El Centro de Atención Infantil Piña Palmera es una organización civil que lleva más de 35 años dedicada a la detección, desarrollo de procesos de rehabilitación e integración de personas con discapacidad en comunidades rurales, especialmente indígenas, de la costa sur de Oaxaca. Afincada en Zipolite (perteneciente al municipio de San Pedro Pochutla), la organización que actualmente coordina la antropóloga de origen brasileño Flavia Anau ha trabajado con cientos de personas con discapacidad y sus familias para difundir información y facilitar una vida autónoma y digna a quienes se acercan a “Piña”, como cariñosamente la llaman quienes conocen este lugar.
Sabemos que Piña Palmera fue fundada en 1984 por Frank Douglas, un médico tradicional estadounidense que advirtió en la región una atención insuficiente para las niñas y niños con discapacidad. ¿Qué te llevó a integrarte al proyecto?, ¿cómo se ha transformado la organización hasta el día de hoy?
Yo llegué aquí hace 29 años con el objetivo de conocer el proyecto porque quería ver de qué manera se podía contribuir a formar un proceso más comunitario en Piña Palmera. En ese momento Piña era un albergue. La idea era que la gente viviera aquí, comiera aquí… y se hacían actividades básicas, pero no había un trabajo con las familias ni había un proceso real (significativo) con la misma persona con discapacidad. Todos los que estábamos aquí éramos voluntarios. No había nadie con algún ingreso económico por el trabajo realizado. Posteriormente fuimos tomando nuevas ideas que nos hicieron repensar lo que estábamos haciendo. Los que hacían las propuestas no necesariamente eran voluntarios que tuvieran experiencia con el tema de la discapacidad pero habían trabajado en otros lugares. Entre esas propuestas, pudimos conocer la de unos voluntarios suecos que sí tenían experiencia en el trabajo con discapacidad y que empleaban una estrategia llamada “rehabilitación basada en la comunidad”. Empezamos a revisar los manuales suecos, sin embargo su modelo tenía una estructura piramidal con la cual no coincidíamos. Así que consideramos otras experiencias que conocíamos y que existían en México. Por ejemplo, comenzamos a relacionarnos con el trabajo de David Werner en el norte del país. Él se enfocaba en un tema de salud en general, pero desde ahí también se fue generando una respuesta y adoptamos su metodología; en donde las personas con discapacidad y sus familias tenían que ser los protagonistas de los procesos y nosotros acompañaríamos ese caminar. Tuvimos que ir mezclando nuestras propias experiencias y saberes al interior del equipo. Afortunadamente se formó un grupo multidisciplinario y eso nos ayudó muchísimo; tomamos referentes de cada propuesta y generamos una propia entre todos, conscientes de que estamos en contextos muy complejos en una zona rural indígena.
En muchas de las entrevistas que has dado y en los textos que has escrito encuentro la frase de Paulo Freire: “Construir un mundo en donde sea menos difícil amar”. ¿Hay algo de la pedagogía comunitaria, rural y autónoma tan característica del pensamiento de Freire en la filosofía de Piña?
Sí, definitivamente Piña está muy imbuida del pensamiento de Freire. En mi experiencia personal de trabajo con él me tocó construir procesos educativos con personas sin discapacidad en aquel entonces, pero la pedagogía de Freire tiene una estructura pensada para cualquier grupo, sobre todo para quienes están dentro del círculo de la discriminación. Entonces, hubo elementos muy fuertes de mi propio aprendizaje e igualmente hubo voluntarios que venían de diferentes países y que también estaban empapados de la pedagogía freiriana. No es que lo habláramos [explícitamente] sino que en la construcción del proyecto salían estas propuestas porque las hacíamos junto con la gente, desde la comunidad. Cada paso tenía que revisarse, ir hacia atrás, hacia adelante. No teníamos interés en ser los mejores ni en ser eficaces, pero sí buscamos crear un proceso colectivo, generar conciencia para la transformación y, claro, nosotros mismos fuimos transformados en ese camino. Eso fue lo más interesante.
¿Podrías contarnos qué es la rehabilitación basada en (y con) la comunidad y cómo la adapta Piña a un contexto tan multicultural y desafiante como el entorno rural oaxaqueño?
Al principio llamábamos a la estrategia “rehabilitación basada en la comunidad”, después en nuestro proceso de transformación y aprendizaje conjunto con las personas con discapacidad y sus familias ésta se transformó en “rehabilitación basada en y con la comunidad”. En el 2018, cuando el Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) otorgó a Piña Palmera el Premio por la Igualdad y la No Discriminación, ya teníamos un buen camino recorrido, habíamos cometido muchos errores y aprendimos de ellos para poder generar en cada localidad, comunidad o municipio acciones construidas en forma conjunta con la gente. Participábamos en las asambleas, visitábamos en sus comunidades a las personas con discapacidad y sus familias, nos reuníamos para plantear cómo sería mejor encaminar los procesos, de forma que realmente la comunidad fuera parte de ellos: el personal médico, las autoridades, los docentes y maestros, los transportistas, los que tenían tiendas, los vecinos y vecinas que constituyen a la ciudadanía. Buscamos maneras de generar procesos de conciencia hacia el tema de la discapacidad para romper el enorme círculo de discriminación en el que se encontraban, eje común en cualquier comunidad. Los niveles de exclusión y discriminación variaban, por supuesto, no sólo entre comunidades sino también por las diferencias en las condiciones de discapacidad, porque obviamente hay algunas que requieren mucho mayor acompañamiento. La familia tenía que entender cómo —de forma conjunta— apoyar a los miembros con discapacidad y eso no ocurre de la noche a la mañana, se dice fácil pero es un proceso muy largo.
¿Qué sucede cuando como organización cambias la manera de acercarte y decides no imponer una forma de ver y hacer las cosas?
Primero, dentro de la organización también fue necesario cambiar porque la gente que es parte del equipo es local, son familias de aquí y personas con discapacidad que han sido capacitadas en Piña Palmera. Generar este cambio al interior fue un proceso larguísimo porque la tentación de querer ser el salvador de otros es muy grande. Se requirió mucha reflexión para llegar a un modo de hacer las cosas mucho más provisional —no terminado, porque siempre estamos reconstruyendo— pero lo renombramos como inclusión basada en la comunidad porque todas las acciones que realizamos: los talleres, el proceso de rehabilitación, las pláticas, los grupos de potenciadores con familias, las reuniones permanentes con los actores sociales, todo está enfocado en la inclusión.
Planteo un caso hipotético: una familia que vive en una comunidad indígena (que no habla español) en la sierra sur de Oaxaca y que tiene un hijo o hija con alguna discapacidad, ¿a qué obstáculos se enfrenta? ¿Cómo se integraría Piña al trabajo con esta familia?
En primer lugar deben ser las familias las que nos busquen. Ellas o algún miembro de la comunidad. Las familias tienen que sentir la necesidad de hacer algo. Ahí empieza este proceso. Nosotros en el equipo también tenemos gente que habla zapoteco, esto nos ayuda muchísimo a establecer un puente de diálogo. Además, los miembros del equipo que hablan zapoteco también son locales y pueden entender perfectamente bien que esta otra familia tiene una situación difícil en sus manos y que no sabe cómo salir de ello. En ese momento empezamos a interactuar, después el acompañamiento se da de una manera tan empática que a final de cuentas ya ellos establecen un vínculo de confianza con nosotros. Además, esta familia que viene y que vive en su comunidad tiene la responsabilidad de avisar a las otras familias, entonces va a replicar en su entorno lo que construya y desarrolle con nosotros. Antes era al revés: la familia se escondía, tenía vergüenza; ahora se vuelve un agente proactivo y todo va cambiando, incluso su autoestima. No sólo se enfoca al tema de la discapacidad, porque las familias que vienen han experimentado situaciones muy complejas de violencia intrafamiliar, la mayoría son madres solteras o abuelas que se quedaron con sus nietas o nietos. Todo eso se trabaja: si está el esposo, hay que trabajar con él; si no está, hay que hacerlo sobre esta ausencia, que es muy fuerte.
¿Cómo participa Piña Palmera en la educación con y sobre la discapacidad?
Es muy difícil abordar el tema de lo que opera a nivel federal, estatal y municipal. Es una cosa que queda geográficamente distanciada de nosotros porque en Oaxaca las cuestiones de educación también son un tema complejo; a nivel federal tenemos a la SEP (Secretaría de Educación Pública) y a nivel estatal tenemos el IEEPO (Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca), entonces ¿cómo coordinas esas dos cosas? Y después, a nivel municipal los docentes vienen de las mismas comunidades que desconocen totalmente lo que es un proceso de inclusión con personas con discapacidad, por lo que se debe empezar desde la nada con ellos para ir construyendo, a partir de lo que hacen y en dónde lo hacen, propuestas para adecuaciones, del entorno, de los contenidos, de los procesos de concientización, para que las personas con discapacidad y otros grupos puedan ser parte de esta escuela. Todo esto en vez de dividir en escuelas para personas con discapacidades y sin discapacidades, como si nosotros viviéramos aparte, en un mundo dividido.
¿Cómo se trata el tema del género en las niñas, adolescentes y mujeres con discapacidad que acuden a Piña? ¿Qué herramientas se les puede dar para hacer valer sus derechos y para estar seguras?
El tema de ser mujer es de por sí difícil dentro de las comunidades indígenas y ser mujer con alguna discapacidad es mucho más complejo. Primero por el estereotipo que existe hacia las mujeres, porque se espera que sean formadas para tener una pareja e hijos. Una mujer con discapacidad no va a cumplir con los temas estéticos requeridos para eso, en primer lugar, y en segundo ya está descartada o va a ser utilizada por algunos señores más grandes que quieren tener una pareja. Tenemos casos así. Igualmente se generan muchos problemas de abuso sexual, es un tema muy fuerte porque se producen dentro de la familia, entonces cómo van a denunciar al familiar. Es difícil poder detectar estas situaciones. Nosotros ya tenemos la confianza y el tiempo de trabajo con cada familia para darnos cuenta, pero ahí tenemos que trabajar mucho con todo el entorno para poder resolver esta cuestión con las niñas, jóvenes y adultas que son abusadas de manera permanente.
¿Cuál dirías que es el logro más significativo de Piña hasta hoy y qué es lo que queda por hacer?
Creo que hay muchos logros; el primero es que varios jóvenes hoy en día son parte del equipo, eran personas que llegaron siendo niños y niñas y ahora capacitan a otros, incluso a nosotros. Éste es el caso de Mariano, que es ciego, de Paty, que tiene polio, de Elizabeth, que es una compañera sorda, de Vladimir, que también es sordo, de Christian, que tiene discapacidad intelectual, hay muchos ejemplos. Las comunidades y las familias van cambiando, van resignificando sus vidas en momentos tan difíciles y en un lugar tan complejo. Eso es muy bonito de ver: los cambios que ha tenido el personal docente de muchas escuelas. Nos súper emociona. Lo que queremos para Piña es poder compartir todos nuestros aprendizajes y las experiencias que hemos construido en estos 36 años, incluyendo los errores, porque son parte de lo que hemos aprendido, e ir generando esta ola, ir cambiando los entornos, transformando las actitudes y creando otro mundo posible.
Más sobre este proyecto en la página oficial de Piña Palmera
Imagen de protada: Taller de sensibilización para la inclusión de personas con discapacidad. Cortesía de Piña Palmera