Las civilizaciones después del COVID-19
En el marco de la extensión del festival de arte y ciencia El Aleph, Jorge Volpi, actual director de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, conversó con el escritor libanés Amin Maalouf sobre el devenir de la humanidad después de la epidemia de Coronavirus. El autor de libros como León, el africano, Los jardines de luz y El naufragio de las civilizaciones platicó con el escritor mexicano sobre las relaciones migratorias en países de Europa y América y sobre sus previsiones para el futuro que vendrá al finalizar la pandemia. Presentamos una selección del encuentro virtual que se llevó a cabo el 14 de octubre de 2020 a las 18 horas y que está disponible en el sitio del festival.
Es un poco temprano para saber qué pasará con el mundo después de esta pandemia. Pero, aun así, nos gustaría preguntarle cómo imagina ese futuro: ¿qué va a cambiar?, ¿qué va a seguir igual? ¿Piensa que el extremismo, la intolerancia y la falta de pluralidad serán una de las consecuencias de la pandemia? ¿O piensa lo contrario, que podemos imaginar un mundo que mejorará a partir de lo que hemos vivido este año?
Creo que ocurrirán las dos cosas de manera sucesiva. Creo que en un principio habrá muchas más tensiones, mucha más desconfianza hacia los demás. En el mundo entero y hacia todas las direcciones. Pero a largo plazo lo que acaba de pasar nos dará la sensación de que tenemos un destino en común, de que lo que afecta a una parte del planeta afectará inevitablemente al resto. De que finalmente las sociedades más industrializadas, más avanzadas, no pueden decir que se enfrentaron mucho mejor a este suceso que las menos avanzadas o menos industrializadas. Creo que una de las características de lo que está pasando es que estamos todos en la misma situación. Antes, cuando había acontecimientos, catástrofes naturales, siempre teníamos la sensación de que los países pobres sufrían mucho más que los ricos. Esta vez no es así. Nueva York sufre mucho más que Calcuta. Entonces, hay algo que nos dice, y creo que asimilaremos poco a poco: la humanidad necesita verse como un tipo de nación extensa y plural, y al final su destino le exige verse de una manera diferente. Pero, repito, no será inmediato. De momento, ocurrirá lo contrario. De momento, habrá tensiones cada vez más importantes, desconfianzas cada vez más severas, veremos nacionalismos, populismos que crecerán; pero estoy convencido de que, a largo plazo, el impacto de la crisis de 2020 será completamente distinto.
Estamos viviendo un momento muy peligroso en la historia de los Estados Unidos y a la vez tenemos a China, que tuvo este problema a inicios del año y que tal vez haya escondido los verdaderos datos sobre lo ocurrido con la pandemia, pero luego intentó contenerla de una manera bastante rápida, a diferencia del resto del mundo. ¿Qué opina de la geopolítica entre China y Estados Unidos?
En cuanto a las relaciones con China, creo que hay un poco de verdad y algo de mala fe. Me explico; cuando en Occidente —es así en Estados Unidos y también similar en Europa— hablamos de China hay críticas verdaderas sobre la falta de democracia, sobre la represión aquí o allí o en Hong Kong, etcétera, pero realmente falta nombrar algo: la incomodidad que existe en Occidente de que aparezca otra potencia que cobre importancia y, en un momento dado, tenga un papel más relevante en la escena mundial. Creo que hay desde esa perspectiva una visión a corto plazo y un poco miope. Es así para China y fue así con la Rusia del final de la Guerra Fría. Después de ésta, Rusia —estoy convencido de eso— pudo haber sido integrada de verdad en un concepto de nación democrática, se pudo apoyar la evolución del país en ese sentido, la economía y demás, y no lo hicimos. Nos hemos portado de una manera muy mezquina, pensamos que era más sencillo derrotarlos y hoy estamos pagando el precio porque hay un regreso de una visión revanchista y nacionalista que esta lógica provocó. Aunque la vida política de China no corresponde a lo que yo deseo o a lo que usted desea, al mismo tiempo tengo recuerdos de una China mucho más violenta y represiva hace treinta o cuarenta años. Pero ya no es así, hubo algún tipo de evolución, la hubo y la hay. No podemos combatir a China hoy como podíamos combatir a la China de la Revolución Cultural. Pienso que deberíamos poder invitar a ese país a un conjunto mundial que le permitirá desarrollarse hacia otra dirección, incluso a nivel político. No lo hemos hecho. Para contestar mejor la pregunta, temo que estemos yendo hacia una nueva guerra fría. Una verdadera carrera armamentística está ocurriendo; por su naturaleza está fuera del radar, pero la veremos en su momento. Existen nuevas armas y nuevos riesgos militares. El tipo de situación estratégica que existe en el mundo actual es preocupante, así como la ausencia de un orden internacional real. Siempre hemos tenido uno imperfecto, pero sabíamos más o menos cómo funcionaba. Hoy vemos cómo se derrumba ese orden internacional, cuya posible consecuencia sea la ley de la selva.
En su libro [El naufragio de las civilizaciones] se muestra muy decepcionado por lo que hicieron Estados Unidos y Europa con la Rusia de Gorbachov y la posibilidad de cambiar a Rusia para que tuviera un sistema democrático. ¿De verdad piensa que en estos momentos la Unión Europea, y sobre todo Estados Unidos, no se equivocarán de nuevo con respecto a China?
Es lo que temo. No he oído hablar, ni en Europa ni en Estados Unidos, de un examen real del tipo de relación que estableceremos con China. Hasta China está adoptando una actitud más autoritaria. Y temo que, con una crisis económica que puede prolongarse y durar, estemos frente a una retórica mucho más nacionalista en China, porque a menudo ocurre que cuando hay problemas económicos los dirigentes recurren a una retórica militar y nacionalista. Entonces, está ocurriendo algo dañino; no siempre del mismo lado, no hay un solo responsable. Volvamos al tema del virus, de la pandemia. Está claro que, en su momento, China le impidió a la OMS (Organización Mundial de la Salud) decir exactamente lo que estaba pasando porque no querían que se supiera la magnitud. No es que exista un complot gubernamental, pero a menudo los gobiernos intentan esconder la información que les perjudica. Intentaron esconderlo y creo que se equivocaron. Pienso que usaron su influencia de manera negativa. A la vez, en Occidente no estábamos preparados porque China presionó a la OMS para no decir la verdad, eso es una tontería, porque ya sabíamos lo que ocurría. Todos esos países tienen embajadas, tienen servicios de todo tipo en China, les podían decir con precisión lo que estaba pasando. Cuando empezamos, a principios de febrero (de 2020), a tener una idea mucho más precisa tampoco se hizo nada. Esperaron a que llegara la pandemia y a que se desatara para empezar a actuar. Sí hubo faltas por parte de China, que otros países usaron para esconder las propias.
¿Qué opina de las otras potencias emergentes? Sobre todo de Rusia e India. ¿Piensa que tendrán un papel importante en este momento histórico? ¿O que habrá una guerra fría entre Estados Unidos y China solamente?
Rusia tiene muchas ganas de volver a ser importante. Consiguió en parte recuperar un lugar, lo que es sin ninguna duda el objetivo de (Vladimir) Putin, por eso mismo es popular en muchos entornos de Rusia. Da la impresión de haber devuelto a esta nación el lugar que había perdido. A la vez Rusia tiene una gran debilidad, ya la tenía en la Unión Soviética y la sigue teniendo: su economía. Ese país no tiene la capacidad de obtener el papel con el que sueña porque económicamente no es un gigante. Esto lo limita. Por lo tanto, en algunos lugares Rusia juega algún rol donde tiene corresponsales, en particular en Medio Oriente, en Siria, un poco en Libia, porque los conoció en la época de la Unión Soviética. Además, está el don de gentes que posee Putin, sus relaciones con muchos países, es muy activo y piensa mucho en el próximo paso a dar en el escenario político, ésta es una ventaja que no se puede ignorar. En cuanto a India también tiene debilidades. Una de las que puedo ver es que para imponer su poder actual usa la carta de la marginalización de las minorías. En especial de los musulmanes, que son muchos en India, pero hasta (de) los cristianos. Fui hace poco y hasta los indios cristianos están incómodos en un país que destaca demasiado su identidad hinduista. No era así en la época de (Jawaharlal) Nehru, del Partido del Congreso, tradicionalmente India después de la independencia intentaba mantener un equilibrio entre sus comunidades, a diferencia de Pakistán, que nunca ha mantenido un equilibrio entre las suyas, ni entre musulmanes y no musulmanes ni entre las facciones musulmanas. India tenía la particularidad de mantener ese equilibrio, y desde mi punto de vista el poder actual, al renunciar a eso y al utilizar de manera demagógica la creencia religiosa para marginar a una parte del país, debilita y satura al mundo. Sin lugar a dudas, se trata de un país que tendrá un cierto papel, pero India es una nación que gira en torno a su propio eje, donde la vida política, la visión del mundo está muy centrada en sí misma. No creo que esté buscando llegar a una expansión mundial.
Vayamos al Oriente Medio, esa parte del mundo donde se ha desarrollado durante años lo que llama la civilización levantina. Una civilización grande, con un importante desarrollo cultural y una gran diversidad. Me parece estupendo que usted siga siendo optimista cuando en su libro cuenta que ha vivido la caída, el naufragio de esa civilización. ¿Qué piensa que pasará en esa región del mundo?
Estoy convencido de que si en esa región del mundo hubiéramos conseguido desarrollar un modelo de coexistencia entre las diferentes religiones y entre las diferentes etnias, si hubiéramos conseguido que el Levante, del Líbano y el Levante en su conjunto, fuera una zona donde las distintas comunidades vivieran juntas y en armonía la visión que tiene el mundo de esa región, que simboliza muchas cosas para la humanidad por ser el lugar de origen del cristianismo, del judaísmo, del islam; si esa región hubiera dado un ejemplo de coexistencia, el mundo entero habría sido distinto. Y ahora sucede todo lo contrario, todos los días en esa región, día y noche, vemos que la gente no puede convivir. Eso repercute en el resto del planeta. Es muy difícil decirle a la gente que encontraremos formas de vivir juntos cuando estamos frente a ese ejemplo continuo de las tribus que se enfrentan de manera constante.
Usted cuenta de una manera extraordinaria el aumento del fanatismo en el mundo árabe y musulmán en general; la manera en que esa civilización levantina tenía una tradición de laicismo, de tolerancia y de coexistencia, y cómo eso empezó a cambiar en Egipto, cómo se convirtió en una especie de plaga que alcanzó a todos los países hasta llegar a Irán y demás. ¿Cómo piensa que podemos volver a lo que teníamos antes? Que esa civilización levantina sea un ejemplo para el mundo, es decir, esa coexistencia, ese laicismo, aunque ocurre todo lo contrario hoy en día.
El Levante ya no es capaz de crear un modelo para el resto del mundo, está demasiado cansado, enfermo y dividido, está demasiado desgastado. Por ello, no hay que esperar que esas sociedades del Mediterráneo oriental consigan ofrecer un modelo hoy, tenemos que ser realistas. Si llega a aparecer uno será en otra parte. Creo que en Europa, porque necesita crear un modelo de sociedad que funcione, que sepa integrar a personas provenientes de culturas distintas. Las cosas tienen que cambiar también en Estados Unidos y a su vez en países como India u otros. Tenemos que volver realmente, a nivel mundial, a los valores de universalidad porque ahora más que en cualquier otro momento de la historia estamos viviendo conflictos de carácter religioso y racial, eso está dañando la democracia en todas partes. Creo que hay que emprender una lucha, que atraviese todos los países, no en contra de la religión pero contra cierta actitud religiosa que destruye a las sociedades. La religión, y para mí es algo evidente, es una necesidad individual para la gente, toda persona necesita espiritualidad, reflexionar sobre la trascendencia, pero no tiene nada que ver con el gobierno de los países. La presencia de la religión como elemento central en la política y en la gestión de las sociedades es una calamidad en todas partes. Cuando la gente utiliza la creencia religiosa para gestionar su país o su sociedad provocará guerras civiles, provocará una regresión.
¿Usted ve en el mundo y en Europa en particular modelos para integrar a los migrantes?, porque es otro de los grandes problemas actuales. Solemos ver lo inaudito en países que antes eran modelos de tolerancia, como los Países Bajos y los países nórdicos, hasta Francia o Estados Unidos. Justo ahora vemos un aumento de la discriminación, un crecimiento de los partidos extremistas de derecha que están en contra de la inmigración. Lo mismo pasa en Estados Unidos. ¿También tiene esperanza en cuanto a este tema? ¿Cuál es el modelo de integración para los inmigrantes?
Europa podría desarrollar un modelo, pero el día de hoy no representa uno. Ese continente tiene la capacidad de desarrollar un modelo en el cual consigamos saber cuáles son los derechos y las obligaciones de las personas que vienen de otras culturas, el tipo de relación que se tiene que establecer. ¿Qué debe esperar una persona de su país de asilo?, ¿qué debe esperar el país de asilo de quienes llegan a él? Pienso que es necesario establecer un nuevo contrato social. Creo que la cuestión de la identidad, de la pertenencia, es una pregunta muy delicada hoy en día y tenemos que replanteárnosla, redefinirla. Y tengo la impresión de que ningún país que conozco hoy en día tiene la actitud correcta. Nos estamos equivocando y algunas personas son muy restringentes, otras son muy permisivas, tenemos que establecer un entorno donde nadie se sienta amenazado, rechazado ni invadido. Creo que usted lo sabe mejor que yo, tengo la sensación de que funciona mejor en América Latina que en cualquier otro lugar: existe una tradición que consiste en integrar a personas de otras culturas. Eso se lleva haciendo desde hace generaciones mejor que en muchos otros países del mundo.
¿Cómo imagina el mundo dentro de veinte, cincuenta, cien años? ¿Tiene una idea de lo que ocurrirá? ¿Sigue teniendo esperanzas de que aprenderemos de la experiencia? ¿O se siente pesimista? Porque la historia de la humanidad nos muestra que no aprendemos mucho de nuestras calamidades.
Creo que tenemos que ser lúcidos y hoy en día eso no conlleva mucho optimismo, pero a la vez necesitamos rechazar la desesperanza. La función de la literatura, la del escritor en el mundo actual, es imaginar un mundo diferente. Ésa es la primera tarea de la literatura actual: imaginar un mundo que funcione de otra manera. Tenemos elementos que nos permiten hacerlo. Diría que hoy, más que nunca, necesitamos imaginarlo. Durante algunos periodos de la historia veíamos los problemas pero no los podíamos resolver porque no teníamos un desarrollo ni un conocimiento científico suficientes. Entonces nos sentíamos impotentes. Hoy está ocurriendo lo contrario, tenemos los medios para resolver todos los problemas de la humanidad, el verdadero problema es de dirección: no sabemos a dónde vamos, y necesitamos saberlo, determinar sobre qué fundamento debemos construir o reconstruir nuestras sociedades. Creo que en este caso la literatura y la cultura son las que tienen que dar primero la respuesta. Por eso creo que hoy más que nunca son indispensables para que funcionen las sociedades.
Traducción de CNS Media