora somos completamente independientes, algo que siempre habíamos buscado. Hay algunas cuantas bandas ahí afuera que también son muy independientes en su pensamiento. Yo las aplaudo. La independencia no es un concepto original [otra vez esa risa]. Pero es una muy buena ideología de la cual engancharse.
Gracias por tu tiempo.
Gracias a ti. Que el camino se eleve y tus enemigos queden siempre rezagados. Que se desperdiguen, se tambaleen, sean maltratados y destrozados. Paz.
Imagen de portada: Fotograma del documental The Public Image Is Rotten de Tabbert Filler, 2018.