Cuando llegó Raras a mis manos lo primero que pensé fue en si sería una referencia a Los raros, de Rubén Darío. ¿Me encontraría con biografías o semblanzas de mujeres escritoras que Brenda admira? ¿Serían 19, 21? ¿Mexicanas, internacionales? ¿Cómo sería una adaptación de un texto publicado hace más de 120 años? ¿O quizá sólo se trataba de un guiño en el título? La curiosidad me llevó al índice. Y entonces mi interés siguió aumentando: después de repasar la lista resultó que no conocía a la mayoría de las mencionadas. Veinticinco nombres femeninos entre los que apenas reconocí a Clarice Lispector, Inés Arredondo, Elena Garro, Anaïs Nin, María Zambrano y Amy Winehouse. Seis personajes que ya me dejaban entrever que se trataba de perfiles de diferentes edades, países y profesiones. La lectura se antojaba. Un anzuelo más: había escuchado cosas maravillosas de las letras de la autora y ya tocaba leerla; Brenda Ríos, desde Acapulco primero y ahora desde Ciudad de México, nos deleita con poesía, crónica y ensayo y en su currículum ya brillan dos premios: el Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo y el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano. Conocerla en persona fue además la confirmación de que su talento estaba bien acompañado de una gran personalidad, caracterizada por una contagiosa alegría, un gracioso ingenio, una seductora seguridad, un gratificante entusiasmo y un encomiable humor. Por si esto no bastara, una guinda al pastel: la editorial Turner, garantía de textos siempre actuales, interesantes, que invitan a la reflexión, a la conversación y cuya lectura siempre te deja con ganas de más. Ésta no fue la excepción. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo emprender esta obra? Una lexicógrafa, ante una duda, siempre acude a su mejor socio: el diccionario.
raro, ra Del lat. rarus adj. Que se comporta de un modo inhabitual. adj. Extraordinario, poco común o frecuente. adj. Escaso en su clase o especie. adj. Insigne, sobresaliente o excelente en su línea. adj. Extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse.
Si cada una de estas vidas se ajustaba a una o varias de estas acepciones habría merecido el hecho de abrir este libro. Rarus, en latín, se refería a alguien notable, excepcional, a una persona de las que hay pocas. Mujeres ha habido millones en la historia de la humanidad, pero de las que se haya tenido noticia o cuyos méritos hayan sido reconocidos, seamos sinceros, no tantas. En estos días en los que se discute sobre la mujer, su papel en la civilización, en la sociedad actual, en los ámbitos laboral y familiar, sobre su reivindicación de equidad, y se hacen propuestas para lograrlo, se denuncian situaciones de discriminación y se producen numerosos enfrentamientos de pensamiento y de formas de expresarlo, se agradecen las voces constructivas, no como ejemplo, sino como invitación al diálogo, la cavilación y el cuestionamiento. Todo un reto al que debería resultar difícil resistirse. Este libro se suma a esas voces. Sin polemizar, Brenda Ríos sencillamente habla de veinticinco mujeres que lograron defender su proceder, que confrontaron su vida constantemente, vivieron con pasión sus carreras, sus relaciones y sus metas, en las que desarrollaron su creatividad y en las que consiguieron destacar y ser felices. Les costó momentos de duda, temor, soledad, fueron juzgadas, criticadas, llamadas rebeldes, locas, inconformes, pero lo cierto es que fueron conscientes de transitar un camino con tropiezos en el que se plantearon muchas preguntas, a veces con más de una respuesta y otras veces sin llegar a una concreta. El resultado siempre valió la pena. Ríos cuenta cómo llegó a ellas, en qué contexto, bajo qué interés o si fue casualidad y de manera muy honesta y amena nos permite asomarnos a esas historias que se convierten en nuevas voces, nuevos lenguajes. Repasa algunas anécdotas, datos y logros y lo mismo señala sus aciertos como sus contratiempos o resbalones, lo que produce un efecto de credibilidad que se agradece enormemente. Empecé por Becky G. Me llamó la atención su nombre. No tenía ni idea de quién era. Y al parecer, la autora tampoco cuando la vio por primera vez en un televisor en el fondo de un bar ruidoso. Aquella latina llenaba la pantalla, desafiaba al telespectador y dominaba todo tipo de movimientos coreográficos adornados de una estética destinada a atraer la atención. Y ahí estaba ella, en plena protesta corporal a través de la música, en un mundo en el que la mujer no acostumbra a llevar la voz cantante en el poder sexual. Pasamos de mujeres que le cantaban al dolor, al desamor, al abandono y a la espera del ser amado a una joven que parece querer hacer la revolución a través de sus letras y bailes. De repente, a partir de un sencillo video musical entre cervezas, Brenda Ríos enlaza todo un análisis sobre el idioma en el que se canta, los estereotipos en los géneros y los cambios en la escena artística. Y lo hace de un modo tan sutil, tan entretenido y tan lleno de puntos en los que pararse a pensar, que convierte la lectura en una charla enriquecedora. Una a una se suceden de forma similar relatos que uno puede leer página a página o dando brincos en el volumen. Así conocí a la poeta española Berta García Faet y en su texto aparece también mencionada Erika Martínez con una demoledora poesía; porque cada reseña está repleta además de alusiones, referencias y un surtido listado de libros, canciones y obras que correrás a buscar después de cada punto final; a la tapatía Xel-Ha López, con la que confirmamos que los versos mexicanos están en buenas manos, o a la australiana Hannah Gadsby, una standupera y cómica que la autora descubrió en uno de los maratones de series que todos hacemos. Todas se ligan, se relacionan, se mencionan en una y otra narración sin a priori tener nada que ver. Porque de eso se trata, de demostrar que en cada historia siempre hay algo en lo que podemos identificarnos, motivarnos, proyectarnos. ¿Me sirve de algo conocer la vida de otros? Pues en esta ocasión, sí. Para abrir los ojos ante otras formas de vivir, de pensar, que nos sirva, quizá, para replantearnos la vida propia, el pensamiento propio, cuestionarnos lo que sentimos, opinamos, conocemos y, en una de ésas, impulsarnos para cambiar, para explorar, transitar por sendas no planeadas y, en el mejor y último de los casos, llegar a un lugar en el que nos sintamos más felices, más plenos, más completos. Y entonces, estar listos para mostrar el camino a otros. Porque la lectura puede llevarnos a muchas experiencias y sensaciones, puede abrirnos a la posibilidad de entablar diálogos con otras personas, en otros lugares, de otros tiempos. Este libro, sin duda, también es una reivindicación, una idea de visualizar esas vidas menos conocidas porque reciben menos focos, una pregunta a la que quizá alguien encuentre una respuesta satisfactoria, un incentivo que nos haga dar ese paso que no nos atrevíamos a dar, salirnos de un molde que nos constreñía, explorar recovecos desconocidos, conocer y conocernos mejor y sentir que en cada página tenemos una cómplice, una aliada, un apoyo y un aliento que nos dé fuerza. Es, sobre todo, un homenaje y un agradecimiento a las que allanaron (y nos siguen allanando) el paso. Si lo que buscan es una lectura que no los deje indiferentes o un tema de conversación que llevar a su siguiente sobremesa, sin duda este libro será una buena compañía. Brenda, felicidades, esperamos otras veinticinco raras más.
Turner, Ciudad de México, 2019
Imagen de portada: Josefina Schargorodsky, Juntas, 2019