Theo Michael nació en Tesalónica en 1978; aunque no pertenece a una generación de artistas, se lo puede agrupar junto a otros creadores griegos, como Hope o Panayiotis Terzis, que también toman como materia prima de su obra estéticas del pasado –esculturas helénicas, pinturas minoicas– para elucubrar sobre nuestro presente. En el caso de Michael, afincado en la Ciudad de México desde 2012, su trabajo es una crítica insistente a las sociedades capitalistas; específicamente, una lectura pesimista y severa del antropoceno. De ahí que los nuevos mundos imaginados por Michael, habitados por nuevos dinosaurios, estén desprovistos de edificios y máquinas. Es posible encontrar en sus paisajes postcapitalistas ecosistemas inéditos en los que conviven miniplesiosaurios, del tamaño de pequeños mamíferos, y cabezas de Pascua con una pelota de básquetbol. Vemos el fósil de un mamut dentro de una vitrina vandalizada en un museo de historia natural abandonado. Luego en un paisaje árido que recuerda al mar de hielo de Caspar David Friedrich, un trío de brontosaurios está reunido frente a una monumental efigie con rasgos antropomórficos; el monumento recuerda a la esfinge egipcia pero también a Darth Vader. En lo que parece ser el ocaso del reinado de los saurios colosales, un estegosaurio agoniza junto a un edificio de arquitectura contemporánea. Recientemente Theo Michael montó una exposición en Casa del Lago. En La simetría del ermitaño: una visión postapocalíptica/postcapitalista el artista nos enfrentó con todo tipo de memorabilia distópica: campamentos de sobrevivientes al cataclismo, ruinas, collages chamuscados con motivos modernistas, industriales, deportivos y de cultura pop de finales del siglo pasado. Sin embargo esta serie de dibujos puede leerse en otra clave, no necesariamente catastrofista: quizá lo que Michael propone es un mundo ideal. Un planeta inédito, en el que sus animales favoritos y su deporte consentido coexistan con el arte primitivo que le gusta, en una sociedad desindustrializada. Más que el estrago de una megaextinción, una utopía de infancia.
Imagen de portada: Jefes de la geología, 2012