Oh qué será, qué será que vive en las ideas de los amantes, que cantan los poetas más delirantes…
1.
La voz de Chico Buarque insinúa y provoca. Lo “qué será” está presente en cada instante de la vida: íntima, privada, pública, colectiva, social. Los discursos proliferan, Foucault dixit; desde el siglo XVII se habla de sexo, ¿desde dónde?, ¿para qué? No se trata de placer —dice el filósofo francés
2.
“Mi cuerpo es mío”, gritan las letras sobre la piel joven. “Mi cuerpo es mío”, corean miles de mujeres a su alrededor. Hay enojo, dolor, pero también la fuerza y la enorme felicidad que da la sensación de sentirse “una con todas” en el espacio público. De sentirse unx con todxs.
El feminismo se constituye a la vez como una reflexión teórica y un movimiento social que busca básicamente la reivindicación de los derechos de las mujeres, así como la transformación de las relaciones de poder entre los sexos. Heredera de Mary Wollstonecraft y de las sufragistas inglesas, de Simone de Beauvoir (ninguna frase más repetida que aquella de “La mujer no nace, se hace”), de Kate Millet y de Betty Friedan, nuestra historia tiene también raíces en México. No olvidemos, por ejemplo, los dos congresos feministas de Yucatán de 1916, organizados por mujeres de avanzada edad como Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto. O la lucha por el voto femenino, obtenido finalmente el 17 de octubre de 1953. En los años setenta inicia la llamada segunda ola del feminismo, con la incorporación masiva de las mujeres a los estudios superiores y al campo laboral. La doble jornada, la discriminación, la violencia sexual, se convirtieron en los principales temas de discusión. De la mano del marxismo y del psicoanálisis —representado fundamentalmente por la francesa Luce Irigaray, la italiana Carla Lonzi, y la inglesa Juliet Mitchell— y teniendo como referentes ineludibles a los “gurús” del momento, Masters y Johnson, las mujeres comenzaron a reflexionar y a hablar sobre su propio deseo, sobre su propia sexualidad: cuerpo, conciencia e inconsciente tramados en una realidad marcada por siglos de control y sumisión. Uno de los temas más importantes fue, a partir de esto, la reflexión sobre la construcción social de la sexualidad.1 Desde comienzos de los setenta, el feminismo se convirtió en uno de los motores de los cambios sociales, culturales y sexuales de nuestro país. Las mujeres revisaron de manera crítica la historia y la literatura, cuestionaron los modelos familiares y de pareja, se enfrentaron a los convencionalismos, desafiaron al machismo de derecha e izquierda, reivindicaron su derecho al trabajo remunerado, a la independencia, al placer.
3.
“Pi pi pi píldoras… anticonceptivas”, cantaban Les Luthiers en su “Cantata de la planificación familiar”. No podemos hablar de “revolución sexual” sin dedicarle siquiera unas líneas a este descubrimiento que transformó la vida de las mujeres. “La salida al mercado de la primera píldora se produjo en medio de los debates sobre la ‘explosión demográfica’ y las transformaciones en las relaciones de género, los modelos familiares y las pautas de la sexualidad. […] Ya fuera pensada como un arma del imperialismo o como un símbolo de la liberación femenina, esta pastilla marcó un punto de ruptura fundamental en la historia de la anticoncepción y la sexualidad”,2 transformando la relación de las mujeres con el placer y con la maternidad, con el deseo y la libertad sexual. Y sabemos que pocas cosas ponen más nerviosas a las “buenas conciencias” que un cuerpo libre y gozoso.
4.
En este mínimo recorrido por la historia de nuestra propia revolución sexual, merece un lugar especial la lucha por la despenalización del aborto. En 2007, después de casi cuarenta años de trabajo del feminismo, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la despenalización de la práctica del aborto inducido hasta las doce semanas de embarazo, en caso de decisión de la mujer, y hasta las veinte semanas en caso de violación. En La interrupción legal del embarazo, Marta Lamas, la figura principal de esta lucha, hace un recuento histórico de las diferentes etapas que llevaron a la decisión de 2007.3 Parte de la estrategia fue mover la discusión de “a favor o en contra” del aborto, para mostrar que se trataba no de un tema “personal” sino de un asunto de salud pública y de justicia social. Actualmente, y mientras en el resto del país las muertes provocadas por complicaciones al abortar representan la quinta causa de muerte materna, la Ciudad de México es la única entidad con tasa cero. Cero muertes frente a miles de muertes: los prejuicios y el conservadurismo se ensañan con los cuerpos femeninos.
5.
Estos elementos que hemos venido planteando a lo largo del texto y cuyo objetivo último es la democratización de la sexualidad,4 con todo lo que esto implica de apertura, respeto, tolerancia, diversidad, se han dado de manera desigual en términos sociales y/o geográficos. Dicho en pocas palabras: ha habido importantes transformaciones que sólo han beneficiado a sectores de la clase media urbana, y sobre todo de la Ciudad de México, dejando fuera a millones de habitantes del país.
Siempre me ha sorprendido el modo en que lxs mexicanxs (esta X que disgusta a tantos representa un modo incluyente de referirnos a las identidades sexuales y de género, que permite ir más allá de una clasificación dicotómica —hombre, mujer
6.
Se considera que el movimiento lésbico-gay nace el 26 de julio de 1978, cuando un grupo se unió a la marcha que demandaba al gobierno la liberación de los presos políticos.5 Ese mismo año, la conmemoración por los diez años de la matanza de Tlatelolco tuvo por primera vez un contingente de homosexuales.
Casi ochenta años antes, el 20 de noviembre de 1901, una redada policial en la Ciudad de México sorprendió a 42 hombres en una fiesta. Son 42 “canallas de éstos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y se solazaban en aquel antro”, como lo dijo el diario El Popular, a la mañana siguiente. La información oficial posterior habló solamente de cuarenta y un participantes; la leyenda popular dirá que el que falta es ni más ni menos que Ignacio de la Torre, casado con la hija de Porfirio Díaz. La redada de los 41 (número incorporado al habla popular mexicana como sinónimo de homosexual) fue —en palabras de la historiadora Gabriela Cano
Había terminado una especie de edad de oro que duró desde 1978, >cuando la gente salió a marchar a las calles, hasta 1982 cuando >el Partido Revolucionario de los Trabajadores lanzó por primera >vez en la historia a dos candidatos gay para la Cámara de >Diputados en las elecciones de ese año […] A partir de estos >sucesos, toda la visibilidad lograda, los espacios en los >medios, las pequeñas victorias en la batalla cultural, todos >los esfuerzos de los años anteriores se desmoronaron…6
Mucha agua ha corrido bajo el puente de la moral mexicana desde aquella época: la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo es una de las muestras de la apertura de las conciencias. La Ley de Sociedad de Convivencia del Distrito Federal entró en vigencia en marzo de 2007. En enero de 2017, la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México elevó a rango constitucional el matrimonio igualitario.
La democratización de las sexualidades tiene que ser vista, necesariamente, como una lucha por los derechos humanos. En este contexto quisiera destacar el hecho de que la Marcha del Orgullo LGBTTI de este año tuvo como una de sus consignas principales el respeto a las personas transexuales y transgénero.7 Lo trans* necesitaría quizá nuevas páginas en este texto y deberían empezar por esta forma de escribirlo, con asterisco, propuesta por el teórico y activista Mauro Cabral, quien busca remarcar así “la pluralidad de experiencias corporales y subjetivas, social, cultural y políticamente situadas, que puede abarcar el término trans”.8 No olvidemos que nuestro país ocupa un vergonzoso y muy preocupante segundo lugar a nivel mundial en crímenes de odio por homofobia, lesbofobia y transfobia. Dentro de estos crímenes las principales víctimas son los trans.9
7.
Sin duda, las discusiones en torno a las sexualidades están hoy atravesadas por nuevos ejes que nos obligan a tomar partido tanto en términos teóricos como de activismo social: el postfeminismo, las identidades múltiples, lo queer vuelto “cuir” —porque el sur también existe
Foto de portada: Tatiana Sotres
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Véase Marta Lamas, “20 años de feminismo”, Nexos, 1 de julio de 1989. ↩
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Karina Felitti, La revolución de la píldora, sexualidad y política en los sesenta, Edhasa, Buenos Aires, 2012. ↩
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Marta Lamas, La interrupción legal del embarazo. El caso de la Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, México, 2017. ↩
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Carlos Monsiváis prefiere el concepto “democratización de la sexualidad” en lugar de “revolución sexual”. Véase Que se abra esa puerta, presentación de Marta Lamas, prólogo de Alejandro Brito, Debate feminista / Editorial Paidós Mexicana, México, 2010. ↩
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Véase Carlos Monsiváis “Paisaje de batalla entre condones”, Nexos, septiembre de 1989; Jordi Diez, “La trayectoria política del movimiento Lésbico-Gay en México”, Estudios Sociológicos, núm. 86, mayo-agosto, El Colegio de México, México, 2011. ↩
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Guillermo Osorno, Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay, Debate, México, 2014. ↩
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Agradezco a la Dra. Siobhan F. Guerrero Mc Manus la información que me proporcionó sobre este tema. ↩
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Véase Alba Pons, “De las transformaciones sociales a las micropolíticas corporales: un archivo etnográfico de la normalización de los trans* y los procesos de corposubjetivación en la Ciudad de México”, tesis de doctorado en ciencias antropológicas, UAM-Iztapalapa, 2016. ↩
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“México, segundo lugar mundial en crímenes de odio: ONG; la homofobia predomina entre mexicanos: Enadis” en sinembargo, 17 de mayo de 2014. ↩